No recuerdo el momento exacto en que la música de Duncan Dhu llegó a mis oídos. No fue un flechazo ni un acto natural de búsqueda y hallazgo de un joven culturalmente inquieto. Creo que fue algo mucho más sencillo, o quizás no, tal vez fue algo complejo y al alcance de muy pocos artistas; ya que las canciones de Mikel Erentxun y Diego Vasallo estaban ahí, flotando en el ambiente cuando rompí el cascarón a mediados de los ochenta en un país tan bello y adorable, como rancio y atrasado, que comenzaba a dibujar una sonrisa desenfadada y algo alocada en su década más libre. Sonando con fuerza en las radios, en los vehículos de ventanas bajadas sin aire acondicionado en cálidos veranos y en los surcos de los vinilos que había desparramados en casa, tanto de su banda madre, la de nombre evocador, la que les dio fama y notoriedad, como en aquellos de los primeros pasos de sus respectivas carreras en solitario que tanto llamaron mi atención en la más tierna infancia.
Reflexiono sobre estos hechos a raíz de la lectura, ávida y sin contención, tremendamente interesada, de “Hoy el viento sopla más de lo normal, Mikel y Diego, mucho más que Duncan Dhu” (Editorial Milenio), la más que interesante, justa y merecida biografía musical y vital que ha elaborado, con notable acierto y enorme precisión en el orden, dirección y ejecución, Javier Escorzo, uno de los grandes periodistas musicales con que contamos en nuestro país, de aquellos que día a día dignifica una profesión malherida y malentendida en muchos casos, salvo gloriosas excepciones entre las que por supuesto él se encuentra, reparando en un ejercicio de justicia una deuda contraída con dos de los mejores creadores de canciones de nuestra música en las últimas décadas.
Un texto repleto de información que va mucho más allá del análisis de discos y situaciones morbosas, escarbando en los inicios de la banda, su relación con las compañías, sus gustos y la evolución sonora de sus postulados, con avances y cambios de tercio, sabiendo convivir con el estrellato, sin perder el norte, ni en lo musical, donde siempre fueron creíbles, ni en lo puramente personal, nadie les reprocha lo más mínimo, y con la bajada de ventas e interés comercial, en un descenso tan elegante y señorial, tanto que después de mucha reflexión uno no sabe con qué etapa comulga más dentro sus múltiples mutaciones.
Otro dato a tener en cuenta es la apabullante nómina de colaboradores, amigos y compañeros de profesión, de lo más heterogénea y llena de calidad que han colaborado bendiciendo de manera unánime la carrera global e importancia de las composiciones que Mikel y Diego han dejado en el imaginario colectivo; ahí brillan con luz propia músicos como Enrique Bunbury, Quique González, Fermín Muguruza e Iván Ferreiro, encargado éste último de firmar el prólogo.
Un libro maravilloso de obligatoria compra para eruditos e interesados en general en conocer un pellizco de una de las historias más brillantes de la música estatal; muestra de un período ya extinto que abarca más de treinta años en el que se gestó todo, las compañías, la industria y hasta las mismas bandas, y que tal como vino fue languideciendo hasta desvanecerse dejando un panorama con unas bellas ruinas en el que sobrevivir es un hecho casi mítico.
Un trabajo que es mucho más que la biografía que habla sobre la vida y la obra de dos auténticos genios, nunca bien ponderados, que en tiempos de crudeza como los que ahora azotan, siguen regalándonos obras magnas que algunos paladares selectos miran con orgullo diciéndose para sí mismos…”Cómo estos dos tipos norteños podían y pueden ser tan buenos”.