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Alt-J: "Relaxer"

Por: Oky Aguirre 

Hay que empezar a saberse los nombres de estos chicos de Leeds. Cuando un grupo funciona hay dos maneras de saberlo: una es odiarlo desde su primer acorde y la otra es amarlo… desde su primer acorde. Con “Relaxer” lo han vuelto a hacer. Han creado una obra musical en ocho canciones que ya está despertando los más bajos instintos de sus detractores y las “good vibrations” que siempre transmite a sus amantes. 

El sonido Alt-J permanece y se asienta en éste su tercer trabajo, superando así el “síndrome del primer disco”, aquel “An Awesome Wave” que permanece en lo más profundo de nuestro frontal izquierdo, el que dicen que guarda tus buenos recuerdos y sentimientos. Es difícil sacar tres discos y que cada uno contenga 4 o 5 canciones excelentes, y más complicado todavía dotarlas de cierta simplicidad en sus armonías, que es lo que las hace trascendentes. La conjunción de voces y teclados, de baterías y bajos con guitarras acústicas es como una ecuación; los silencios se hacen otro instrumento más y los falsetes se convierten en sello característico, convenientemente utilizados y jamás llegando a distorsionar o cansar. De alguna forma, hacen que el folk de los 60 fluya por sus canciones; que el pop y soul más primitivo de otras décadas suene nuevo y actual, gracias al espacio que le dan a estos géneros en cada una de sus composiciones. Los noventa fueron del trip-hop; Portishead o Morcheeba crearon un ambiente musical que hoy descansa en nuestras estanterías. Alt-J han inventado un sonido, uniendo estilos con precisión matemática. 

“3WW” abre el disco creando un ambiente único y perfectamente reconocible de su sonido. Cada acorde es como un paso hacia adelante en una canción que no termina de crecer, con un momento Brian Wilson claramente reconocible (2:42), fuera de plagios. En “In cold blood” nos encontramos con el “hit” al que ya nos tienen acostumbrados, que sonará todo el año y que seguro no tardará en aparecer en algún anuncio de televisión, ya que su estribillo sacado de un código binario encaja perfectamente con una sección de vientos marca de la casa, además de contar con la colaboración de Iggy Pop como narrador en el video. “The future looks like bright” son sus últimas palabras, lo que sabemos no es verdad. 

Mención aparte a lo que puede ser un suicidio o un acierto. La versión del “House of the Rising Sun” de Eric Burdon & The Animals. Hay que tener muchos huevos para atreverse a esto. O te cagas en sus muertos o los adoras. Alt-J hacen un sentido homenaje a su modo, reconociendo sin rubor su influencia. Lo que otros artistas pretenden encubrir con excusas, estos ingleses transforman una canción incunable, manteniendo su esencia a través de su letra original –a la que añaden una par de frases-, llevándolo a un terreno muy personal, casi en forma de nana. Al final se trata de hacer canciones, y que éstas nos hagan hacernos preguntas como ¿por qué me gusta o por qué no soporto esta canción? Los “standars” hay que cuidarlos y Alt-J lo hacen. 

Con “Deadcrush” demuestran que se puede ser vanidoso y presumido –adjetivos muy utilizados por la prensa- y ser una máquina para hacer canciones impecables. Después de “Hit me like that snare” –sin duda el título sobrante en el disco, donde juguetean con algo que desde luego no dominan; el punk-rock-, vuelven a introducirse en sonidos cercanos a la “punjabi“ music, que seguro han chupado en su adolescencia británica, recordando mucho a los míticos Cornershop

“Adeline” vuelve a las baladas inclasificables con nombre de mujer –inolvidable “Mathilda”- comenzando muy bien pero un tanto pretenciosa en su duración, coro de niños incluido, y con “Last year” lo que empieza con un insípido y hasta pedante recorrido por los meses del año, se convierte en hermoso al enlazar con otra canción totalmente fuera de lugar, pero con excelente criterio, con la voz de Marika Hackman y la palabra Mississippi por medio. 

El disco termina con “Pleader”, una conjunción de todo lo que es el concepto Alt-J, en modo orquestal y con el “How Green was my valley” como estribillo. Pues eso; o los amas o los odias.  Joe Newman (voz principal y guitarra), Thom Sonny Green (batería) y Gus Unger-Hamilton (teclados y voz).