Por: Javier Capapé
Los Rolling Stones están de vuelta, pero esta vez no con su enésima gira de despedida, sino con un nuevo disco. ¡¡Y vaya disco!! Como fan acérrimo del grupo he comprado uno tras otro sus múltiples lanzamientos de los últimos años. Desde que la banda tiene síntomas de jubilación han publicado recopilatorios, varios directos con casi idéntico repertorio (como ocurre en “Sweet Summer Sun” o “Havana Moon” de sus respectivas giras de 2013 y 2016), reediciones de lujo (fantástico “Totally Stripped”) o incluso las series “From the Vault” que bien merecen un visionado si lo que nos seduce de Jagger y compañía es verlos entre multitudes. Pero lo que nos ofrecen ahora es un disco totalmente nuevo. Sí, un disco de versiones, pero igualmente meritorio e imprescindible.
No nos engañaron cuando dijeron que grabarían un disco nuevo en esta gira que los mantiene en activo desde que hace cuatro años celebraran su cincuenta aniversario encima de los escenarios. Tampoco mintieron cuando dijeron que ese disco sería enteramente de blues. Ni cuando aseguraron que se trataba de un homenaje a sus inicios, en el fondo y en la forma. Y efectivamente cuando escuchamos “Blue and Lonesome” podemos constatar que se trata de un álbum sorprendente. El mejor de los Stones en mucho tiempo. El más fresco desde “Voodoo Lounge”, el más atrevido desde “Tatoo You” y definitivamente el más recomendable desde “Some Girls”. En “Blue and Lonesome” se siente como los cuatro miembros del grupo con sus más íntimos escuderos (Chuck Leavell, Darryl Jones, Matt Clifford y hasta su amigo Eric Clapton) disfrutan de lo lindo y ofrecen un disco perfecto. Grabado en vivo durante tres días en un estudio londinense, captando la frescura y la inspiración del momento. Ellos mismos han afirmado que querían conseguir esa espontaneidad que caracterizaba sus primeras grabaciones, en las que también predominaba el blues. Y por supuesto esto no es una pose. Jagger y Richards siempre han manifestado su predilección por este estilo del que bebió el rock y con el que ellos crecieron. Al fin y al cabo los orígenes del rock se remontan a esa mezcla de blues, country e incluso góspel.
“Blue and Lonesome” además no se centra en los imprescindibles del blues. Incide en temas que pasaron más desapercibidos en su día, pero que muestran toda su esencia. Es un tributo a todos aquellos compositores e intérpretes que dedican su vida a la música, como los mismos Stones. Así podemos encontrar temas escritos por Walter Jacobs, Willie Dixon o Chester Burnett que nunca llegaron a lo más alto de las listas y otros que tampoco tuvieron demasiada fortuna en manos de intérpretes como Little Walter, Magic Sam, Howlin’ Wolf o Jimmy Reed. Es de agradecer también que en el libreto podamos encontrar toda esta información: desde el compositor de cada tema, pasando por su intérprete, la fecha de grabación original y la posición que ocupó el sencillo en las listas, e incluso si formaba parte de una cara B grabada para Chess Records o los sellos Cobra, Vee-Jay o Delmark, por poner algunos ejemplos. Para los melómanos esto es un regalo que además permite entender mejor el disco en su conjunto e incluso los motivos para la elección de cada uno de los temas que lo componen. También podemos escuchar el disco en su orden original o tal y como fue grabado. Ya que presume de haberse registrado captando la energía del instante, el grupo nos muestra el orden de la grabación de los temas en los días 11, 14 y 15 de diciembre de 2015, pudiendo escaparnos con ellos a ese estudio y sentir cómo se desarrolló todo, como oyentes de primera clase. Sintiendo las emociones desprendidas e incluso la energía in crescendo según avanza la grabación. Y para esto sólo tenemos que alterar el orden y escucharlo tal y como ellos nos sugieren si atendemos a los detalles de las sesiones. Otro gesto para los más entregados.
En cuanto al sonido del disco, éste es por momentos áspero, casi sucio, pero a la vez es una delicia porque se respira el espíritu de una época perdida en los estudios de grabación. Voluntariamente se ha optado por este estilo más directo e improvisado fruto de grabar todos a la vez, y es claramente un punto a su favor. ¡¡Y qué decir de sus protagonistas!! Mick Jagger brilla con una voz en un registro magnífico, pero cuando más embelesa es con su armónica, que por momentos quema y se convierte en protagonista principal. Keith Richards y Ron Wood se complementan a la perfección rasgando sus guitarras y Charlie Watts disfruta con la batería al dejar atrás los temas más convencionales de la banda, con los que muchas veces no se siente tan cómodo. La participación de Eric Clapton en “Everybody knows about my Good Thing” y “I can’t quit you Baby” tampoco es casual. Su guitarra llama la atención con su reconocible toque y aporta una pizca puramente blues a estos dos cortes. Emociona el quejido de “Commit a Crime”, que suena como una plegaria, el pulso de “Hate to see you go” a modo de canción de carretera, la inmediatez acelerada de “Just like I treat you”, la arrastrada y sugerente “Hoo Doo Blues” o la más solemne “All of your love” con ese notorio solo de piano mientras las guitarras te arañan. Aunque en realidad todos y cada uno de los doce cortes del álbum tienen momentos de grandeza, desde la armónica que se hace presente en los primeros compases de “Just for Fool” abriendo el disco, hasta el golpe de bombo final en la citada “I can’t quit you Baby” que lo cierra.
En resumen, un auténtico placer para aquellos que disfruten con la pureza del blues y para los que quieran quitarles cuarenta años a los Stones de un plumazo. Más atrevidos y honestos que nunca. Haciendo justo lo que querían en este momento: despedirse con la misma frescura que en sus inicios. Sin trampa ni cartón.