Por: Javier González
De una manera calmada la carrera de Miqui Puig continúa transitando de manera acertada y elegante, aportando a su discografía personal trabajos reposados en los que es fácilmente rastreable el sello de calidad de un estudioso musical, convertido en melómano empedernido.
Buena prueba de ello es el último trabajo que firma como “Escuela de Capataces”, en el que el artista catalán desgrana una serie de textos con aroma cercano, toques literarios y un sentido de pertenencia al clan, a la comunidad, esa que conforman sus amigos, familia y las historias cotidianas, desde la perspectiva de un músico felizmente maduro y relativamente nostálgico
Como no podía ser menos, concretamos una cita con Miqui en Madrid, con la intención de que su locuacidad y cercanía nos brindaran una gran entrevista. Evidentemente, tratándose de un artista con sus tablas y recursos, no nos decepcionó.
Han pasado nueve años desde tu anterior disco, “Impar”. Y siete desde “Homenaje a Barcelona”. ¿A qué ha dedicado éste tiempo Miqui Puig?
Miqui: La verdad es que el tiempo pasa realmente deprisa y desde fuera puede dar la sensación de que musicalmente no has hecho nada. Realmente he estado cinco años haciendo radio diaria, entrevistando a grandes músicos como Jaume Sisa, Karl Bartos o Lloyd Cole, además de a todas la bandas que se dejaban caer por Barcelona. También montamos un espectáculo donde versionábamos a grandes como La Buena Vida, Radio Futura, Gabinete Caligari o 091, entre otros. El repertorio era intenso, con un gran montaje en mitad de una crisis brutal, con una banda de cincuenta músicos. Veníamos de “Impar” que era un trabajo que estaba tocado por la sobreexposición mediática que tuve durante una época. Ahora he estado un tiempo tomando notas y madurando una idea que es “Escuela de Capataces”. Todo esto me ha servido para saber dónde quiero ir y quién quiero ser. Es un disco que refleja muy bien quién soy y la cantidad de referentes que tengo. Hablo de Acid House y de morcillas, algo sencillo, igual que luego hay temas con otro componente más literario. Es mi mundo y a veces es una putada, ya que no siempre es sencillo conjugarlo. Aunque mas allá de eso es enriquecedor y me consta que llego a cierto sector de gente. Hace no mucho me decía un chico que yo era suyo por lo que mi música le había hecho sentir. A mí es de esas cosas que me superan. Es halagador. Como cuando me ha aparecido algún fan tatuado con una canción mía.
Si te digo que pese a toda la ausencia de éste largo período las canciones me suenan muy familiares y cotidianas. ¿Qué me respondes?
Miqui: Hubo un momento en que Julián Ruiz me dijo que debía hablar de mí, de lo que me gusta, de que era un tipo gordito. En “Colección de Favoritas”, con Los Sencillos, comencé a hacerlo hablar de una Barcelona determinada. “Casualidades”, está más centrada en una vida de club, de perder cosas. “Impar” tiene ese toque de un mundo confuso, salía en la tele, en una primera plana sin quererla. “Escuela de Capataces” es hablar de lo que me emociona, de que este es mi espacio y mi tiempo, quizás sea por eso que te suena cercano.
En “Los Módena” hablas de ideales y enemigos… ¿A qué quieres hacer referencia con ese corte? ¿Hay mucho de espíritu mod en él?
Miqui: “Los Módena” somos algunos ex-mod que nos dedicamos a hacer vinagre. En Vilanova de la Geltrú la expresión hacer vinagre es totalmente localista, quiere decir malmeter y rajar de otros. De allí son bandas como La Brigada, Tokyo Sex Destruction, Biscuit. Toda ésta pandilla de la que somos fans nos reunimos allí. Es un club donde los enemigos y los ideales son relativos. Es un tema que habla del clan, que en nuestro caso está relacionado con la música. Seguro que a ti también te ocurre que eres muy talibán de algo muy concreto. Antaño hasta editábamos un fanzine donde hice un artículo en el que hablaba de mi primer clan. Donde aprendí ética y estética. Donde conocí gente más mayor, muy en la línea de “El chico que gritaba Acid”, que me enseñó unos valores, que no son mejores ni peores que los de nadie que ahora me definen. Así soy yo y así me muevo, con sus cosas buenas y malas.
A lo largo de las reseñas y entrevistas tuyas que he leído hay muchas referencias a Décima Víctima en el disco, una banda que me encanta aunque no tuviera ni mucho recorrido ni un gran éxito.
Miqui: Para mí Décima Víctima es el paradigma de una banda. Carrera escueta, no demasiados discos y un sello personal que hoy suena fresco. Nunca sabremos qué hubiera ocurrido de haber seguido, quizás hubieran llegado muy arriba. Décima Victima y Ciudad Jardín son dos de mis más grandes referentes, sin ser bandas mayoritarias.
