Por Alejandro Guimerà
A estas alturas, con 77 años, Ian Hunter no tiene que demostrar nada. ¿ Quién sino ha tenido de teloneros a Aerosmith, Queen o Kansas antes de que estos se hicieran famosos? ¿ Quién ha tenido como fan de su banda al mismísimo David Bowie implorándoles que no se separaran y regalándoles una de sus mejores composiciones de siempre? ¿ Quién ha grabado algunos de los mejores discos en directo de los setenta junto a otro gran monstruo como Mick Ronson? ¿Quién escribió el primer libro sobre giras de una estrella de rock contando peripecias de sus colegas como Frank Zappa o Keith Moon?
Atrás quedan grandes discos suyos como capitán de los imprescindibles Mott The Hoople - especialmente "All The Young Dudes" (1972), "Mott" (1973) y "The Hoople"(1974) - o en solitario - monumental su " You're Never Alone with a Schizophrenic" de 1979 - o los mencionados directos junto al Spiders From Mars - a destacar el "Live At Rockpalast" (80) - , y un carisma monumental encima del escenario tras sus rizos rubios y sus inseparables gafas de sol.
Ahora, a las puertas de ser octogenario, la mayoría de las leyendas que le acompañaron en los setenta ya no están (Zappa, Ronson, Mercury, Bowie, Moon,...) y él los sobrevive sin abandonar lo que ha sido su pasión de siempre, rockandrollear. Y es que los diez nuevos cortes que se esconden tras esos "dedos cruzados" son pura llama rock, esa llama que solo se apagará cuando llegue su hora., como demuestra el blues ochentero "That' s When Trouble Starts", el abrasivo medio tiempo "Ghosts", las historietas sobre comprarse una casa en el campo de "White House" , irresistible bluegrass de tono dylaniano "Long Time", crescendos brutales de "Stranded In Reality", o históricos relatos sobre la delincuencia del Londres del siglo dieciocho con la pegadiza "Bow Streets Runners", no falto de una entrega vocal encomiable.
Hay tiempo para las baladas, como la que titula el disco, dramática y romántica a la vez, su grito desesperado se entrelaza con un piano delicioso. O para reflexionar sobre la muerte al piano con "Morpheus" (¿a quién no le recuerda a Bill Fay?).
Pero el momento cumbre del disco lo tenemos con la celebrativa "Dandy", que es en realidad un precioso homenaje a su recién fallecido amigo David Bowie, el tono "All The Young Dudes" resulta más que evidente, como también lo son las referencias a los hits de aquel en su letra ("Heroes", "Life On Mars", "Pretiest Star"....).
De nuevo virtuoso con las melodías, preciso con los teclados, voraz a las guitarras, genial compositor de letras y visceral intérprete cuando la ocasión lo requiere. A pesar de que su voz no alcanza como antaño, parece mentira cuánto rock le queda aún al bueno de Ian en sus entrañas, y cómo a pesar de la edad nos ha manufacturado un disco tan magnífico como completo. Protagonista viviente de una época irrepetible.