Sala BUT, Madrid. Jueves, 23 de marzo del 2017
Texto y fotografía: Oky Aguirre
Texto y fotografía: Oky Aguirre
Según rezaban los carteles distribuidos por toda la sala BUT, acerca de la absoluta prohibición de encenderse tan siquiera un cigarrillo, estaba claro que la noche prometía. Sobre todo porque íbamos a asistir al concierto de Lee Perry, auténtico pionero de aquello que llaman reggae, siempre ligado a los humos celestiales.
Desde los años 50, Lee Perry ha sido una de las piedras angulares en el reggae, sobre todo en labores de producción, primero en los míticos Studio One del mafioso Coxsonne Dodd, para más tarde formar su propio sello Upsetter Records, lo que le abriría las puertas al mundo tras firmar un contrato de distribución con el sello inglés Trojan Records, logrando su primer éxito con el álbum de 1969 de Lee Perry & The Upsetters "Return of Django," que se convirtió en un hit en Gran Bretaña. Después de pelearse con todos, decide montar su propio estudio –más bien santuario, que más tarde quemaría al creer que Satán vivía en él- Black Ark, en donde daría forma al fenómeno dub, del que se puede afirmar que es su auténtico creador. Gritos, derrapes, sonidos guturales, sacados de árboles, pajaritos o metales varios…. Ese es Lee Perry. Un simpático abuelo de 81 años que ha producido a Bob Marley & The Wailers –fue el que le dio la bofetada para despertar y dejar de lado aquella faceta soul, ska y doo-woop que Bob amaba, para adentrarse en el mundo de las Positive Vibrations, lo que quedó reflejado en aquellos dos primeros discos producidos por Lee, auténtica actitud rastafari, con el clarificador mensaje de la “Rebel music”. Paul McCartney, Briano Eno, The Clash o Beastie Boys son algunos de los artistas que han pasado por las manitas de Perry, figura posteriormente clave en los sonidos de vanguardia de los 90, como el dancehall y la electrónica, colaborando con U-Roy, Big Youth o Dennis Alcapone.
Al igual que en su anterior visita en el Joy Eslava en 2009, Perry apareció lentamente por el pequeño escenario vestido con chaqueta larga de difícil descripción, repleta de referencias a Haile Sellassie, Conquering Lion, Jah Rastafari o Babilonia; al igual que su gorra, a la que en su pasado concierto le salían luces, esta vez eran chapas y espejos. Su figura diminuta se engrandece por las enormes zapatillas y por el rostro del León de Judah que viste su camiseta. Acompañado por unos excelentes músicos, cómplices desde el primer momento, haciendo predominar esos graves tan característicos del dub, se vio que el concierto iba a ir por los caminos del reggae-roots más primitivo, aquél que Perry denominó como el “heartbeat”, que no es más que el sonido de tu corazón trasladado a la sección rítmica, lo que encajaba perfectamente con el latir de una sala abarrotada, quizás más expectante por ver en persona a His Majesty Perry (parece la viva imagen de Haile Sellassie) que por escuchar su selecta música.
No había hecho más que empezar el segundo tema cuando el que podría ser nuestro abuelo decidió hacer magia, sacando del bolsillo interior un enorme “joint” que se encendió sin reparo alguno. Fue el inicio de la ceremonia que estaba por llegar. Para ello, se encargó de parar el concierto después de que un inconsciente miembro de la organización apareciese en el escenario ordenándole apagar lo que para Perry es como el oxígeno –no me habría gustado estar en el pellejo de ese tipo-. Lo que pasó en las casi dos horas siguientes fue toda una celebración al reggae, en las que Perry alternaba speachs con su incomprensible inglés jamaiquino -algo así como un dialecto marciano- abarcando un repertorio con temas de todas sus épocas, Marley y “Upsetters” incluidos, por lo que a veces te daba la sensación de estar escuchando la misma canción, enseguida diluida por las dotes de Perry como improvisador: ¡¡Soy el Anticristo!! gritaba mientras un gran crucifijo asomaba en su mano durante todo el concierto; ¡¡Ganjah Live!! vociferaba mientras pasaba el canuto a un público entregado, cigarrillo de la risa que anteriormente había sido consagrado ante la vista de todos, responsables de la sala incluidos.
Y así, entre canción y canción, risotada tras risotada, fueron dos veces las que Perry tuvo que aparecer para entregarnos dos bises gloriosos, tras los gritos de un público parecido al de AC/DC en cuanto a fervor se refiere. Lo que en un principio parecía iba a ser un concierto más de una vieja gloria, lleno de achaques y mala hostia, en una sala inconcebible para menesteres como el reggae, se transformó en algo inolvidable que no se volverá a repetir. Sobre todo en una sala como el BUT, en la que aún hoy deben estar ventilando.
Haciendo un juego de palabras y aprovechando la muerte de Chuck Berry, se podría decir que Lee Perry es Chuck Berry. Unos de los Reyes, Padres y Pioneros del Reggae.
Si “Johnny. B. Goode” es el himno del rock´n´roll, temas como “Sun is shining”, “Small Axe, “Duppy Conqueror” o “400 Years” forman parte del repertorio esencial de este género sacado de las raíces. Y los que estuvimos allí podremos decir, cuando veamos su obituario: ¡¡Yo vi a Lee Perry!!!