Por: Artemio Payá
Habrá quien piense que cualquier tiempo musical pretérito fue mejor y desde luego no seré yo quien les quite la razón, pero para los amantes de los sonidos más crudos de los años sesenta que guardamos como oro en paño la caja Nuggets es un placer acercarse a los oídos el material que están editando bandas jóvenes como Mystic Braves, The Mystery Lights o los que en estas líneas nos ocupan: The Molochs. Poner la aguja en los surcos de “America’s Velvet Glory” supone un más que agradable viaje temporal a aquellos años donde no sólo encontramos los ingredientes típicos de este sonido sino que además nos topamos, que es de lo que se trata al final, con un buen puñado de buenas canciones. Todas ellas están compuestas Lucas Fitzsimons, un bonaerense criado en el South Bay de Los Angeles que con 12 años y en un viaje a Argentina a visitar a su familia se encuentra con una desvencijada guitarra española en el sótano de sus abuelos. Aporreando sus trastes es donde siente el veneno del rock, ya que nada más aterrizar en California se hace con una eléctrica y comienza a guerrear con sus primeras bandas de adolescente hasta que después de un iniciático viaje a la India en 2012 vuelve con la idea de comenzar de cero montando algo con su colega Ryan Foster. Después de un casi-inencontrable primer álbum autoeditado ( “Forgetter Blues”), The Molochs son fichados por la prestigiosa escudería Innovative Leisure para su segundo trabajo, bajo la tutela de Johnny Bell y donde nos entregan una coctelera de garaje rock a ritmo de Farfisa, a veces salpicado de folk y otras enrabietado con fuzz.
En esta época de la música en streaming y de la masiva oferta a la que nos enfrentamos cada vez que abrimos el ordenador es necesario que la cosa te atrape desde el primer momento y no te vayas a otra cosa, y ellos lo consiguen con nota: en “Ten Thousand” tiran de manual comenzando con una eléctrica desnuda que garabatea encima de un timidísimo órgano para dar paso a una batería que atruena como si estuvieras en Sunset Strip en el 67 y una voz cuyo aliento clama pelea. La cosa no decae con lo que viene después como por ejemplo en la resultona “No Control” que suena como si imagináramos a Bob Dylan de parranda con los Seeds; la folkie y Stoniana “Charlie’s Lips” dónde lo peor es su letra tontorrona o las lisérgicas “”That’s the Trouble With You”, “I don’t love you” o “Little Stars”. Como buen disco de garaje que se precie no están faltos de certeros pepinazos como las Velvetianas “The One I Love” o “New York”, el garajazo de “No More Cryin’” hecha para descoyuntar caderas o “You and Me” dónde reviven a los Byrds más rockeros.
Al final, te zampas los once cortes en un santiamén y eso es una buena señal. No olvidamos claro que estamos ante un ejercicio de estilo pero ojo porque aquí se mantiene el tipo durante todo el minutaje y en ningún momento tenemos sensación de aburrimiento. No sólo eso sino que en algunas de sus canciones la cosa se sitúa incluso por encima del notable. En definitiva, para todos aquellos amantes de los sonidos más garageros ésta es una de esas ediciones que sin duda resalta por encima de la medía. Habrá que ver que tal es su puesta en escena, en este caso y como siempre será en el Primavera Sound un festival que es pionero a la hora de traer este tipo de artistas que no han girado anteriormente por nuestro país.