Por: Sandra Sánchez
Cuatro palabras inmensas, las del título del nuevo álbum de la irlandesa Imelda May, que muestran así, a quemarropa, el contenido de su disco. Estamos ante el quinto álbum de estudio de la cantante, el primero desde 2014. Tres años en los que su vida ha dado una vuelta de tuerca enorme que vierte en este trabajo absolutamente rompedor para ella y cien por cien emocional. Un disco desbocado de amor y desamor, no apto o al contrario, apto del todo, para corazones sensibles.
Comienza con "Call Me", una delicada balada que da cuenta ya del carácter intimista del álbum, a la que sigue el primer single, "Black Tears", de una elegancia clásica incontenible y en el que colabora nada menos que Jeff Beck, con un sonido de guitarra que eleva la intensidad de la canción hasta el infinito. May la escribió mano a mano con Angelo Petraglia (Kings of Leon) y según cuenta la artista cualquier mujer se sentirá identificada con la historia, que evoca cómo se sintió ella después de un difícil adiós sentimental.
El atractivo de la voz de Imelda se vuelve desgarrador en "Should´ve been you", para convertirse en sensual en "Sixth Sense", sus registros parecen no tener fin. De hecho, si muchos piensan en esta artista como en una cantante de rockabilly, esa realidad quedó muy atrás. En este álbum se mueve con una solvencia pasmosa en todo tipo de géneros, desde el soul al blues pasando por el jazz o incluso el rock, con algún viejo deje country, como en "The girl I used to be" o en la energética "Human", que la hace reconocible y siempre es bienvenido. Mención aparte merece "When It´s My Time", blues íntimo con el piano del maestro Jools Holland, precisamente el descubridor de Imelda, que emociona hasta lo indecible.
La fuerza de "Bad Habit", de "Leave Me Lonely" o de "The Longing" nos presentan a una mujer herida pero poderosa, capaz de todo, lo que deja un halo de energía positiva en el ambiente al completar la escucha del álbum.
"Life. Love. Flesh. Blood." es más nocturno que diurno, más del planeta de los sentimientos que del de los sentidos, provoca inevitablemente emociones. De hecho, la artista ha comentado que hacerlo ha sido para ella pura terapia y conseguir algo así supone entregarse a tumba abierta, sin tapujos; en sus palabras, “como escribiendo un diario que todo el mundo va a leer”. Esta terapia sin duda se hace extensible a cualquiera que se acerque al disco, porque las sensaciones que transmite son salvajes. Lo dice la propia Imelda, algunas de sus canciones no cuentan mucho, pero lo revelan todo.