Teatro Principal de Zaragoza, jueves, 4 de mayo del 2017
Por: Javier Capapé
La noche del pasado 4 de mayo el Teatro Principal zaragozano se encontraba repleto de almas dispuestas a acoger una de las citas más interesantes que veremos a nivel musical en este escenario en los próximos meses. El indie y el pop se daban la mano en lo que prometía ser una noche muy especial. Nuestros queridos Tachenko y su brillante pop refinado se unían a León Benavente y su rock contundente y provocador. Ambos pueden encasillarse en el indie patrio, aunque conviene dejar etiquetas a un lado para disfrutar plenamente de lo que nos ofrecen ambos.
Tachenko pueden considerarse profetas en su tierra. Zaragoza les quiere y se notó desde que Sebas Puente y Sergio Vinadé pisaron el escenario de este increíble teatro. El alma de la banda venía a presentar sus “Misterios de la Canción Ligera” y por eso el concierto comenzó con el mismo aroma que destila el disco, bajo la sencillez acústica y la delicadeza en la interpretación. Arrancaron con una de sus canciones más queridas que había pasado mucho tiempo en el olvido hasta que la han recatado para este disco. Me refiero a “Pulseras”, con la que Sergio Vinadé se metió directamente al público en el bolsillo. “Mundo Apache” y “Armagedón” mostraban a un Sebas Puente en segundo plano, que aportaba arreglos de teclado para estas canciones, pero enseguida le llegó el turno con “Hacia el Huracán” y “Vámonos”. La noche tomaba forma, aunque sin perder ese ambiente íntimo que desprenden sus efectivos temas llevados al terreno acústico, y así llegaron “Nuestro ganador”, “El tiempo en los Urales” o “Mordekay” (donde el resto de los Tachenko salieron a hacer los coros). Las guitarras española y acústicas de 6 y 12 cuerdas se iban alternando entre los dos músicos y las palabras para presentar las canciones fluían entre el humor y el gran respeto que tienen a sus canciones. Con “Nuestra Especialidad” Sergio Vinadé tuvo unas palabras de agradecimiento a ese gran compositor que es su compañero Sebas Puente y éste le correspondió con una versión de la fantástica “Lourdes” de El Niño Gusano, donde no pudo contenerse la emoción del público.
“Amable” daba paso al resto de la banda a mitad del tema, que permanecería junto a los dos capitanes de este barco hasta el final. Con Alfonso Luna, David “Libi” y la nueva incorporación a los teclados de Guillermo García ofrecieron una segunda parte del concierto donde rugieron las guitarras eléctricas y convencieron con esas melodías aparentemente fáciles pero cargadas de detalles. A la frescura de “Mentes maravillosas” le siguió la calma inicial de “Otras Vidas” para luego virar a ese final abrupto y sin frenos. “La Resistencia” emocionó como siempre con su interpretación sentida y “Fuego” volvió a demostrar que es uno de los temas más logrados del anterior trabajo de la banda “El Comportamiento Privado”. Y es que entre las canciones de este disco y las de “El Amor y las Mayorías” versó prácticamente todo lo que quedaba de show con “Suerte y Relámpago”, “Midas”, “Más Madera” y el fin de fiesta con la fantástica “Escapatoria”, que puso a todo el mundo de pie para despedirles. Al grupo se le veía emocionado y hasta invitó a los asistentes a seguir la fiesta en los míticos locales de la ciudad Bar Bacharach y La Lata de Bombillas. También tuvieron palabras para el grupo con el que compartían cartel, donde se encuentra su anterior compañero Edu Baos, y animaron a todos los presentes a prestar mucha atención al que ellos mismos calificaron como “uno de los mejores grupos que hay actualmente en España”, algo que ya sabían muchos de los presentes que los esperaban con ansia, mientras que otros lamentábamos que Tachenko no pudieran alargar un poco más su gran noche, aunque con esta escasa hora y media ya habían demostrado con creces que lo suyo es dominio de las tablas y amor por las canciones bien hechas, disfrutadas encima y debajo del escenario. Un auténtico regalo que en el marco incomparable del Teatro Principal se convierte en un privilegio para propios y extraños.
