Por: María Solano Conde
El mismo lapsus cada vez que me dispongo a escuchar “Vivimos detrás del tiempo que nos sobra”: tiendo a buscarlo con la autoría de Alis, en lugar de Pachi García. Siempre cuesta acostumbrarse a los cambios, aunque sean tan aparantemente triviales como la firma de un trabajo.
Tras cinco discos de estudio, dos recopilatorios y un homenaje a Antonio Vega, así como la composición de numerosas bandas sonoras y tareas como productor y técnico de sonido, decidió que era el momento de reinventarse. Así, le echó el cerrojo a la etapa al frente de Alis y dio paso al primer disco que firma con su nombre (si obviamos el sencillo “Desabrigado”, que le precedió). Con estas credenciales, a ver cómo abordo la crítica del disco sin sucumbir al tópico de que es “su trabajo más personal”.
De lo que no hay duda es de que Pachi ni reniega del pasado ni adopta ningún tipo de cambio radical, hasta el punto de que él mismo se ha encargado de las labores de grabación, mezcla y producción. Aunque no lo ha hecho solo, pues ha contado con la ayuda de músicos y amigos como Marta Sáenz, Suso Saiz, Fon Román, Ale Méndez de Lori Meyers y Juan Pablo Huertas de Caballito de Mar Man.
Los dos años que ha invertido en darle forma son clave en la atmósfera reposada que destila, en la calma que transmite desde la primera escucha. Con un predominio casi absoluto de la fórmula guitarra más voz, y unos arreglos mínimos pero cuidados, demuestra una vez más que la sencillez –que no simplicidad- no está reñida con las buenas melodías.
En sus cuarenta y cuatro minutos destaca el contraste entre los temas más densos, como es el caso de “Si me das”, con la luminosidad de “Vuela”, “Pensando en no pensar” o la canción con la que abre y comparte título. Un contraste que se ve potenciado por la exploración en sus registros vocales, llegando a declamar más que cantar en “Palabras” o en la antes citada “Si me das”, en la que ofrece una tesitura más grave de la que acostumbra a emplear.
También sorprende la duración de algunas canciones, llegando a los siete e incluso ocho minutos, en el caso de la que cierra el disco. Lo que sí se mantiene es el cuidado que pone en las letras, con frases pulidas y cuidadas que sondean las relaciones personales y los sentimientos, propios y ajenos. Letras que, a diferencia de lo que entona en “Palabras”, en estos nueve temas sí que quisieron dar la cara.