Sala Caracol, Madrid. Martes 13 de junio del 2017
Por: Eugenio Zázzara
Empecemos por el final. Empecemos por esa "No Fun" de Iggy Pop & The Stooges arrojada con una violencia y energía inauditas encima de un público hechizado. Empecemos diciendo que ese tema no fue la cumbre de una actuación impecable en cada mínimo detalle, llegando inesperadamente como relámpago del cielo después de un set arrollador, tanto en lo visual como en lo sonoro.
Los Moon Duo se formaron como proyecto alternativo de Eric “Ripley” Johnson, guitarrista de los Wooden Shjips, junto a Sanae Yamada pero, tal como hacen ciertos dialectos con los idiomas de los cuales son derivación, el dúo llegó a alcanzar un indiscutible prestigio artístico, hasta quizás llegar a ser incluso más prominente que la banda madre. Particularmente después de la salida del "Jano Bifrons", el doble álbum "Occult Architecture", cuyas dos partes se publicaron a principio de este año y el mes pasado respectivamente, la formación ha conseguido convertirse en un fenómeno de culto dentro de la audiencia aficionada a los géneros psicodélico, kraut y afines.
Para calentar el plato, en una sala Caracol afortunadamente bien refrigerada, estuvieron Chiquita y Chatarra, aka Patricia y Amelia, de Oviedo, dúo de guitarra/bajo y batería, en esta ocasión reforzado por la contribución de otra guitarra y teclados. Los temas esencialmente son arrebatos de punk anarquista muy básicos y fulminantes, a los cuales la inclusión de los teclados ayuda a alcanzar algo de profundidad y espesor. Se me ocurre mientras las escucho un comentario que sonaría más o menos así: el punk dio muchas aportaciones pero también causó bastantes malentendidos. El calambur sirve para marcar de manera ambivalente su actuación: por un lado la urgencia y desenfado son evidentes y dan algo de sentido a su despreocupación total; por otro, hay límites técnicos y ejecutivos que me cuesta ignorar. Vamos que, para ser breve, no me encantaron, ni mucho menos, pero tal vez no me encontrase del humor más apropiado, así que adelante con cualquier objeción.
Los Moon Duo, pese a la injusticia perpetrada a su nombre, se presentan tripartidos, con la añadidura de un batería. Empiezan con "The Death Set" y se definen en un instante las coordinadas del viaje sonoro que nos espera. Tal como se puede escuchar en sus discos, el desarrollo armónico de sus temas se termina en unos treinta segundos, o menos, el resto es una repetición obsesiva y machacona del mismo conjunto de acordes casi como si fuera un bucle, pero en lancinante crescendo. Se prosigue con la melodía siniestra de "Cold Fear", en la que a la voz natural de Johnson se suman los quejidos robóticos del vocoder de Yamada; un tema que gana un volumen indefinible de vatios respecto a su versión del disco, pero que al mismo tiempo no pierde nada de su oscuro poder evocador. Con "Creepin"’ nos lanzamos en una carrera casi punk, que levanta tanto los Bpms como los ánimos del público: uno de los pocos temas que tiene un sesgo hacia lo positivo en una primera parte de álbum más bien amenazadora e inquietante.
A una música tanto deudora de la psicodelia de marco Spiritualized como de la desgarradora parábola desesperante de los Loop, se asocian unos efectos visuales tan sencillos en su abstracción como eficaces y flipantes. Caleidoscopios de colores y formas geométricas se alternan en la pantalla, describiendo arcoíris, pirámides, conos de luz que desafían a cualquier resistencia epiléptica. ¿El resultado? Un soñar despiertos, un estado de trance y de sobria adicción. Durante largos ratos, el trío no son más que unas siluetas recortándose delante del molinillo de imágenes disparadas a través de la pantalla. El efecto es hipnótico y cautivante. "White Rose" cierra idealmente y de manera contundente una primera parte dedicada única y exclusivamente al primer volumen de la obra bipartida.
Con "Free The Skull", de "Shadow Of The Sun", se vuelve un poco atrás, pero siempre parece que la música del grupo sea un libro abierto en el que no hay un inicio y fin de disco bien marcado. Ripley Johnson se hace responsable de las divagaciones sónicas de su guitarra, el único instrumento que se permite irse por las ramas, pero el verdadero motor del grupo son la batería y, sobre todo, Sanae Yamada. Sus dos manos parecen totalmente independientes una de la otra, con la izquierda siendo especialmente impresionante: marca las notas bajas de una manera inhumanamente precisa y marcial, sin fallar una sola.; la derecha tiene algo más de libertad imaginativa, pero, por lo general, no se aleja mucho de la armonización de las partituras bajas. La carrera de un acorazado hacia lo indefinible. Tanto que, a parte del final, la banda no dice ni “mu" a un público numeroso y entusiasta, agradeciéndole sólo al final el acudir.
Un final que, como ya se ha dicho, expresa por si sólo lo exitosa que fue la actuación, con esa rendición fenomenal y fiera del clásico de los Stooges.
Moon Duo no han inventado nada, nada que ya no se haya codificado en miles de maneras a lo largo de la historia de la psicodelia. Pero su presencia consolida y refuerza el género tanto como para ya definirles clásicos. Deslumbrantes.