Por: Kepa Arbizu
Sorprende que una carrera compuesta desde un primer momento por episodios de un nivel altísimo no haya sido suficiente aliciente como para hacer que Tift Merritt asome definitivamente entre aquellos nombres realmente significativos en el contexto del sonido de raíces. Sin más remedio que aceptar dicha situación, nos encontramos ante la tesitura de que una vez más ha vuelto a grabar un disco excelente, como es este último “Stitch of the World”, lo que por cierto no parece que vaya a suponer un revulsivo para su perfil “popular”. Dejando en un segundo plano dichas injusticias, ante lo que nos encontramos es el reflejo de una intérprete descomunal y totalmente afianzada en sus formas y en su capacidades.
Para dedicarse a este nuevo trabajo la cantante norteamericana decidió parar el sofocante ritmo derivado de su gira entorno a su anterior “Traveling Alone” y tomarse un tiempo alejada de todo ello, para hospedada en un rancho, consagrarse a la composición y de paso hacerlo mirando hacia los acontecimientos que estaban sucediendo a su alrededor: fin de su matrimonio, la llegada de los cuarenta los años, embarazo… Todo ello da validez en esta ocasión a ese tan manido calificativo de disco personal e íntimo. Algo que sin embargo, y dada su contrastada pericia para plasmar en sus textos los altibajos emocionales, supera con mucho la fotografía de un mapa de cicatrices propias para alcanzar una reflexión global mucho más apetecible.
En la consecución del resultado alcanzado por estas nuevas composiciones hay que señalar como decisiva la elección de los protagonistas. Si entre ellos destaca como no puede ser de otra manera el genial guitarrista Marc Ribot, no hay que desdeñar a otros habituales en grabaciones de este tipo de sonidos como son Jay Bellerose en la batería o Eric Heywood a cargo de la pedal steel. Todos ellos son parte de un elenco que no acaba ahí, porque si hay alguien especial, por su significación y por la relevancia de las labores ejercidas (productor, instrumentista y voz), es Sam Beam (Iron & Wine).
Todos los comentados son ingredientes que entran en contacto para configurar un ambiente tan personal como variado a lo largo del álbum. No obstante se abre con un tema como “Dusty Old Man”, sujeto sobre una base sonora que late con fuerte presencia, especialmente en lo relativo a las percusiones, bajo un claro aire setentero con olor a carretera sobre el que se posa la voz delicada de Merritt, a medio camino entre la de Dolly Parton y Emmylou Harris. Un panorama con el que conecta “Proclamation Bones”, ésta alimentada de un deje blues-rock. A pesar de que “Love Soldiers On” late íntima y rasgada con su toque soul, a imagen de una Dusty Springfield contemporánea, y que “Heartache Is an Uphill Climb” comienza sobria y sobrecogedor, aquí con las lecciones de Joni Mitchell aprehendidas, para terminar despuntando, son varios los temas que se sitúan en un escenario centrado en el folk-country. Dicho acomodo sin embargo no significará homogeneización, al ser capaz de presentarse bajo un aspecto melodramático, escoltado por una excelsa instrumentación, en la adaptación de un poema de Raymond Carver, “My Boat”, o ese profundo e intenso espíritu surgido de los Apalaches que esconde la canción homónima.
En la parte final del trabajo se aglutinan las canciones en las que aporta su voz Sam Beam. Las tres curiosamente forman lo que se podría considerar un (mini)conjunto unitario, aunque de nuevo empeñado en ofrecer un diverso muestrario, dirigido por una representación clásica, íntima y nostálgica del género. El primer acercamiento es ya soberbio con la elegíaca, y una perfecta sintonía entra ambas voces, “Something Came Over Me”, mientras que “Eastern Light” se preocupa por aparecerse como un canto más susurrante, pero con mucha presencia, y es en el final, con “Wait For me”, donde se vislumbra un eco más recio aunque con alma bucólica.
En este sexto disco de estudio, difícil de comparar en base a términos de calidad con lujosas pasadas grabaciones, Tift Merritt ejecuta la sana costumbre de erigirse en un ejemplo sobresaliente a la hora de integrar el folk-country tradicional, del que se nutre copiosamente, en un perfil personal y matizado con diversos colores. Otro catálogo de canciones, en definitiva, que encumbran a la tejana como un talento puro del que no había ninguna duda pero que cada vez da muestras de estar más cohesionado y perfeccionado.