Por: Artemio Payá
A finales del año pasado Numero Group puso en circulación la antología de la fugaz discográfica Ork Records. Aprovechamos la oportunidad para desgranar su contendido y de paso revivir a través de sus surcos la historia de uno de los estandartes de la independencia musical que nació en el convulso Nueva York de mediados de los setenta.
A finales del año pasado Numero Group puso en circulación la antología de la fugaz discográfica Ork Records. Aprovechamos la oportunidad para desgranar su contendido y de paso revivir a través de sus surcos la historia de uno de los estandartes de la independencia musical que nació en el convulso Nueva York de mediados de los setenta.
Por favor mátame
Más de tres lustros después de haber leído la biblia del sonido neoyorkino de los 70 aún recuerdo el momento en el que cerré el libro y en mi cerebro se abrieron otras puertas que no se han vuelto a cerrar nunca. Ya tenía en mi poder algunos de los discos protagonistas de la historia (y los que no fueron adquiridos compulsivamente) por lo que en cierto sentido no todo eran sorpresas, pero a través de esas líneas pusimos caras y vidas a ese hermoso submundo musical que creció entre lo más pútrido de la Gran Manzana. “Por Favor, Mátame” (editado en 1999 en Celeste y ahora reeditado por Discos Crudos) suponía un excepcional fresco del Lower East Side por el que pululaban infraseres nacidos para perder pero llamados a influenciar a las generaciones venideras a golpe de anfetamínicos riffs.
Tras haber peregrinado al CBGB y contemplado que la ponzoña aún estaba en sus paredes y la droga aún rondaba en su exterior mi segunda visita al templo del Bowery fue completamente diferente porque el poderoso caballero don dinero ya había pasado por allí. El famoso anglicismo gentrificación había hecho acto de presencia en la zona actuando implacablemente y dónde antaño había un garito inmundo en el que dieron sus primeros pasos tantos y tantos referentes musicales que siguen vigentes, ahora había (y hay) una tienda de Roberto Cavalli en la cual te venden camisetas vintage (que no viejas, ojo) a 200 dólares.
Para los que nacimos a finales de los 70, casi cuando la escena se empezaba a descomponer, el 315 del Bowery era el último vestigio de aquellos años y después de su cierre solamente quedan la literatura y los fantásticos álbumes que se grabaron. "Ork Records: New York, New York" actúa pues como inmejorable crónica de lo que sucedió en ese espacio-tiempo y se puede encontrar en formato 2CD o 4LP’s con un extenso y delicioso libro de 180 páginas (base bibliográfica para dar forma a este artículo) en las cuales se recorren las vicisitudes de la discográfica que mejor supo documentar lo que estaba pasando además mostrar su heterogeneidad: lo interesante de esa escena es que no sólo había punk, en los escenarios mugrientos del bajo Nueva York también había cabida para otro tipos de música y por eso la recopilación demuestra que la repercusión posterior de aquellos plásticos es debido, en mi opinión a que no se trataba de un estilo en concreto sino de un estado de ánimo. El hecho de que sea tan difícil acceder a los originales, por disponibilidad o precio, añade mayor valor a la mandanga puesta en circulación por Numero Group, que traza un perfecto recorrido por los cinco años de vida de ORK tratando la historia con mimo, respeto y profusión y es pues un artefacto necesario para comprender la historia de bandas como Television, The Feelies, Chris Stamey, Marbles, The Revelons, Prix o el cobijo de forajidos como Mick Farren o Cheetah Chrome. Poniendo como excusa que este apetitoso manjar ha caído en nuestras manos, nos lanzamos a analizar su contenido musical a la par que recorremos a pie el camino de su leyenda.
La historia de la discográfica es la historia de un joven de Oklahoma llamado Terry Collins que acaba montando una librería de temática revolucionaria en San Diego a principios de los 60. El establecimiento, llamado The Tiny Ork además de darle su apellido de ahora en adelante también le supondría un quebradero de cabeza. Después de recibir amenazas por parte de las autoridades debido al material que estaba difundiendo decide salir por patas de la ciudad. Estamos en 1968 y unos meses antes había hecho buenas migas con la troupe de Andy Warhol que había pasado por la zona para grabar “San Diego Surf” así que nuestro protagonista decide plantarse en la gran manzana y acudir al Max Kansas que era el epicentro del cachondeo de la Factory.
Allí, las cosas han cambiado puesto que, tras volver de San Diego, Valerie Solanas le ha pegado dos tiros a Warhol y éste es bastante más cuidadoso con quien acepta en su entorno, pero Terry consigue acceder gracias a su carisma fiestero y durante un tiempo es el perejil de todas las salsas adoptando inmediatamente los malos hábitos de Gotham: se va a vivir a la zona de chaperos del Midtown con Gerard Malanga y entra en el mundo de los opiáceos: “mi primer chute me lo pone Jim Carrol”, dice Ork. A finales de 1969, Terry compagina la azarosa vida nocturna de la ciudad con un curro de día en una tienda especializada en artículos de coleccionista llamada Cinemabilia, de la cual acaba siendo el encargado algo después de preparar un desaguisado en la Factory de la cual es despedido fulminantemente y escoltado hasta la salida por el propio Malanga.
