Por: Sandra Sánchez
Aviso a navegantes. Lo nuevo de Bon Iver no es un disco convencional. Estamos frente a lo contrario a lo convencional, de hecho la sensación que te deja al escucharlo (una de ellas) es que más que canciones contiene atmósferas. Diez atmósferas llenas de simbolismo, de representaciones, de experimentación llevada al límite, si es que existe límite para experimentar.
La electrónica inunda los cortes, a excepción de los que cierran el disco, sorprendentemente reposados. Pero no pensemos en electrónica para todos los oídos, al gusto de las masas, esto es pura locura e inspiración. Utiliza los mecanismos técnicos que ofrece este género para crear auténticos mundos eclécticos de ciencia ficción, que paradójicamente esconden los pensamientos más íntimos del artista.
"22 A Million" supone una catarsis personal para Bon Iver. Empezó a gestarlo en una isla griega, apenas días después de sufrir una crisis emocional por no saber cómo conjugar el éxito internacional, con el que por otra parte siempre había soñado, con la necesidad de vivir la música como una experiencia íntima. El paso adelante frente a esa coyuntura es este disco.
El título, extraño, como su contenido, es puro simbolismo. Los números siempre han interesado al artista de Wisconsin y les ha buscado significado. En este caso el 2 representa la dualidad repetida, la relación consigo mismo y con el resto del mundo, que queda representado en ese “a million”, fans, seguidores desconocidos en países que en su mayoría quizá ni siquiera llegue a visitar.
Las canciones, también con títulos simbólicos, llenos de números y de signos de todo tipo, encierran momentos vitales del artista; son cápsulas que te trasladan desde el lirismo de "666 ʇ" al rock guitarrero desatado del final de "29#Strattford APTS", un complejo y bellísimo tema, pasando por la oscuridad de "10 dEAThbREasT ⚄ ⚄" para terminar en la plácida y evanescente "00000 Million". El hilo invisible entre ellas es la voz de Bon Iver, que en unas ocasiones recuerda a la del Sting de hace 20 años y en otras al Phil Collins de también hace 20 años.
No es éste un trabajo para escucharlo en cualquier momento, pero sí es perfecto para determinados momentos, es trabajo de cada oyente decidir cuáles. Vamos a encontrar en él coros distorsionados, efectos electrónicos para dar y tomar e instrumentos clásicos, piano y violín, pero sobre todo viento.
Bon Iver se mueve entre lo terrenal y lo místico, entre realidad y sueño, calma y revolución, buscando respuesta a cómo logran conectar las personas más dispares. Y encuentra que esa respuesta siempre ha estado justo ahí, en la música. Hay que abrir los oídos y estar dispuesto a enfrentarse a todo, a escuchar sonidos de lo más extraños, a no tener prejuicios, a dejarse sorprender y animarse a simplemente a sentir. Entonces sí, se disfrutará enormemente "22 A Million".