Por: Artemio Payá
Para muchos artistas siempre es complicado dar un segundo paso después de un aclamado álbum de debut forjado con canciones que han ido a tu lado durante bastante tiempo y que son lanzadas sin pudor ante una mesa de mezclas en el momento de entrar al estudio. Tras ese inesperado éxito de hace tres años, Benjamin Booker se enfrentaba al síndrome del papel en blanco en el que los que están al otro lado te miran con atención y esperan de ti otro buen puñado de canciones sugerentes. Después de dos años buscando a la musa decidió tomar un avión a un lugar con diferente cultura, idioma y donde encontrase únicamente en la compañía de una vieja guitarra clásica. Es pues en Ciudad de México donde comienza a gestarse este “Witness” y donde en su propia búsqueda interior quiere extraer las vivencias de las que ha sido testigo.
Lo primero que nos encontramos nada más destapar este tarro de vivencias es la forma, ya que si su primer trabajo sonaba crudo a más no poder y con las guitarras crepitando en todo momento, aquí Sam Cohen se ha encargado de barnizar el sonido, moldeando su contenido hacía una sonoridad algo más pop. Nada más pincharlo nos topamos con “Right on you”, que es un rotundo rock and roll domesticado y coloreado pero que funciona sin pestañeo. Es casi lo más rudo del lote ya que luego en los siguientes nueve cortes se sumerge en un puñado de estilos más emparentados con otras sonoridades: “Motivation” por ejemplo nos muestra al artista en su tono más acústico para luego continuar por la senda del góspel acompañado ni más ni menos que por Mavis Staples en la estupenda “Witness”. “The slow drag under” es un blues del siglo XXI, y aunque luego entona una fallida “Truth is Heavy”, la segunda parte del disco es quizá la mejor con las fabulosas “Believe” y “Overtime”, ambas de alma soul ya sea de raigambre profunda como de leve coqueteo con el rock gracias al adorno de guitarra. Hacía el final nos cruzamos con “Off the Ground”, en la que pasamos de estar en un plácido salón escuchando un corté acústico como nos encontramos en medio de un fiestón de disco rock. Después de la algarada se despide con dos caras completamente diferentes, la de baladista al piano en “Carry” y un inesperado final en forma de garaje electrónico que no termina de romper y que suena más bien a experimento.
Al final, la prueba del segundo disco no le ha ido tan mal a Benjamin Booker, se le nota liberado de ataduras, ecléctico y pensando en grande hacia nuevas direcciones. No me cabe duda que los que esperaban que repitiera la electricidad, rugosidad y crudeza de su debut quedarán altamente defraudados pero si no es así estoy seguro que estarán más que satisfechos con este “Witness”.
Lo primero que nos encontramos nada más destapar este tarro de vivencias es la forma, ya que si su primer trabajo sonaba crudo a más no poder y con las guitarras crepitando en todo momento, aquí Sam Cohen se ha encargado de barnizar el sonido, moldeando su contenido hacía una sonoridad algo más pop. Nada más pincharlo nos topamos con “Right on you”, que es un rotundo rock and roll domesticado y coloreado pero que funciona sin pestañeo. Es casi lo más rudo del lote ya que luego en los siguientes nueve cortes se sumerge en un puñado de estilos más emparentados con otras sonoridades: “Motivation” por ejemplo nos muestra al artista en su tono más acústico para luego continuar por la senda del góspel acompañado ni más ni menos que por Mavis Staples en la estupenda “Witness”. “The slow drag under” es un blues del siglo XXI, y aunque luego entona una fallida “Truth is Heavy”, la segunda parte del disco es quizá la mejor con las fabulosas “Believe” y “Overtime”, ambas de alma soul ya sea de raigambre profunda como de leve coqueteo con el rock gracias al adorno de guitarra. Hacía el final nos cruzamos con “Off the Ground”, en la que pasamos de estar en un plácido salón escuchando un corté acústico como nos encontramos en medio de un fiestón de disco rock. Después de la algarada se despide con dos caras completamente diferentes, la de baladista al piano en “Carry” y un inesperado final en forma de garaje electrónico que no termina de romper y que suena más bien a experimento.
Al final, la prueba del segundo disco no le ha ido tan mal a Benjamin Booker, se le nota liberado de ataduras, ecléctico y pensando en grande hacia nuevas direcciones. No me cabe duda que los que esperaban que repitiera la electricidad, rugosidad y crudeza de su debut quedarán altamente defraudados pero si no es así estoy seguro que estarán más que satisfechos con este “Witness”.