Sala But, Madrid. Jueves 6 de octubre del 2016
Por: Eugenio Zázzara
Fotografías: Eugenio Zázzara
Esta vez no tengo más remedio que ser parcial. Llevaba años esperando que mi camino se cruzara con alguna gira de estos campeones del stoner, que siempre se han dejado desear bastante en Europa, siendo el viejo continente una meta no muy frecuentes en sus vagabundeos por el mundo.
Vamos a ver, los Fu Manchu no se han inventado nada, evidentemente. El crítico Piero Scaruffi les define como poco más que una banda de versiones, y no se queda muy lejos de la verdad. El stoner como género lo definieron en casi todos sus matices los Kyuss, y las bandas que vinieron después se limitaron a hacer bien los deberes, quizás acertando en ocasiones logrando resultados especialmente buenos, pero no mucho más allá que eso. De no haber existido estas bandas, ¿habría cambiado algo en el rumbo de la música rock? Pues no. Pero, ¿nos habríamos perdido momentos únicos de entusiasmo, locura, moratones, palmadas, sudor, gritos, cansancio, satisfacción, amistad y buen rollo? Sin duda. Y los Fu Manchu representan el estereotipo más logrado de estos modales: el skate, los motores, la vida en la calle, la cerveza, las giras. Y la proposición fiel y constante de un patrón que, pese a no proporcionar absolutamente nada nuevo a la música, sigue funcionando y teniendo su público de aficionados, yo incluido. De ahí que hoy sea una ocasión imperdible para verlos finalmente en vivo.
Los afortunados que les hacen de teloneros son los Craneón, banda de Madrid. Ellos también defienden las sagradas insignias de nuestro subgénero del rock favorito, añadiéndole algo de New Wave of British Heavy Metal (en la voz de su cantante en particular) e incluso un punto de melodía, que es algo inédito en el estilo y que le vuelve algo peculiares. El final del concierto es de los que se recuerdan, gracias a una coda instrumental de las podrían durar hasta el infinito (algo que bien lograron los Kyuss en “Spaceship Landing” y los Orange Goblin en “Crown of Locusts”, por ejemplo) y que entonces dura demasiado poco, evidentemente. Good stuff!
La vuelta a Europa y a España de los americanos se debe a la gira de celebración del álbum “King Of The Road”, que vio las luces en 2000 y que sigue entre los favoritos de sus aficionados. Así que, sin tener que echar un vistazo a la página setlists.fm, nos sabemos la lista de canciones casi de memoria. Y ya le empiezan dando caña con “Hell On Wheels”, temazo perfecto para empezar, con un riff de los simples y eficaces, de hecho bastante parecido al que podemos escuchar en “You Think I Ain't Worth A Dollar, But I Feel Like A Millionaire” de los Queens Of The Stone Age. Los papeles están ya bien definidos: Bob Balch se desenfrena en su papel de guitarra solista y es el que más se mueve y se excita durante el concierto; al otro lado, la sección rítmica de Brad Davis y Scott Reeder hace lo que sabe hacer muy bien sin fallas, proporcionando terreno firme a los restalleos de los guitarras. Y Scott Hill está como un gigante en el centro del escenario, con el gesto y la expresión de confianza de quien lleva encima treinta años llevando adelante su proyecto con orgullo, y con la mirada de quien dice “ésta es mi banda”.
Su voz no ha perdido nada de su peculiar tono medio-alto, que siempre me ha llamado la atención y me ha hecho pensar en Fu Manchu como a la conexión más acertada entre stoner y punk. Seguimos con “Over The Edge”, tema más “tranquilo” y menos movido que el anterior, pero con unos sonidos de guitarra gordos y saturados que te empujan sólo con el expansión del aire. Con “Boogie Van” ya es tiempo de headbanging de lo más típico, con el público que entona el título del tema al unísono con Scott. Ya con la canción homónima los más atrevidos se lanzan en el crowdsurfing, aprovechando del ritmo más decidido del tema, con algunos que llegan a dar con el escenario y a lanzarse del mismo, bajo la mirada vigilante y divertida de Scott.
