Sala Razzmatazz 2, Barcelona, viernes, 18 de noviembre de 2016.
Texto y fotografías: María Solano Conde
Una peregrinación por tres destinos, tres fechas por ciudad y tres formatos distintos. Son los vértices que conforman el triángulo que es “La Santísima Trinidad Tour”, la minigira con la que Zahara despide su disco “Santa”.
Tras su paso por Alicante y después de celebrar uno de los conciertos que le corresponden en Madrid, Zahara se apareció en Barcelona la tercera semana de noviembre. La monición de entrada tomó la forma de un “acustiquísimo” en Razzmatazz y un trío (con Miquel Sospedra y Sergio Sastre) en Sidecar, ambos con las entradas agotadas, para regresar a Razz el viernes en formato eléctrico.
Acompañada por su banda actual y, en las últimas canciones, también por los músicos que tocaban con ella cuando vivía en la ciudad Condal, la Santa nos ofreció los temas de su último trabajo sin olvidar la antigua alianza que selló con sus discos anteriores. De hecho, el canto de entrada fue “Tú me llevas”, de “La fabulosa historia de…” (2009), disco del que también rescató “Photofinish”, “Funeral” y “Olor a mandarinas”. De “La pareja tóxica” (2011) hizo lo propio con “El universo”, “Leñador y la mujer América”, “Camino a L.A.”, todas ellas habituales en su repertorio, además de la menos frecuente “El lugar donde viene a morir el amor”.
La emoción que le supuso volver a la ciudad en la que pasó una época de su vida, años atrás, quedó patente cuando hacia el final de la velada subió al escenario David Carabén, vocalista de Mishima. Zahara rememoró cómo, justo antes de mudarse aquí por amor, abordó el idioma que había cautivado a su entonces pareja. Y lo hizo de la mejor forma posible: a través de la música. Así entró en contacto con las canciones de Mishima, cuyo tema “Qui n’ha begut” interpretaron juntos, no sin antes demostrar ella su destreza con el idioma catalán a través de una breve homilía.
Cuando varias pelucas de color rubio platino empezaban a tomar el escenario, los allí presentes sabíamos que había llegado el fin. Al grito de “Yola mola mil”, evocó a Yola Berrocal, a la que le dedicó la festiva “Caída libre”, coreografía incluida. Ahora sí, podemos ir en paz.