Por: Kepa Arbizu
“50” es el taxativo nombre del nuevo de disco de Michael Chapman, un titulo que hace referencia expresa a la longevidad de su carrera. Una fácil ecuación nos permite situar la época a la que se remontan sus inicios, que no es otra que esa década de los sesenta y dentro de la boyante y genial escena folkie desarrollada en Reino Unido. Alrededor de nombres como Roy Harper, Bert Jansch, John Martyn, y un amplio etcétera, su trayectoria se ha expandido de manera constante incluso hasta atravesar el siglo XXI. Una situación en buena parte posible gracias a esa faceta experimental y marcada por un afán evolutivo que ha marcado toda su trayectoria.
Una idiosincrasia musical la del inglés que a la larga le ha permitido erigirse como referente tanto en un ámbito más tradicional como en el de aquellos que han atisbado nuevos caminos entre los rastros del clasicismo. No es de extrañar por lo tanto que al margen de los nombres con los que ha colaborado activamente a lo largo el tiempo, en un trabajo como el actual, con un claro carácter conmemorativo, la banda que se ha buscado para acompañarle esté plagada de músicos jóvenes, y en la que el principal, por el papel decisivo que adopta en en el resultado global, tomando acciones de instrumentista y productor, sea Steve Gunn.
Como suele ser norma habitual, discos que tienden de alguna forma a glosar la trayectoria de un músico suelen acudir a recobrar canciones pretéritas para mostrarlos bajo parámetros actualizados. Eso sucede, salvo en tres excepciones, también en este “50”. La forma de acometer aquí esa actualización se manifiesta dejando caer sobre esos temas un manto crepuscular y alejando del tono general del álbum cualquier referencia a la campiña o al más mínimo murmullo del Mar del Norte para adentrarse definitivamente en las explanadas desérticas; ese, y ningún otro, es el contexto ambiental-musical dominante.
Es principalmente el choque entre las distintas capas sonoras, y la acordada fricción en la que conviven bases rítmicas con instrumentos de cuerda (banjos , guitarras…), las responsables de crear un entorno épico e intenso como el que se percibe en “Spanish Incident (Ramón And Durango)”, donde se deposita la profunda voz de Chapman para construir una aridez que sin embargo logra deslizarse con melodía. En “Sometimes You Just Drive”, uno de los temas inéditos, se refleja esa misma eclosión bajo un propósito más hipnótico y envolvente, presente de una manera más comedida en “The Mallard”, mientras que “Memphis in Winter” opta por una mayor sobriedad para la consecución de una sigilosa oscuridad. “That Time of Night” escenifica un lado más románticamente nostálgico, permitiendo vislumbrar su faceta más recitativa y poética, que “Money Trouble” completa al expresarse de una forma campestre y coral, a lo Crosby, Still, Nash & Young.
La instrumental “Rosh Pina”, otra de las composiciones realizadas ex profeso para la ocasión, escenifica de manera exacta la bipolaridad del intérprete británico, en la que delicadeza e intensidad, lo acústico y lo eléctrico, se complementan desde el aparente combate. Es precisamente ese aspecto más eléctrico el que va a sobresalir en la rotunda “The Prospector”, con ecos a los Crazy Horse de Neil Young, o tomar un camino más epópeyico en la sugerente “Navigation”.
"50" es un disco que fiel a la identidad de su creador, Michael Chapman, y a la del propio trabajo, con la intención de homenajear una carrera, navega entre la tradición y la actualidad, elementos que el músico ha sabido conjugar con excelencia para sobrevivir a lo largo de las décadas. Canciones que, actuales o pasadas pero remozadas para la ocasión, vibran, emocionan y se expanden hipnóticas entre una sugerente e intensa ambientación. Toda una ejemplar demostración de que el presente se construye con las enseñanzas del pasado.