Por: Sergio Iglesias
Corrían los años 90 y la Costa Oeste estadounidense era un auténtico hervidero de actividad musical. Mientras que desde Seattle el grunge arrasaba en todo el mundo, en California comenzaba a despertar una nueva escena heredera del punk clásico y con grupos como Offspring o Green Day que reventaban las radiofórmulas. Pero, bajo esta punta del iceberg más comercial, subyacían otras bandas como NOFX, Pennywise o Lagwagon, que seguían los dictámenes marcados por Bad Religion o Descendents, pioneros de lo que se denominó hardcore melódico. En medio de esta vorágine de bandas, Rancid consiguió hacerse un hueco con su tercer trabajo, un disco esencial para entender ese resurgimiento del punk en los 90: “…And out come the wolves”.
Fue pasando el tiempo y, mientras muchas de esas bandas fueron desapareciendo de las listas de éxitos y otras sufrieron altibajos y conatos de separación, los de Berkeley continuaron haciendo su camino y fabricando discos excelentes como “Life won´t wait”, “Indestructible”, “Let the dominoes fall” o su último trabajo hasta el momento, “Honor is all we know”. Y decimos hasta el momento porque ya tenemos en la calle el nuevo disco de Rancid.
“Trouble maker” está editado por Hellcat Records y Epitaph y producido (¡cómo no!) por el padrino del género y miembro fundador de Bad Religion, Mr. Brett Gurewitz, y se presenta como un completo catálogo de las diversas formas en que se puede abordar un género tan amplio como el punk.
La primera de ellas es la que inventó Lemmy Kilmister, y que tiene su ejemplo en el pelotazo con el que comienza el disco, “Track fast” que, como su propio título indica, es un tema acelerado que, inevitablemente (y, seguramente, de manera intencionada) nos recuerda a Motörhead. Esa vertiente más “hardrockera” la volverán a recuperar más adelante en “This is not the end” o “All american neighbourhood”, uno de los temas más crudos del disco.
En “Ghost of a chance” y, sobre todo, en los coros de “An intimate close up of a street punk trouble maker”, podemos encontrar guiños a Bad Religion, mientras que “Telegraph Avenue”, “Say goodbye to our heroes” o “I got them blues again” son himnos hechos para corear entre amigos con una cerveza en la mano, y que les acercan a esa vertiente más contemporánea de unos Dropkick Murphys con los que, precisamente, iniciarán una gira conjunta ("From Boston to Berkeley") que les llevará por todo Estados Unidos durante los meses de Julio y Agosto.
Con “Make it out alive” y “Molly make up your mind” Rancid nos propone un viaje a esos sonidos de los 90 que mencionábamos al principio de la reseña, mientras que con “Cold cold blood” nos recuerdan a los Toy Dolls, otro grupo valiente que supo abordar el sonido punk a su manera y que, sin cambiar un ápice su planteamiento, continúan dando guerra en los escenarios.
Pero si ha habido un grupo que ha ejercido verdadera influencia sobre los de Berkeley, ese ha sido The Clash, tal como se puede comprobar a lo largo de su carrera y, en este caso, en “Farewell Lola blue” o en los ritmos skatalíticos de “Where I´m going”.
Como sorpresas podemos encontrarnos esos primeros acordes surf en “I kept a promise”, el rock and roll clásico de “Bovver Rock and roll” o los aires casi folk de “Buddy” o “We arrived right on time”, presente sólo en la versión Deluxe del disco.
En definitiva, poquitas sorpresas en el nuevo disco de un grupo al que, precisamente, no le hace falta sorprender para dejar satisfecho al aficionado punk que, con cada disco de Rancid, puede comprobar que el género aún goza de una extraordinaria salud.