Por: Javier Capapé
“El hombre sin sombra” prometía ser un disco que marcaría un antes y un después en los pasos de su autor y así ha sido. Mikel Erentxun asume todos los riesgos posibles y no se equivoca. Desde el primer momento en el que escuchas “El principio del final” sabes que esto es algo grande. El donostiarra da un giro para ofrecernos un disco desnudo, valiente y cargado de honestidad. Su interpretación ahora es mucho más creíble, dejando atrás esos discos donde intentaba tapar su voz con imposturas o sonoridades graves. Aquí reconocemos su timbre vocal pero a la vez nos aporta algo nuevo, un matiz sincero donde él mismo reconoce que se siente bien. Confiesa que por primera vez canta sin pudor, gustándole incluso su propia voz. En este cambio ha tenido mucho que ver Paco Loco, su productor, que ya nos ofreció a un Mikel Erentxun más íntegro en “Corazones” y que ahora nos confirma que el cambio es real e imparable. Lo más sorprendente es que, como ya ocurriera con aquel, en este disco no ha necesitado de letristas para sus composiciones. Todas las canciones están compuestas letra y música por él y sí, lo hace estupendamente bien. Su inseguridad tapada en la escritura a medias con Diego Vasallo, Jesús María Cormán o Rafael Berrio desaparece y nos presenta al mejor Erentxun de su carrera, ese que ya lleva 35 años sobre los escenarios, pero que no había conseguido brillar como hasta ahora.
Otro factor que ayuda a que este disco sea único en su amplia discografía es el estar interpretado mano a mano con Maika Makovski. La voz femenina de Maika pone el contrapunto a este narrador de historias con un hilo común que convierte a éste en un disco conceptual con la relación de pareja como telón de fondo, comenzando con una historia de amor que parece que se va a quebrar y terminando con la apuesta en firme por la convivencia y la pasión compartida desde la madurez. Pero el disco recorre muchas más facetas del amor como las “Cicatrices” que nos dejan las múltiples caídas, a las que Mikel ha conseguido que les “salgan alas”, la soledad que duele tras el deseo en “El amor te muerde los labios al besar”, los intentos por conservar toda la pasión en “Deshielo”, el descubrimiento del pilar que sustenta la relación en “Tienes que ser tú” o la promesa de ser el único para el otro en “Héroe”, consiguiendo que, finalmente, gracias a un poco de “Azar y física” sea así. Las múltiples caras en forma de amor mayúsculo recorren los surcos de este disco delicado y delicioso. No miento si digo que nunca antes había disfrutado tanto con un disco de este artista. Y es que el disfrute del mismo no solo viene dado por la temática y las letras sino que también tiene mucha responsabilidad en esto el ambiente sonoro sumamente personal conseguido por Paco Loco.
“El principio del final” abre el disco de la mejor manera posible, con una acústica limpia y las voces de Mikel y Maika al unísono como protagonistas, hasta que llega el órgano que acompaña el puente y el tiempo se detiene, permitiendo meterse en el bolsillo al oyente, que acompañará a este hombre sin sombra de una manera cómplice desde este mismo momento hasta la última canción. “Cicatrices” no deja el tono acústico, recordando a sus antiguos Duncan Dhu en algunos tramos. Tal vez por esta canción que entronca perfectamente con el pasado compartido con Diego Vasallo muchos seguidores han comentado que Mikel Erentxun recuperaba su sonido clásico, pero sinceramente, este disco es mucho más, como así demuestra la casi experimental “El amor te muerde los labios al besar”. Versos recitados mecidos por unas cuerdas que marcan el ritmo y una batería que te deja boquiabierto en el desarrollo del solo que comparte con una guitarra jazzística. “Llamas de hielo” es un medio tiempo marca de la casa con unas guitarras cristalinas que derriten ese hielo del que nos habla la canción. “Dos estrellas” tiene un espíritu rockabilly con un bajo que parece interpretado por el propio Vasallo en los años 80. Para nostálgicos. “Libélulas” es una tenue canción de autor con una progresión de acordes familiar y una emoción contenida que estremece, dejándote de nuevo golpeado en su apoteosis final entre la acústica, el banjo y la batería quebrada. “Deshielo” engancha con su ritmo trotón y su estribillo que puede recordar a los Cure de la época de “The Head on the Door”. La balada clásica de “Y sin embargo te quiero” vuelve a recordarnos al Erentxun más purista, ese que recibía la ovación del Teatro Victoria Eugenia al completo, pero esta vez apoyado por la calidez de Maika Makovski, que a estas alturas es un elemento imprescindible en las canciones, que ya no se conciben sin su presencia.
“Héroes” comienza con un toque de batería único, y es que el tratamiento de este instrumento en el disco es una sorpresa, mucho más que un apoyo rítmico, es un instrumento con mucha presencia y personalidad. Además en “Héroe” aparecen guiños a los seguidores de la carrera de Erentxun al citar los versos de uno de sus mayores éxitos. Incluso se hace llamar a sí mismo “el viejo cantante de rock”, y es que en el disco tampoco falta el sentido del humor. “Tienes que ser tú” comienza con un bajo muy marcado y saturado que bien querría para sí el mismísimo McCartney para dar protagonismo después a las cuerdas y vientos en uno de los temas más enérgicos de la colección. “Azar y Física” funciona casi como un juego, pero nos deja con la miel en los labios. Tal vez unos segundos más hubieran bastado para redondear una canción que así queda como algo menor. Y tras doce magníficas historias se cierra el círculo con “Enemigos Íntimos”, que vuelve a nombrar a los protagonistas de la primera canción, pero en ésta “El principio del final” se transforma en “El principio y el final”, un cambio sutil pero que dice mucho de lo que este disco significa para su autor. “No te bajes de mi vida” es el grito de guerra para un álbum que reivindica las relaciones puras, de verdad, poniendo fin a las múltiples sorpresas que encontramos en él con un coro infantil inesperado muy acertado que lo remata a la perfección.
Es cierto que Mikel Erentxun reivindica con este disco su yo más auténtico, con la sinceridad agarrada a cada verso. Si éste es el músico con el que se siente más cómodo bienvenido sea, porque nos ha ofrecido lo mejor de sí mismo, algo que contentará a sus seguidores de siempre, pero que a la vez le permitirá ganarse a un público que caerá rendido ante un disco sencillamente imprescindible.