Sala Arena, Madrid. Lunes, 1 de mayo del 2017
Por: Oky Aguirre
Parece mentira que hoy en día se produzcan acontecimientos tan insólitos como el vivido el pasado 1 de Mayo, Día del Trabajador, en el centro de Madrid, en plena calle Princesa, en donde una cola interminable hacía espera para ver a unos “tales” Toots and the Maytals.
Desde perroflautas multicolores y padres con hijos, hasta grupos de adolescentes compartiendo fila con enormes tíos con patillas estilo skin, a la vez charlando animosamente con madres de cuarentona edad. Si hay algo que pueda movilizar y unir a tan dispares tribus sociales, es la música. Y dentro de ella, el reggae, género menor para las multinacionales pero mayor para las multitudes, que es lo que mantiene viva a una sociedad cada vez más nuclear, gobernada con gente sin alma, que en inglés es soul, algo que flotó durante toda la noche.
Otis Redding y Stevie Wonder estuvieron allí; en la juventud de Toots Hibbert y en el glorioso concierto que nos regaló con sus 73 años. Por lo visto aún queda algo de cordura al comprobar que el desprecio de la prensa hacía visitas legendarias (sobre todo de negras teces), se desvanecía con una sala Arena rebosante de personas dispuestas al efecto de llamada-respuesta. “Monkey Man” fue el primero de los múltiples temas que éste jamaicano y sus Maytals han legado a los imprescindibles de la música, siendo pioneros de un sonido que ni ellos mismos conocían cuando crearon su “Do the Reggay”, con su peculiar estilo soul.
Aquellas canciones de la época Island (“Funky Kingston” y “Reggae got Soul” son dos de los discos que nunca pueden faltar en tu discoteca; son los platinos de tu estantería, al lado de cualquiera de Marvin Gaye o Bob Marley). Siempre he tenido envidia de el “Gran Blanco”, Chris Blackwell, dueño de esa fábrica de sonidos que enseguida captó la fuerza e influencia que la música soul, llegada de occidente, tenía en unos negritos dotados para ritmos y armonías surgidas de lo más profundo de sus raíces. Fueron el fiel reflejo de un momento de explosión cultural y social, que el Día del Trabajador en 2017 en Madrid sonaron a frescura, aunque hayan pasado 40 años. Las canciones están hechas para dos cosas: bailar y emocionar. Toots alternó con maestría y soltura esa capacidad de los grandes artistas. Por eso se puede comprender que lo que a unos les pudiera parecer un concierto blandito, en cuanto al aspecto “jolgorio”, a otros nos trasladó a cuestiones más íntimas y personales, poniendo más énfasis en el reggae-soul que en el ska más bailable -lo que hoy en día llaman “pogo” (empujarse mientras escuchas tu canción más salvaje; yo lo hacía con los Ramones). Al final hubo para todos.
Los "Ah Say Yeahh!!" se alternaron con los "Hmm Hmm Hmm". Es algo que no se puede escribir pero sí describir. Sam Cooke y Curtis Mayfield; Bo Diddley y James Brown. Bob Marley y reggae puro en 2017, alejados de la sombra del reggaeton.
Tiempos duros nos esperan. Pero para eso tenemos “Time Though”; tema creado hace 30 años que aún hoy sirve para aliviar nuestras conciencias, y que Toots se encargó de hacerlo interminable con ocho minutos llenos de música directa al corazón.
Lo mismo que escuchar el “Louie Louie”. Canción que traspasa generaciones y géneros, pero que disfrutadas en directo adquieren categoría de incunables.
Sin olvidar el 54-46, ese número ligado a todo negrata relacionado con la cárcel, que trasladado a un escenario se convierte en himno de las libertades. Eso demuestra que la música nos es sólo para bailar; también es para emocionar. Y eso es algo que hoy es muy difícil de conseguir. Ni siquiera con Visa. Es como aquellas poesías que nunca entenderás pero que siempre te perseguirán:“Tiempo en profundidad está en jardines / Mira cómo se posa. Ya se ahonda / Ya es tuyo su interior. ¡Qué transparencias / de muchas tardes, para siempre juntas! / Sí. Tu niñez, ya fábula de fuentes” (Jorge Guillén). Los conciertos son como el recordatorio de tu vida. El peregrinar de las cosas bellas.
Eso pasó en Madrid el Día del Trabajador de 2017.