Por: Kepa Arbizu
Es verdad que el talento musical de Julián Maeso había sido ya avistado con claridad en sus apariciones y variados papeles adoptados en diversos proyectos a lo largo de los años, pero también es innegable que su aparición bajo una manifestación propia y personal es lo que le ha elevado, cuanto menos en lo relativo a reconocimiento, a una categoría muy superior. No es por lo tanto exagerado referirse a él actualmente como uno de los representantes del sonido americano, en todo su extensión y pluralidad, más importantes y talentosos que habitan nuestro panorama.
Su tercer disco dentro de esa carrera emprendida en solitario, “Somewhere Somehow”, servirá, por si no hubieran sido suficientes los anteriores episodios, para, como mínimo, apuntalar ese status. Una afirmación que sin embargo no necesariamente significa que estemos ante su mejor álbum, un veredicto difícil de expresar de manera tan instantánea tanto por la calidad de todos ellos como por esa capacidad del toledano, que hay que subrayar como muy meritoria, para trabajar sobre unos parámetros aparentemente similares pero a la vez otorgar a cada grabación una identidad diferenciada y única.
Si hubiera que determinar cuál es ese signo identificativo que traen consigo las nuevas composiciones se podría recurrir a aquello de que contienen elementos de sus dos predecesores y además alguna novedad. Queda manifestado ese diagnóstico en la negritud de la que se nutren, percibida en su debut, pero también de un concepto más rock y directo patente en su continuación. Le suma a todo ello, y aquí podemos encontrar el gen reconocible, una forma de plasmar lo expresado bajo una presentación sonora densa, envolvente, muy detallista y, lo más importante, marcada por una cierta melancolía “cósmica”, adjetivo singular pero que encaja en relación a ciertos tratamientos musicales y a los propios textos.
No siempre el contexto en el que se fragua un disco tiene una relevancia significativa, pero observando el resultado de “Somewhere Somehow”, si se hace necesaria una mención a ello. Concebido durante la interminable gira llevada a cabo por Maeso y compañía, resulta flagrante la importancia adquirida por todo el equipo humano que ha compartido ese tiempo y espacio. Tanto es así que la habitual banda utilizada en directo aparece ahora bautizada con un nombre propio (The Magic Souls), que al margen de lo meramente nominal, supone la aceptación de su protagonismo e influencia en el resultado final, tarea especialmente meticulosa y decisiva para el acabado de los temas, por lo que hay que destacar al bajista Alfonso Ferrer en su también papel de productor.
Si hasta ahora había quedada demostrada la diversidad que siempre ha regido la música de Maeso, en esta oportunidad es especialmente significativa, lo que por suerte no se transforma en una representación desvencijada e inconexa. Muy al contrario, los sonidos negros, principalmente, funcionan como eje aglutinador de todo tipo de influencias y matices. Una situación que desde la inicial “No Earthly Paradise” es evidente, topándonos con unos contundentes riffs surgidos desde las entrañas del hard rock más rocoso pero insertados en una ambientación soul-funk, lo que sumado al manejo ejercido de la instrumentación nos puede trasladar hasta la figura de alguien como Stevie Wonder. Una constante esta última que se expresa en buena parte del contenido global pero que, cómo no, encuentra expresiones variadas: desde la contenida y melódica “Back to Me, Back to You”; la aparición del gospel, entorno en el que brillan especialmente los coros femeninos, (“Keep on Striving”); la inesperada entrada de los ritmos reggae (“I Wonder And Wander”); el toque blues setentero a lo Al Kooper de “Long Winter Drama” o los manejos propios de Nueva Orleans, con denominación de origen Dr. John, visibles en “Hanging on a Wire”.
Las expresiones musicales bajo las que se exhiben las canciones en este disco son casi interminables, y prácticamente en cada una de ellas late una historia propia que desarrollar, porque si en “You Gotta” se vuelve dinámico y pegadizo a base de un contemporáneo blues-rock, en la mejor onda de North Mississippi Allstars, no es menos palpable un ambiente que linda con el cine negro en la misterioso “Riding the Stars Above”, que encabezaría sin problema alguno de los discos de Nick Waterhouse. Si lo que se quiere es disfrutar de una faceta más folkie y bucólica se puede recurrir sin ningún miedo a equivocarse a “The Road Less Travelled”, porque por otro lado, en pasajes como “Befote They Leave“o “It Can’t Be True”, nos vamos a quedar seducidos por pasajes de elegante soul que respira en sus propios silencios, más delicado en el primer caso frente al flujo emotivo del segundo.
“Somewhere Somehow” no es un disco fácil, lo que simplemente quiere decir que sus canciones no buscan el camino corto y directo. Por lo general, lo suyo es trabajar a modo de matrioska en el que se van destapando capas y detalles en un entorno embriagador, incluso en su tono melancólico. Un empeño más costoso, tanto para el creador como para el receptor, pero que sus réditos, cuando los logra, no tienen rival. Tal es el caso de este nuevo trabajo, que nos abre de par en par el mundo Maeso, ese donde se expone majestuosa una visión “negra” del sonido de raíces norteamericano y en el que uno encuentra sin remisión motivaciones para quedarse a habitar en él.