Quizás de haber sido más conocidas, la gente no las citaría como bandas de culto. Ya sabes los caínitas y escasos amigos del éxito que somos aquí.
Miqui: Mucha gente se pregunta: ¿Está bien cuando una banda se hace mayor? Sí, ya que tiene un gran éxito y llega a mucha gente, algo que nos ocurrió también a Los Sencillos, aunque también vivimos cómo funcionaba. Nosotros éramos raros en el mainstream y lo pagamos, aunque hicimos cosas muy chulas. De haber seguido escribiendo “Bonito Es” cada dos años, hubiéramos llegado a más gente. De todas formas gracias a todo aquello todavía tengo un peso, un nombre y un calado a día de hoy en el mundo de la música. Vivimos cómo funcionaba el mainstream, descubriendo que aquello no era para nosotros.
¿Cómo surgió una canción con ese toque decadente y melancólico que tiene “El Sastre de Genestacio”?
Miqui: Esa es una de mis canciones favoritas del disco, me temo es de las que más va a ir ganando con las escuchas. Marc y yo nos reuníamos buscando la inspiración cada tarde. El día que la hicimos era el 20 de Noviembre, aniversario de la muerte de Buenaventura Durruti. Estábamos además en el municipio donde vivía él, así que le pusimos “idea Durruti”. Más tarde me acordé de Genestacio, es el pueblo de mi chica, en León, me parecía todo muy evocador. Es la historia de un señor mayor que envidia cómo le quedan los trajes a los chicos más jóvenes, entonces él les ánima a que innoven y sean transgresores. El demanda que sean auténticos algo que echo a faltar hoy en día.
En el “Chico que Gritaba Acid” cantas entre otras lindezas No Hay Futuro y en “Nuevo Rock Americano” hablas de un tiempo de pelea… ¿Este es el Miqui más descreído y crudo que jamás haya escrito?
Miqui: No sé si descreído… quizás conformado. Me refiero al hecho de que al final te das cuenta de que hay cosas que es difícil que cambien. Sé que hay cosas que se han integrado en el ADN y se tienen como ciertas. Por eso también hay momentos en el disco en el que los personajes quieren arreglar las cosas arremangados. Hay un viraje literario hacia el honor en las canciones. Hay textos inspirados en Goytisolo o García Hortelano. En el fondo es un disco al que si tuviera que buscarle un sabor sería el de una buena Ginebra.
Entonces quizás por las referencias y el toque reflexivo le guste a Loquillo.
Miqui: Es un disco que quiero que lo oiga Loquillo. Lo va a entender. Es un trabajo muy de clan.
¿En algún momento de tu carrera te ha importado lo más mínimo la fama?
Miqui: En el año 92 en las fiestas de La Mercé tocamos ante sesenta mil personas, recuerdo que visualicé a mi pandilla, les miré y tuve la sensación de tocar para ellos. El motivo es sencillo, nunca sentí que realmente cuadraran los números. Tanta gente en los conciertos y luego de royalties te llegaban cinco mil discos vendidos. Nunca me he creído un gran artista, ya que soy hijo de un agricultor y una ama de casa, he disfrutado de todo lo bueno que ha ocurrido siguiendo mi camino. Nunca rendí pleitesía a nadie y seguí haciendo las canciones que creía que tenía que hacer, renunciando con ello a un éxito que me exigía ciertas servidumbres. Tengo claro que la obsesión por la fama no lleva a ningún lado.
Por cierto, Miqui…observando el panorama histórico de bandas de Barcelona, nunca he tenido claro si Barna era rocker, mod e incluso indie, dado la tendencia de los últimos años.
Miqui: Sinceramente…a mí la banda que más me gusta de Barcelona es El Ultimo de la Fila… hubo una época en que no se podía decir ya que algunos te miraban raro. Algo similar me ocurre con Gabinete Caligari, de los cuales me interesan todas sus etapas e incluso canciones menos conocidas para el gran público como “Haciendo el Bobo” o “Queridos Camaradas”.
En unos meses, cuando comience toda la gira de presentación del álbum. ¿Dónde te gustaría ver el nombre de Miqui Puig?
Miqui: El otro día mi manager me decía que en ésta ocasión hay una gran diferencia y es que tenemos un plan. Quiero tocar en salas y en festivales. Quiero que mis músicos estén contentos a mi lado como lo han estado hasta ahora, ya que queremos seguir siendo un clan. Sé que no es fácil. La situación no es nada sencilla. Sé que sonamos muy potentes en directo. Los músicos seguimos una línea recta y hay que buscar una nueva onda. Veo a gente que venía de grandes grupos como Coque Malla o Iván Ferreiro, que está resituándose y esa es mi idea. Aquí no ha ocurrido como en Francia, no se ha fomentado el respeto al artista. Hasta hace no mucho no se dejaba que los músicos se hicieran mayores. Creo que ese es el camino, crecer como artista.