Por: Javier González
Fotografía: Diego Garnés (El Backstage Magazine)
Toda vida que se precie debe ser entendida con un punto de riesgo, emoción y vitalidad. De cuando en cuando es sano plantearse un salto al vacío. Darse un chute de adrenalina y sentirse vivo, saber que el partido está en juego y que uno tiene opciones reales de llevárselo. La moneda saltará al aire y solamente hay dos opciones. La cara y la cruz. La cogida o quizás la anhelada apertura de la puerta grande, la que premia a los grandes; a aquellos que saben sufrir, jugársela y mirar con aspecto de ganador aunque vayan de farol.
Cuando el pasado Sábado accedimos al interior de la sala Joy Eslava, con la suficiente antelación como para que el atasco de la gran ciudad no nos jugara una mala pasada, tuve la gran satisfacción de comprobar como en su momento, hace bastantes años atrás, había apostado sin ser muy consciente por un caballo ganador; una banda de singular nombre, escasamente conocida, que paso a paso había conseguido el objetivo hasta acabar colgando el cartel de “no hay billetes” en una de las salas emblemáticas de nuestra ciudad, la que con su lleno marca el ascenso definitivo a la primera división de la música estatal.
Fue en una mañana indeterminada cuando abordé en la O´Donnell a unos cuantos chicos que venían de promo con su primer disco a Madrid, bajo la tutela del siempre profesional y atento David Maldonado. Se hacían llamar Varry Brava, vestían de una manera totalmente llamativa, extravagante y con cierto toque hortera; entre risas y más que buen rollo hablaban de recuperar ciertos sonidos en desuso desde una perspectiva fiestera y hedonista. Escuché su disco, les entrevisté y en su presencia auguré un futuro más que prometedor por su peculiar personalidad y por el morro que se gastaban en cada una de sus intervenciones.
Varios años más tarde allí me encontraba, viendo como la vieja Joy se iba llenando lentamente de una chavalería joven en su mayoría, ansiosa por ver a los tres murcianos, mezclada con algún que otro veterano de la escena ávido de sensaciones frescas y divertidas, hasta que las luces se desvanecieron a las nueve de la noche, momento en que los miembros de Varry Brava hicieron acto de aparición en el escenario, recibiendo el calor de su público desde el segundo uno. Observando emocionados desde lo alto del escenario lo que ocurría abajo quizás sorprendido ante el aluvión de flashes y luces en un lleno histórico para ellos que, entre otras cosas, marcaba el pistoletazo de salida de la gira de presentación de su “Safari Emocional”.
Comenzaron con el ritmo lento y acogedor de “NingunoDos” en lo que sería un recorrido con parada obligada en cada uno de sus trabajos, demostrando que tiene más repertorio del que en un primer momento se les pueda presuponer.
A la cita no faltaron canciones como “Entre el Cielo y el Mar”, la festiva “Sonia y Selena”, “Los Amantes”, “Flow” y “Vietnam”, que se sobredimensionó al contar con el acompañamiento de una sección de vientos, demostrando que el tono festivo y la elegancia están muy bien hilvanados en su caso; del mismo también tocaron “Club” y “Callada”, ésta última sirvió para abrir de una manera intima el bis que marcaría el comienzo del fin de la velada.
De sus discos anteriores sonaron la aceleradas “Oh, Oui Oui” y “Fan”, de la mano de “Fantasmas” y “Miedo”, volvimos a la España de la ruta del bacalao en toda una vacilada de la banda; “Fiesta”, fue muy coreada por el público por su carácter festivo, ante las evidentes invitaciones al descontrol marcadas por Aarón, con una estética imposible, y Óscar, secundados por un más comedido Vicente.
No faltaron a la cita temazos como “Reina” y “Playa”, sin duda una de las favoritas de su parroquia; también hubo una mirada a sus composiciones iniciales como “No Gires”, coreada al unísono por toda la sala, “Calor”, otra de las que más se disfrutaron con una Joy entregadísima a la emoción de los Varry, “Disco”, con ese estribillo tan acertado que cita al mítico Pino D´Angio, y marcando el final de fiesta con “Radioactivo”, con ese arranque tan cercano a “Aquella canción de Roxy” de La Mode.
Sin casi darnos cuenta la fiesta remember que nos habían propuesto los Varry había tocado a su fin. Ahí estaban, abrazados, sonrientes, recogiendo el calor de un público que les recibió con los brazos abiertos, dándoles el sí definitivo. Habían saltado al vacío, cerrando fecha en una gran sala en la que no habían tocado con anterioridad, y abajo, rompiendo la pista a base de su pop electro ochentero de sangre caliente, había casi mil personas que no solo les habían librado de chocar contra el suelo, dándoles el visto más que bueno a sus canciones festivas y emocionales, bailables y tan decididamente horteras como elegantes e incontestables.
Bienvenidos a la primera división chicos de Varry Brava, en “Callada” cantáis “O no parece que lo bueno se acaba”… todo lo contrario creemos que lo bueno acaba de comenzar.