Mientras cambiaban el escenario el público se agitaba. Se notaba que muchos estaban esperando a León Benavente y yo, que había oído maravillas de éstos pero que nunca los había visto en directo ni prestado demasiada atención a sus singles de éxito, esperaba expectante pero no demasiado convencido de que fueran a conquistarme. Sin embargo, estaba muy equivocado. Cuando el telón subió, las luces del escenario comenzaron a parpadear al ritmo de la base metálica de “Tipo D” y mi percepción cambió por completo. Abrí bien los ojos para ver ese exceso lumínico y los oídos para adaptarme a ese derroche de potencia y supe que el concierto no me iba a dejar indiferente y merecería la pena. En cuanto Abraham Boba recitó las primeras frases de la canción y se empezó a contonear por las tablas me cautivó. Ya no pude cerrar la boca de lo absorto que me dejó con su descaro y provocación intencionada. León Benavevente venían a presentar su último EP “En la Selva” y efectivamente sonaron de éste “Se mueve” y “Maestros antiguos”, pero el repertorio se repartió equilibradamente entre sus dos largos y a cada canción que interpretaban más arriba parecía que estaban.
El público se levantaba de sus butacas mientras Abraham Boba recorría de un lado al otro el escenario, se tumbaba sobre sus teclados y adaptaba esa pose al cantar que puede recordar por momentos a Iván Ferreiro en pleno éxtasis. Pero Abraham suelta toda su rabia hacia fuera, escupe sus discursos e incluso se permite bajar al patio de butacas y cantar entre la gente. Su carisma es de otro mundo, un auténtico frontman como pocas veces se encuentran. Y el resto del grupo le acompaña perfectamente, eso sí, destacando el papel de Edu Baos, que con su bajo marcado mantiene el pulso de forma precisa y lleva a la banda a su terreno. Las guitarras de Luis Rodríguez acompañan a este bajo que es en definitiva quien impone una base firme, contundente e implacable, y César Verdú a la batería cumple perfectamente con su parte y combina los sonidos pregrabados de la caja de ritmos con los bombos de manera precisa. Ni un tema de los que sonaron en su medido y ajustado concierto sobró. Todos encajaron uno tras otro sin pausa como auténticos zarpazos. Un concierto que antes de los bises no había llegado ni a una hora de duración, pero que había dejado extasiados a todos los presentes. Sin duda suenan a grupo de estadio, convencen con cada nota, consiguen estribillos memorables coreados al unísono con su público y además pueden presumir de una puesta en escena dominada por unas luces estroboscópicas que sobrecogen y acompañan a la perfección la música (aunque desconozco hasta qué punto podrán llevar este montaje a todas sus presentaciones).
Con este repertorio infalible y conciso en duración es inevitable que sean muy demandados en los grandes festivales de nuestro país, pero también es verdad que ahora entiendo los elogios que reciben, pues el mérito de su efectividad en directo lo tienen ganado con creces. Canciones como “La Ribera”, “California” o “Estado Provisional” suenan con mucho más cuerpo que en los discos, tienen otra vida sobre el escenario mucho más impactante, pero sin perder su esencia en el mensaje lírico, que es algo de lo que también puede presumir este cuarteto gracias a unas letras agarradas a la realidad cotidiana y reivindicativas en su discurso. Sirvan como ejemplo otras que también sonaron en el Principal como “Gloria”, “Revolución” o “Ánimo, Valiente”, que puede entroncar estrechamente con la realidad de muchos de sus seguidores. Algunas canciones como “Habitación 615” se convierten casi en un monólogo que aviva la atención del oyente mientras te deslizas en sus sonidos incisivos que no te permiten bajar la atención. Otras como “Aún no ha salido el sol” casi podrían haberse firmado por un grupo techno pop de los ochenta y con temas como “Celebración” comandan el perfecto ejemplo de punk contemporáneo.
Uno de los momentos con más magia de la noche fue la interpretación junto a las voces de Tachenko de la versión de “Suzanne” de Leonard Cohen que el propio Sebas Puente se encargó de adaptar. Una canción que no casaba con el resto del repertorio de León Benavente, pero que dio un respiro a su incombustible show y además permitió que estas dos bandas se unieran por un instante mostrando así su respeto mutuo y su buen hacer. Al fin y al cabo este concierto era una celebración y detalles como éste permiten que se haga realidad una sincera camaradería entre estos grupos que compartían algo más que el cartel de esta noche. Cierto es que a la versión le faltó algo de fuerza y que no se pudo apreciar bien la adaptación al castellano de este clásico del canadiense, pero igualmente mereció la pena. Y tras setenta y cinco minutos escasos pero contundentes llegó el cierre del concierto con “Ser Brigada”, que se convierte por derecho propio en un canto generacional para el momento presente a la vez que funciona como insignia de un grupo que todavía dará mucho que hablar.
De esta manera terminó una velada que esperaba con muchas ganas por ver a mis paisanos de Tachenko a los que cada día admiro más, permitiéndome constatar el buen hacer de estos músicos. Pero a la vez me regaló una sorpresa única, el descubrimiento de una banda que no esperaba que consiguiera atraparme como lo hizo, aunque sinceramente ¿quién puede quedar indiferente ante el descaro provocador de León Benavente?