Por: Sandra Sánchez
Con una juventud insultante, una voz de tabaco negro y una maleta llena de canciones se presenta Lucas Colman, mostrando en su primer disco once temas pensados, trabajados, bien instrumentados y en los que dice todo lo que quiere decir. Las próximas semanas estará presentándolos en una gira por todo el país; las fechas, en lucascolman.es
“Tengo electricidad en las venas”, apunta sobre sí mismo. Y nos lo creemos. Este álbum debut despide energía, estamos ante un artista que despega y que llegará quién sabe hasta dónde, pero lejos, seguro. Esperando nada, arriesgando todo.
El disco comienza con "W.L.", un rock guitarrero americano, de estribillo pegadizo ("quiero cada noche un poco más, cada día un poco menos") y continúa sin quitar el pie del acelerador con "En el fondo del vaso", cediendo protagonismo al saxo; para arrancar el tercer tema, "Puntos finales" con un solo de piano.
Hay espacio para los medios tiempos y las baladas. Destaca sin duda "Trayectorias", una preciosa canción, de alto nivel poético y emocional, un tema de amor en toda regla, como sólo los hacen los rockeros. También en esa línea tranquila se mueve "Coraje embotellado", ("todos quieren acabar con la barra del bar y enamorados"). Este tema recuerda a las baladas de Leiva y también entre las referencias de Colman se hacen notar Quique González (imposible no pensar en el músico madrileño al escuchar la fantástica "Cenizas de un incendio provocado"), Lichis o Rulo.
Las últimas canciones dejan una sensación de nocturnidad y en concreto la última, "Incendio emocional", cierra el trabajo en todo lo alto, con una atmósfera de guitarras densa e intensa. Este primer disco desborda actitud, tiene clase, adrenalina y un punto de romanticismo, de restos de inocencia. Es un gusto escucharlo y se nota que está escrito y cantado por alguien que, como el propio Lucas dice, “quiere sentir el abismo de cerca”.