Por: Kepa Arbizu
No es un debate baladí en el ámbito de la creación artística el punto de reconocimiento, tanto personal como para el ojo de los demás, que se alcanza con una fórmula basada en dedicarse a la reproducción mimética de unas formas ajenas, por muy bien que se haga o por muy alto nivel que tengan las originales. Una reflexión que todo indica ha pasado más de una vez por la mente del joven Ryley Walker, autor que desde su debut “All Kinds of You” apostó por acercarse de manera brillante principalmente a esa particular escena folk-rock de los años sesenta-setenta. Una determinación que sin embargo no le ha impedido, como demostró en su posterior trabajo , “Primrose Green”, adaptar esa base clásica a un contexto personal y contemporáneo. Un ejercicio que todavía tiene una mayor visibilización en su actual grabación.
Hay además en este -gradual- paso acometido lo que se intuye como un brazo tendido a su entorno más ceracno, lo que se manifiesta en una reivindicación, o asunción de la influencia, de la siempre inquieta escena de la ciudad que vio su nacimiento artístico, Chicago. No es por lo tanto un dato menor que la producción y la ejecución de variados instrumentos hayan recaído sobre LeRoy Bach, el que fuera integrante, y representación más experimental, de Wilco, unas de las bandas más importantes surgidas de dicha localidad.
Ryley Walker se acompaña de su habitual banda, incrementada sustancialmente por la presencia ya mencionada, para construir un ambiente musical denso, repleto de capas sonoras trabajadas con delicadeza y tiento, que en estas nuevas composiciones toma un peso todavía más patente. Se percibe así esa decisión por transportar los sonidos clásicos hasta las calles en las que ha crecido musicalmente. Y si hablamos del poso que dejan esos iconoclastas representantes locales como Jim O’Rourke, Tortoise o Gastr del Sol, hay que mencionarlas ya desde la inicial "The Halfwit in Me". Plagada de imágenes y un lenguaje simbólico, a pesar de estar afianzada en esa forma bucólica y contagiosa que manejaban Bert Jansch o Davy Graham, ya despuntan esos geniales devaneos instrumentales. Los mismos que se harán más patentes a lomos de las incipientes percusiones de "A Choir Apart" o en "Sullen Mind", inyectada de esa intensidad dramática propia de Fairport Convention.
En el disco, aunque siempre esté presente ese fluido perfil instrumental, no lo está menos la imposición de un ambiente relacionado con esos autores clásicos ya nombrados y a los que habría que sumar por ejemplo John Martyn, Nick Drake o Tim Buckley. Todos ellos dejan una huella imborrable en la creación del norteamericano, como se nota con claridad en la majestuosa sobriedad de "I Will Ask You Twice", en los emocionantes toques jazzísiticos de "Funny Thing She Said" o en la maravillosa "The Roundabout", todo un modelo de manejo instrumental al servicio de una sobresaliente composición. Incluso la extensa "Age Old Tale", utilizada como cierre del álbum, conduce a través de su ampliamente condimentada estructura a un estado de serenidad.
Con este "Golden Sings That Have Been Sung” el joven compositor norteamericano demuestra una capacidad sublime para exteriorizar todos esos aprendizajes tradicionales y saber encuadrarlos en una , tan evidente como paulatina, evolución hacia una elaboración más personal y actualizada. Un disco en definitiva que, al igual que en los textos contenidos, suena reflexivo, íntimo, pero también poseedor de la suficiente identidad como para volar libre y expresarse sin cortapisas ni dogmas.
Con este "Golden Sings That Have Been Sung” el joven compositor norteamericano demuestra una capacidad sublime para exteriorizar todos esos aprendizajes tradicionales y saber encuadrarlos en una , tan evidente como paulatina, evolución hacia una elaboración más personal y actualizada. Un disco en definitiva que, al igual que en los textos contenidos, suena reflexivo, íntimo, pero también poseedor de la suficiente identidad como para volar libre y expresarse sin cortapisas ni dogmas.