Por: Artemio Payá
Viviendo en este país en el que el rock and roll tiene un protagonismo casi residual y es siempre considerado un estilo menor es curioso y muy gratificante comprobar que hay ciertas bandas que, con un estilo aparentemente alejado de los gustos de la mayoría del personal, gozan del beneplácito del público y son capaces de poder vivir de ello llenando salas de medio y gran aforo (lo de vender discos mejor lo dejamos). Se me ocurren a bote pronto los casos de Los Coronas, Toundra o los protagonistas de esta reseña que no son otros que Guadalupe Plata y que acuden fieles a su compromiso de entregarnos nuevo material cada dos años.
Hacer una crítica de un disco del trío andaluz vale para poco porque a estas alturas de la película ya todos sabemos lo que nos vamos a encontrar y desde luego en este trabajo sus señas de identidad están ahí, aunque si bien es cierto que en este caso han abandonado un poco el terreno polvoriento y se adentran en la tórrida noche, más expansivos y relajados, menos directos, parcos en palabras y más de sonido envolvente recordándome en ciertos aspectos al fabuloso disco de Pelo Mono, el proyecto paralelo de Pedro de Dios.
Y es que aquí más que nunca la protagonista absoluta es la guitarra, las seis cuerdas huelen a años 50, a delta blues, a Poison Ivy, a western, a Link Wray y todo ello tocado con una clase que tira de espaldas. Es difícil destacar un corte entre otros, quizá la versión de Violeta Parra (“Que he sacado con quererte”) con la que abren fuego pero más bien por el efecto sorpresa, ya que a mi modo de ver se trata un disco de conjunto dónde alternan sonidos clásicos del combo (“Miedo”, “Perro de Vieja” o “Demasiado” ) con deslumbrantes y pausadas piezas para perderse y disfrutar (“Navajazo”, “Preso”, “Nido de Avispas” o “Almería”). Es debido a ello, a la gran cantidad de instrumentales y a que en este caso han optado por temas más tranquilos por lo que quizá sea su álbum menos directo y más complicado cosa que no significa que sea el peor sino todo lo contrario, la gran variedad de matices y de recursos a la guitarra hacen de él su disco de más largo recorrido. ¡Chapeau!