Por: Kepa Arbizu
Buena parte de una generación, a la que pertenezco, pasó un buen número de horas metida en los llamados salones recreativos. Allí, las monedas de cinco duros eran el salvoconducto para mantenernos entretenidos con los videojuegos. Uno de ellos, protagonizado por un intrépido ninja, llevaba por nombre Shinobi. Precisamente por eso, todos aquellos que lo hayan conocido habrán entendido al instante la referencia que se encuentra en el título del nuevo disco -el tercero- de los madrileños Freedonia (“Shenobi”). Un término original que aparece transformado por la mezcla entre “She” (ella) y “Nobi” (crecimiento en japonés). Todas estas curiosidades no serían precisamente más que eso sino sirvieran como explicación para lo que es un "tour de force" de veinte canciones impregnadas de vibrante y multiforme soul al servicio de un espíritu femenino que representa la lucha, la resistencia y la igualdad, heredero y evolucionado de su anterior trabajo “Dignity and Freedom”.
Como es habitual en esta amplia formación (nueve integrantes), la grabación se ha hecho desde un concepto analógico; sumado a una producción que descansa en sus propias manos y la ampliación de detalles musicales, convierte el conjunto en un material explosivo en el que cada uno de los miembros parece tener su hueco, y su foco personal, siempre direccionado hacia una meta común. Es decir, la aplicación de una ecuación infalible: el virtuosismo puesto al servicio del colectivo. Todo ello, junto a la extensión del álbum, induce a contar con unos cuantos episodios puramente instrumentales. Es ahí, curiosamente, donde reside principalmente la variedad que contagia al disco.
En ese amplio abanico sonoro que van a ir construyendo este tipo de composiciones se van a incluir, como es lógico, aquellas orientadas a un soul-funk clásico, aunque siempre mostrando una elasticidad y facilidad para combinar tonos en la tradición de bandas como The Bar-Kays o Booker T. & The M.G.'s, que incluyen desde la calidez de “Origen” hasta la más hipnótica “Shenobi”. Por otra parte destacan los matices que añaden a esa base y que les lleva a transitar por episodios de western morriconiano (“Fight Your Fate!” ), piezas agradablemente sedantes (“Soma”), vibrantes africanismos jazzys (“Tannhäuser”) e incluso el solo de piano elegante de “Do People Mean Nothing" o la influencia pop, a lo Pekenikes, de “La memoria de los olvidados”.
En contraste resulta llamativo que la otra cara de la moneda en cuanto a esa variedad recaiga precisamente en los temas cantados. Quizás resida ahí el único, y mínimo, “pero” que se le puede achacar al disco, una linealidad que sin embargo supone un resultado tan logrado y emocionante que es difícil convertirlo en una pega. El grueso de estas canciones navegarán entre ese soul emotivo y rasgado, asimilación perfecta entre Etta James, Otis Redding, James Brown o Mavis Staples. “My World” comienza insinuante y delicada para ir amasando un éxtasis que se manifestará en la majestuosa voz de Maika Sitte , aguda y gruesa a partes iguales. Unos impactantes altibajos con los que también juegan “Hopes And Dreams”, “No One Can Be Left Behind” o “The Last Answer”, en una forma más huracanada y dramática. “Re-evolution” se presenta de manera más intensa, a base de épica, y con regusto a espiritual. El elemento distintivo de “Long Road to Take”, con unos mimbres comunes a las anteriores, recae en unos teclados lisérgicos mientras que “I Loose My Head" se edifica sobre una atmósfera más densa, optando por envolver antes que golpear. “The Fear Is Gone”, haciendo honor a su título, nos presenta un ambiente despojada de esa tesitura más doliente en detrimento de una más parcialmente desafiante mientras que “Nekope” resulta la más diferenciadora de todas ellas al optar por ritmos claramente tribales y al estar interpretada en el dialecto familiar-llamado Bubi, de origen guineano- de la propia cantante.
“Shenobi” significa un evidente salto -con todo el riesgo que conlleva un disco de esta extensión- hacia adelante en la carrera de Freedonia y también, de paso, la confirmación de una destacada escena estatal asociado a las raíces negras en la que tiene cabida trabajos como éste. A pesar de esa comentada reiteración en la que a veces puede caer, también achacable al alto número de temas, es imposible recrearse en ese aspecto ante este descomunal volcán de soul teñido de variados acentos en el que forma y fondo supone un visceral arrebato de libertad y energía.