Para demostración de lo que decíamos al principio, de lo básica que es la música de Fu Manchu, basta con fijarse en un riff como aquel de “No Dice”: hendrixiano en sobrada manera, es algo que cualquier guitarrista con seis meses de prácticas podría tocar. Lo que cambia totalmente la perspectiva es el sonido: la banda se ha dedicado a forjar un sonido inconfundible, espeso, reverberado, grasiento, que en definitiva es lo que les ha llevado a adquirir un estatus de culto pese a su inexistente originalidad compositiva, y esas paredes de Marshall representan sobrada demostración de poder (por decirlo como los Pantera). Y otra cosa que me sorprende es la intención: después de tantos años, y aún más en el caso de giras dedicadas especialmente a un disco, no es infrecuente ver grupos que llegan a estar hasta arriba de llevar su música por todos lados, y ese cansancio se lo lees en la cara e, inevitablemente, en la calidad de la música que presentan en vivo. Pues aquí sigue ardiendo el fuego de los tiempos antiguos: la entrega, la actitud, la dedicación son las mismas como si esta banda acabara de sacar su primer disco. Así que nosotros público los vamos pasando cojonudamente bien, y Scott y compañía también, conforme la banda va pasando de un tema a otro: “Grasschopper”, “Weird Beard”, “Drive” (aquí un subrayado gigante), “Hotdoggin’” hasta acabar el primer set con la versión de Devo “Freedom Of Choice”.
Su voz no ha perdido nada de su peculiar tono medio-alto, que siempre me ha llamado la atención y me ha hecho pensar en Fu Manchu como a la conexión más acertada entre stoner y punk. Seguimos con “Over The Edge”, tema más “tranquilo” y menos movido que el anterior, pero con unos sonidos de guitarra gordos y saturados que te empujan sólo con el expansión del aire. Con “Boogie Van” ya es tiempo de headbanging de lo más típico, con el público que entona el título del tema al unísono con Scott. Ya con la canción homónima los más atrevidos se lanzan en el crowdsurfing, aprovechando del ritmo más decidido del tema, con algunos que llegan a dar con el escenario y a lanzarse del mismo, bajo la mirada vigilante y divertida de Scott.
Para demostración de lo que decíamos al principio, de lo básica que es la música de Fu Manchu, basta con fijarse en un riff como aquel de “No Dice”: hendrixiano en sobrada manera, es algo que cualquier guitarrista con seis meses de prácticas podría tocar. Lo que cambia totalmente la perspectiva es el sonido: la banda se ha dedicado a forjar un sonido inconfundible, espeso, reverberado, grasiento, que en definitiva es lo que les ha llevado a adquirir un estatus de culto pese a su inexistente originalidad compositiva, y esas paredes de Marshall representan sobrada demostración de poder (por decirlo como los Pantera). Y otra cosa que me sorprende es la intención: después de tantos años, y aún más en el caso de giras dedicadas especialmente a un disco, no es infrecuente ver grupos que llegan a estar hasta arriba de llevar su música por todos lados, y ese cansancio se lo lees en la cara e, inevitablemente, en la calidad de la música que presentan en vivo. Pues aquí sigue ardiendo el fuego de los tiempos antiguos: la entrega, la actitud, la dedicación son las mismas como si esta banda acabara de sacar su primer disco. Así que nosotros público los vamos pasando cojonudamente bien, y Scott y compañía también, conforme la banda va pasando de un tema a otro: “Grasschopper”, “Weird Beard”, “Drive” (aquí un subrayado gigante), “Hotdoggin’” hasta acabar el primer set con la versión de Devo “Freedom Of Choice”.
Más que sabida, la vuelta al escenario de la banda nos introduce en la sección de alguna forma más imprevisible y por lo tanto emocionante del concierto. En realidad, basta con dar una vuelta por internet para darse cuenta de que los temas propuestos no cambian mucho de un directo a otro. Pero aún así no deja de mandarnos en órbita la ejecución de “Godzilla”, versión del clásico de Blue Öyster Cult. Y qué decir de “Evil Eye”, auténtico puñetazo en la cara. Pese a preguntar al público qué quiere escuchar, la banda sigue a su bola hasta acabar de manera triunfante con “Saturn III”, cierre histórico y épico de sus conciertos.
Aunque “Eatin’ Dust”, uno de mis temas favoritos, no llegue a salir de los amplificadores, el concierto es de aquellos sobre cuyo éxito podrías apostar tu casa y todo tu dinero. Long live Fu Manchu!