Por: Sandra Sánchez
Nuevo disco del estadounidense Mark Lanegan, un trabajo nocturno, maduro y con tintes góticos, bien reflejados en el título del álbum, extraído de la letra de una de sus canciones, "Blue Blue Sea" ("Gargoyle perche on gothic spire"), la primera que escribió el artista.
Así desarrolla su trabajo, escribiendo un primer tema que es el que le indica el camino a seguir para completar un disco redondo y lleno de sentido.
Si tuviéramos que quedarnos con una única canción sería justo esa, "Blue Blue Sea", con una instrumentalización intensísima y envolvente, ahí está todo.
La voz más que rugosa cavernosa de Lanegan va perfecta con el sonido oscuro de este trabajo, muy rockero, bastante grunge y con leves toques de electrónica.
Lanegan se siente cómodo en este registro, en el que cabe destacar la colaboración de su colega Rob Marshall, músico británico con quien el de Washington había trabajado anteriormente. Cuando Lanegan comenzaba a preparar este álbum recibió un email suyo ofreciéndose a echar una mano en su nuevo proyecto. El artista aceptó encantado y la conexión entre ambos fue perfecta.
"Beehive" es estupenda, un soplo de aire fresco entre tanta nocturnidad, con una armonía que nos retrotrae al mejor rock ochentero, en la línea de The Waterboys o de The Psychedelic Furs, un sonido que siempre es un gustazo recuperar si se hace así de bien.
El aire gótico regresa pronto, en "Sister", para dar paso a un guitarreo más vivo y alegre en "Emperor". La preciosa balada "Goodbye to Beauty" precede a la poderosa "Drunk On Destruction".
Cada tema tiene personalidad propia, es un mundo en sí mismo y juntos forman un disco compacto, más que agradable de escuchar, realmente bueno.
Son diez canciones y Lanegan se reserva para el final su favorita, "Old Swan". La considera la mejor por alejarse abiertamente de su seña de identidad, de lo que ha hecho hasta ahora: es todo un canto al optimismo. En definitiva, un disco de madurez, intenso, pero que llega con gran facilidad al oído y hasta el alma.