Kafe Antzokia, Bilbao. Sábado, 21 de enero del 2017.
Texto: Kepa Arbizu
Fotografías: Lore Mentxakatorre
Cada género musical, y el soul no es una excepción, más bien lo contrario, cuenta con una limitada serie de representantes icónicos, aquellos nombres en definitiva que siempre aparecen destacados cuando se hace referencia a ese tipo de música. Sin embargo, existen otros muchos que de una manera más “anónima”, pero desbordante de talento, sostienen y engrandecen el contenido de dicho sonido. Jerry Williams, Jr, pronto bautizado como Swamp Dogg para el espectáculo, es uno de esos “secundarios” (calificativo solo aplicable en cuanto a una mera cuestión de proyección pública) que sin embargo ha sido parte esencial a la hora de cimentar el complejo, y completo, esqueleto de la música negra, tanto en su papel de productor, compositor o intérprete. Una ubicación en la historia en la que para su explicación no se puede obviar la trascendencia que ha tenido su actitud lenguaraz manifestada a lo largo de su carrera junto a los posicionamientos respecto a temas políticos, sobre todo raciales. Sea como sea, y pese a todo ello, su figura es reivindicada y expresada como influencia cada cierto tiempo, ya sea por medio de diferentes reediciones de sus trabajos o por la aparición de su rastro en artistas jóvenes.
Precisamente mostrar y compartir tres de sus obras claves: “Total Destruction To Your Mind”, “Rat On!” y “Cuffed Collared & Tagged”, se convirtió en la motivación que ha hecho posible traerle hasta dos de nuestras ciudades: Madrid y Bilbao. Una minigira -que por primera vez ha conseguido que pisara Euskadi- en la que se ha apoyado de la banda madrileña (Aurora &) The Betrayers, a la que se ha añadido el guitarrista angelino Crazy Tomes, aportando a esa presencia y rotunda estabilidad un toque sureño que como es obvio resulta ideal en esta propuesta.
Hasta aquí los elementos que debían de definir las dos noches del mítico soulman, de las que sin embargo quizás sea necesario explicar algunos otros condicionantes que al final serían definitivos para glosar su paso por una abarrotada sala pequeña del Kafe Antzokia (“Kutxa Beltza”). Lo primero es que no hay que olvidar su avanzada edad, ronda los 75 años, elemento especialmente visible en un tono de voz barítono como el suyo, a la que se suma una gripe ya en retirada pero todavía presente. Añadamos a esa situación el cambio a última hora del bajista por accidente del titular y tenemos una serie de ingredientes a valorar en un concierto que por el contrario supo rentabilizar todos ellos para apostar por mostrar las entrañas, y la humanidad, de la música frente a exposiciones perfeccionistas, lo que tampoco significa menoscabar el resultado técnico final, sobre todo por esa conjunción, empatía, y sobresaliente solvencia de los músicos acompañantes.
Hasta aquí los elementos que debían de definir las dos noches del mítico soulman, de las que sin embargo quizás sea necesario explicar algunos otros condicionantes que al final serían definitivos para glosar su paso por una abarrotada sala pequeña del Kafe Antzokia (“Kutxa Beltza”). Lo primero es que no hay que olvidar su avanzada edad, ronda los 75 años, elemento especialmente visible en un tono de voz barítono como el suyo, a la que se suma una gripe ya en retirada pero todavía presente. Añadamos a esa situación el cambio a última hora del bajista por accidente del titular y tenemos una serie de ingredientes a valorar en un concierto que por el contrario supo rentabilizar todos ellos para apostar por mostrar las entrañas, y la humanidad, de la música frente a exposiciones perfeccionistas, lo que tampoco significa menoscabar el resultado técnico final, sobre todo por esa conjunción, empatía, y sobresaliente solvencia de los músicos acompañantes.
Situado en un lateral del escenario, y parapetado tras un teclado con una función mayormente decorativa, los primeros instantes del concierto, en buena medida por un exceso de presencia de la banda, dejaron en un plano secundario la voz de Swamp Dogg en los iniciales y vibrante ritmos funk de “Total Destruction To Your Mind” y “Creeping Away”. Pero, bajo esa apariencia inestable, el cantante supo tutelar el rumbo del concierto y la posición de sus acompañantes, en buena medida a base del subterfugio de insertar comentarios y explicaciones entre canciones, llevando a su terreno las interpretaciones y aplicando un sentido mucho más cercano. Gracias a eso, la musculatura se fue tensando con la pegadiza “Remember I Said Tomorrow” para dar paso a las lentas “The Baby Is Mine” o “I Kissed Your Face”, mezcla de sensaciones entre Percy Sledge, Solomon Burke o James Carr, que alcanzaron momentos de intensa emoción.
Para estas alturas el norteamericano había instaurado su ley bajo un acompañamiento perfecto y eso le llevó incluso a, ahora sí, poder desplegar con solvencia ritmos más animados como la pantanosa “Sal-a-Faster”, con papel destacado para una banda que se explayó a gusto, y sobre todo la vibrante “Do You Believe”. A pesar de insuflar energía con el buen tono de estas composiciones, de nuevo iban a sobresalir aquellas que apelaban a la intimidad, como la emocionante “In my Resume”, la bucólica épica de “Synthetic World” o la excelente “Got To Get a Message to You”. Pese a retomar “Total Destruction To Your Mind” como colofón de la noche, fue la anterior la que en esencia supuso el perfecto final, abandonando su sitio Swamp Dogg para tender la mano al público. Un gesto con un simbolismo mucho más allá del mero espectáculo al representar una comunión con los asistentes y la confirmación pese a los condicionantes de su categoría de leyenda, logrando emocionar y contagiar la palabra y el sentimiento del soul,algo muy por encima de inmaculadas ejecuciones.
Para estas alturas el norteamericano había instaurado su ley bajo un acompañamiento perfecto y eso le llevó incluso a, ahora sí, poder desplegar con solvencia ritmos más animados como la pantanosa “Sal-a-Faster”, con papel destacado para una banda que se explayó a gusto, y sobre todo la vibrante “Do You Believe”. A pesar de insuflar energía con el buen tono de estas composiciones, de nuevo iban a sobresalir aquellas que apelaban a la intimidad, como la emocionante “In my Resume”, la bucólica épica de “Synthetic World” o la excelente “Got To Get a Message to You”. Pese a retomar “Total Destruction To Your Mind” como colofón de la noche, fue la anterior la que en esencia supuso el perfecto final, abandonando su sitio Swamp Dogg para tender la mano al público. Un gesto con un simbolismo mucho más allá del mero espectáculo al representar una comunión con los asistentes y la confirmación pese a los condicionantes de su categoría de leyenda, logrando emocionar y contagiar la palabra y el sentimiento del soul,algo muy por encima de inmaculadas ejecuciones.