Por: María Solano Conde
El disco nos invita a entrar en él con “Les coses”, cuyas corcheas iniciales suscitan una suerte de déjà vu sonoro (¿un “déjà entendu”?) evocando a “Jean-Luc”. Pero nos equivocamos si damos por hecho que nos espera un “Bed & Breakfast 2” o cualquier otra manera de hacer lo mismo y vestirlo de manera que parezca que mejoran con el tiempo, como cantan en “El seu gran hit”. Con “Un estrany poder” (2017), Els Amics de les Arts consiguen la proeza de evolucionar en el contenido y en el estilo sin perder, no obstante, la esencia de sus trabajos anteriores.
En este proceso ha sido fundamental un quinto “amic”: Tony Doogan. El escocés ha sido el encargado de la producción, grabación y mezcla, y por tanto el responsable en gran medida de que el disco suene como suena. Fue él quien, respetando la naturaleza de las canciones, consiguió llevarlas a su propio límite, no dejar ningún recoveco sin examinar. Los ejemplos más claros de ello son “La llum que no se’n va” y la kafkiana “El vent tallant”, en las que la colaboración de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC) refuerza su atmósfera épica, como de banda sonora de peli americana. Transitan por ese camino intimista en otros temas como “Casa en venda”, donde se recrean con la nostalgia de la casa familiar de los veranos, y sobre todo en “Un estrany poder”. La canción que da nombre al disco es la más densa y sugestiva, y a través de breves escenas que coloca en la imaginación del oyente le invita a reflexionar sobre la esperanza y el optimismo casi irracional.
Pero no todo es crudeza, ni mucho menos. Si bien abordan las letras desde una perspectiva algo más madura, no por ello renuncian a los ritmos más ligeros y al regusto festivo de temas como “Suïssa”, “No ho entens” y la autoparodia “El seu gran hit”, en la que se caricaturizan a sí mismos empleando para ello las críticas de la prensa y o de los “haters” (los odiadores, que diría la Fundéu); una especie de “roast yourself” de estos que tan de moda están entre los jóvenes, en el que dicen cantar como hienas o haber venido a robarnos las mujeres. El humor, en efecto, sigue presente; aunque sea en una vertiente más negra, como es el caso de “Salvador”, donde un viaje del Imserso aparentemente anodino se acaba truncando para todos.
Tampoco faltan las referencias cinematográficas y culturales, características de sus discos anteriores; ya sean implícitas, como en la persecución de película de “30 dies sense cap accident”, o más explícitas, como en “Apologia de la ingenuïtat”, una reivindicación de los días en los que no pasa nada con alusiones a “El club de los poetas muertos”, pero también a Walt Whitman, Händel y Lord Byron. A esta apología de la ingenuidad la sigue la apología de la normalidad; más en concreto, de los pretendientes normales. Es “Primer en la línia successòria”, la historia de un tipo que nunca destacan pero que siempre está ahí. Y aunque una siempre trata de eludir las comparaciones recurrentes que no aportan mucho, en este caso resulta inevitable reconocer el parecido entre el monólogo final de la canción, a cargo de Joan Enric Barceló, y el de “Jo competeixo” de los también catalanes Manel, aunque el que nos ocupa es mucho más breve.
Dani Alegret, Joan Enric Barceló, Eduard Costa y Ferran Piqué siguen siendo unos grandes contadores de historias y creadores de himnos, que combinan historias surrealistas con situaciones que le podrían ocurrir a cualquiera -a nada que uno se mueva un poco por ahí, que diría Karmelo C. Iribarren. “Un estrany poder” es un disco que invita a sumergirse en él desde la primera escucha para ir descubriendo, poco a poco, el ingenio de sus letras y su riqueza de matices.