Sala Berlanga. Madrid. Sábado 5 de noviembre 2016.
Texto y fotografías: Sandra Sánchez
Llovía y hacía un repentino frío el sábado noche en Madrid, mientras que dentro de la sala Berlanga el clima era bien distinto. No había comenzado aún el concierto de Diego Vasallo y ya se presentía la magia que, efectivamente, vendría a continuación. Lleno absoluto, todos sentados en las butacas en silencio, sala con una mínima iluminación y la entrada en el escenario de cinco músicos fabulosos que harían pasar al público una gran noche.
Cada uno en sus puestos, instrumentos en mano y austeros, que no fríos, comenzaron a tocar las primeras y delicadas notas de "Se me olvida", curiosamente el último corte del nuevo disco de Vasallo, "Baladas para un autorretrato". Magnífica forma de empezar, nos entregamos a sus notas y a su voz rugosa ya desde el minuto uno. La culpa de tinta roja deja sus huellas en la nieve.
Diego Vasallo hizo poesía, puso la piel de gallina y las almas en pie. Fue desgranando una tras otra sus nuevas canciones de una forma íntima y desnuda, mostrando sólo al terminar cada una de ellas su timidez, al agradecer los aplausos. La interpretación de "Cada vez" fue una maravilla, al igual que "Ruido en el desierto", gracias, aparte de a sus profundas letras, a los músicos, que estuvieron sencillamente perfectos. Vasallo alternó la guitarra y la armónica (un maestro de este instrumento) con su voz, que inundaba cada tema. Pero junto a él había otros cuatro artistas de primer nivel. Pablo Fernández siempre preciso a los teclados, la guitarra, el ukelele... un enorme Goyo Chiquito al contrabajo, Toño López y sus baquetas y "brushes" mágicos a la batería... y Fernando Macaya, espléndido a la guitarra, poniendo el punto rockero al concierto, que se movió también con maestría por el blues y hasta el vals.
Este nuevo trabajo del donostiarra tiene un sonido rotundo, pero escuchado en directo va mucho más allá, porque destila emociones desde cada uno de los instrumentos y de la voz de Diego hacia el público. Eso es un regalo y fue exactamente lo que nos hizo salir de la sala con una mochila de sensaciones (buenas) con la que no habíamos entrado.
Hubo algunas concesiones al pasado, escuchamos grandes temas de anteriores discos, como "Canciones que no hablan de amor" o "Donde cruza la frontera", sin duda grandes momentos en las que los allí presentes no podíamos hacer más que sentirlas en silencio y dejarnos llevar por ellas. Al terminar cada tema los aplausos se sucedían e iban in crescendo. Y fueron estos aplausos los que pidieron y consiguieron dos bises impagables. Hora y media de concierto en la que los seguidores de Vasallo reafirmaron su amor por las letras y la música de este artista y en la que los que lo descubrían entraron a saco en su estilo propio y en su universo particular.