A veces resulta un ejercicio interesante intentar adivinar cuáles de los nombres pujantes en la actualidad mantendrán con el paso de los años ese status llegando incluso a ser considerados por las generaciones futuras como referentes. Uno tiende a pensar que por ejemplo un grupo como Wilco (y por extensión la carrera de su líder Jeff Tweedy) ha hecho méritos más que sobrados, si de rock hablamos, para ocupar ese papel. Una posición que desde luego vendría avalada principalmente por sus trabajos pretéritos, ya que desde el lejano "Sky Blue Sky" se hace difícil encontrar elementos realmente significativos que contribuyan a ese aspecto.
Bajo esa sensación se presenta su nuevo disco "Schmilco" (con portada del catalán Joan Cornellà), publicado pasado poco más de un año desde su anterior y repentino "Star Wars". Pese a la diferencia evidente que hay entre ambos respecto a su forma musical, lo que sí evidencian, precisamente por ese antagonismo, es la capacidad que los de Chicago han demostrado a lo largo del tiempo para abarcar una rica y variada forma de expresar los conceptos clásicos del género.
Si en el álbum predecesor la opción elegida fue una escenificación de la cara más ruidista, y en cierto sentido experimental, del grupo, sin unos grandes resultados, dicho de paso, sus nuevas composiciones se alimentan sin embargo de todo lo contrario. Estas canciones buscan la orilla opuesta para posarse; la electricidad se apaga, o queda atenuada en segundo plano, y se impone en general un tono más sobrio y melancólico, algo que también es acompañado en la forma de cantar de Tweedy. Para completar esa sensación mayoritaria que el álbum adopta se ayuda de unos textos, no exentos de ironía, muchas veces cargada de cinismo, que parecen querer instalarse, a la hora de reflexionar sobre los eternos temas humanos, en una “amable” aceptación de la derrota.
Todo lo explicado hasta ahora queda refrendado desde el propio tema inaugural, "Normal American Kids", en la que el duelo entre guitarras eléctricas y acústicas se salda con el claro triunfo de las segundas, aunque con una buena labor en su papel secundario de las "perdedoras", con el fin de construir un folk-country lánguido (sin pretender ser peyorativo el término, sino la simple constatación de ese tono alicaído). Una etiqueta asumible por buena parte de los temas, como "If I Ever Was a Child", si bien en este caso la instrumentación impone su presencia pero siempre asumiendo la prioridad, y ahí reside buena parte de su encanto, de marcar un ritmo sobrio y vaporoso. Canciones, a las que podemos añadir "Happiness", que interiorizan (nunca mejor dicho) propuestas como las de M. Ward, Harry Nilsson (con alusión directa a él en el título del disco) o Clem Snide.
Todavía en términos genéricos similares hay algunos ademanes orientados hacia géneros o aspectos diferenciadores, ya sea en el camino algo trotón, aunque sin riesgo de deshilachar el contexto sonoro , emprendido por las insistentes bases rítmicas de "Cry All Day", como en el ramalazo luminoso que emana de "We Aren’t the World (Safety Girl)", en la que es fácil averiguar la sorna en su título. "Nope" desprende un aroma mucho más sureño, encaminado hacia el blues, mientras que "Shrug and Destroy" (aquí toca irse hasta el “Search and Destroy” de The Stooges para observar el juego de palabras) se desparrama sutilmente en brazos de la psicodelia.
Aceptando en todo momento que el grueso del nuevo disco se mueve en esos terrenos más sosegados y reflexivos, eso que ya se ha constituido como impronta en el sonido de Wilco, en relación a su gusto por sacar a relucir la retorcida y afilada guitarra de Nels Cline, también tiene su manifestación aquí. Un lugar el que ocupa sin embargo que ni termina por dotar al disco de un ingrediente peculiar que lo haga más sugerente ni tampoco al contrario hay peligro de que rechine. Se ubican por lo tanto con cierta facilidad en el global canciones como, principalmente, "Common Sense" o "Someone to Lose". Más llamativo supone que en ese entorno enmarañado, instrumentalmente hablando, surja una canción como "Quarters", de clara inercia campestre, e incluso la “acidez” de los Beatles tomada para "Locator".
Acabo como he empezado, es decir, loando a una de las bandas esenciales para el rock americano actual, y todo indica que con permanencia en el imaginario colectivo en el futuro, pero que no es este momento el que marca su cúspide artística. Eso a pesar de que "Schmilco" es su mejor disco en los últimos años y que tiene algunos momentos de alto nivel, algo que por desgracia para los de Tweedy no resulta del todo suficiente pero que por desgracia para muchos otros grupos los sitúa por encima de ellos.