Por: Kepa Arbizu
Sería realmente sorprendente que alguno de los que haya empezado a leer este texto pudiera contestar de manera afirmativa a la pregunta sobre si conoce algún caso de un chef, que además sea poeta y que tenga un proyecto musical. Pues desde este momento ya va a poder hacerlo de forma positiva, porque Sergio Ortas acumula precisamente todas esas actividades en su currículum. Si su nombre ya lo habíamos podido ver en los créditos junto a Bunbury (es el coescritor de la letra de “Plano secuencia”), ahora, acompañado del guitarrista Joe Frijol, su mano derecha e impulsor del proyecto, Coco Balasch y Fran Gazol, da forma a Puritiani & 40 de fiebre. Una banda que acaba de publicar su EP inaugural de rotundo título “El preso y la fuga”.
Un trabajo integrado por seis canciones, y que pese a ese número reducido de temas consigue trasladar una sensación de heterodoxia evidente. Un término que sin embargo no opaca el efecto compacto que transmite, a pesar de sus variadas influencias, buena parte de ellas cercanas a un entorno del sonido de raíces (en su idea más amplia) sombrío y profundo. Un aspecto folk que sin embargo no se detendrá en su vena anglosajona sino que se expandirá hacia rasgos de la chanson e incluso de representaciones más locales.
Tomando como base la ya comentada trayectoria en el mundo de la escritura de Puritani, es lógico adivinar que los textos en su música alcanzan una capital importancia, tal y como sucede en estas composiciones, que por cierto cuentan con una envoltura preciosa en forma de atinada en su simbología portada . Obra de Samuel Aznar y Miguel Frago, esa escalera orientada a los adentros de un gorro de capirote petrificado, es claro reflejo de unos versos que horadan las tuberías de la sociedad y sus individuos, pasean por la suma de derrotas, recuerdan las pérdidas y se recrean en los excesivos infortunios.
No es desde luego mala idea comenzar un disco así con “Réquiem”, un canto por los muertos, no necesariamente sinónimo de organismos inertes, trazado a base de ese sentimiento trágico y religioso de unos 16 Horsepower, sin su dramatismo, pero también marcado por ciertos fraseos y dejes interpretativos, comunes en buena parte del álbum, que le acercan a unos ambientes más tendentes a un trovador. Elemento éste que se mantiene, e incluso alcanza mayor presencia, en un entorno de country-rock, en “Los peces asustados”.
De una manera más patente, el sonido estadounidense se abrirá paso a través de “El preso y la fuga” por medio de un dinámico blues-rock en el que Ortas interpreta con unos ademanes (¿fingidamente?) anglosajones. Incidiendo en esos aspectos más ligados a las representaciones clásicas, “Distopía en la garanja”, a base de un salvaje rockabilly-swing, se presenta como el momento en el que arremete con más dureza contra símbolos varios ("País de toros de lidia / lo que vende una Biblia. / Nunca en tu nombre / pararán las naciones.). La llegada al final del disco se produce por la oscura vereda que nos indica la sobriedad de “Roto Vals”, marcada levemente por ese ritmo al que hace referencia el titulo, y se cierra con “Nocturno juglar”, que se manifiesta como el reverso de un aniñada melodía, igual una caja de música que una nana, que culmina con un éxtasis instrumental “raphaeliano”.
Puritani & 40 de fiebre da forma con este breve trabajo a toda una declaración de principios, tanto sonora, en su sugerente y sombría forma de acercarse, no solo, a un heterodoxo sonido americano, sino a la hora de convertirla en perfecta banda sonora de ese discurso poéticamente trágico. Siguiendo sus propias palabras, es un placer hundirse por todo lo alto en su compañía.