Unos años más tarde, la historia da un giro cuando en Cinemabilia empieza a trabajar un joven problemático llamado Richard Meyers (en adelante Hell) que había huido de un internado del Midwest y que se acababa de reencontrar con un viejo compinche del colegio llamado Tom Miller (en adelante Verlaine). Ambos han montado un proyecto de grupo llamado Neon Boys y están buscando desesperadamente a un guitarrista después de infructuosas pruebas (lo intentó Dee Dee Ramone pero no dio la talla y Chris Stein no pegaba ni con cola con este par de outsiders). Ork les presenta a su compañero de piso, un chaval con una ajetreada trayectoria vivida en la pobreza total y una excelente técnica con la guitarra que se llama Richard Lloyd.
A todos ellos se les une un viejo amigo de Tom llamado Billy Ficca y la química funciona rápidamente así que Terry ve una magnífica oportunidad de copiar lo que hizo Warhol con The Velvet Underground convirtiéndose oficialmente en el manager de la banda a la que bautizan como Television y que hace su debut oficial en marzo de 1974 primero en el Townhouse Theater y posteriormente en el CBGB, este último que era nido de impenitentes bebedores de los bajos fondos y que en un principio estaba montado para albergar conciertos de country acaba reinventándose movido por una nueva generación de chavales con ganas de encontrar permisivos lugares para tocar sin-tener-ni-idea y acabará siendo la Kaaba del rock and roll underground.
Tras un año de trabajo Richard Hell pone pies en polvorosa para montárselo por su cuenta debido a desavenencias con Verlaine que se había convertido en el jefe supremo (ni sus canciones eran aceptadas, ni su actitud demasiado alocada en el escenario). Como suele pasar en todos los casos, la industria huele a billetes y se lanza a por las bandas de la escena, estando ellos a punto de firmar por Island, cosa que al final no fructifica.
Así pues, el punto de partida del sello que nos ocupa es la necesidad de Terry Ork de dar salida al material de la banda a la que representa, y su primera referencia es el debut de Television en formato single con “Little Johnny Jewel”, siete minutazos (ocupando las dos caras del 7”) que aquí podemos escuchar del tirón y donde se aprecia bastante pobreza en la producción y unas guitarras a las que aún les falta coger más fuerza pero también donde la banda ya atisba lo que vendría luego: ese particular sonido minimalista, improvisación noise, y la particular voz de Verlaine . Como siempre que se trabaja desde la independencia alejado del paraguas de las grandes corporaciones musicales la cosa se lleva con más corazón que pasta y el single se edita sin portada y se distribuye por correo o directamente en los conciertos cosa que no quita para que tenga cierta repercusión y suscite el interés de los sellos para acabar firmando por Elektra, pero esa es otra historia más conocida y que no nos ocupa en estas líneas.
Blank Generation
Casi en paralelo Malcolm McLaren les ha robado el alma a The New York Dolls y se vuelve a Inglaterra con la cabeza llena de la música de las muñecas y las pintazas de Richard Hell sintetizándolo todo en su proyecto personal más ambicioso que serían Sex Pistols. De los despojos de los Dolls, que estaban allí antes que nadie, queda Johnny Thunders que durante un año recluta a Hell pero éste, de espíritu libre, decide abandonar un barco que va cargado de heroína hasta las trancas para ser el capo y tocar sus propias canciones. Para ello, junto a Ivan Julian (que se había fogueado en los Foundations), el veterano Robert Quine y el futuro Ramone Marc Bell pone en marcha los Voidoids y con un mes de vida y sin darse a conocer en directo consigue un contrato con Stiff Records para grabar un EP cuya distribución en USA se reserva el sello Ork. Aquí podemos encontrar aquellas grabaciones, mucho más ariscas, orgánicas y desde mi punto de vista más acertadas que el material posteriormente regrabado para el LP. Es impagable por ejemplo el crepitar de las guitarras en el himno nihilista por excelencia que es “Blank Generation” además de disfrutar de una primera versión de “Another World” o de un sensacional tema inédito que huele a asfalto cosa mala (“You Gotta Lose”).
No solo hay punk en las cloacas
Una vez que el sello de Ork había echado a andar, éste seguía con su voraz apetito nocturno disfrutando de las sustancias ilegales, llevando las riendas de la discográfica y por supuesto manteniendo su posición en Cinemabilia pues al fin y al cabo el cine era su gran pasión. Y allí es donde a mediados de 1976 contacta con un chaval de buena familia que se había desviado del camino trazado por su padre debido a su obsesión con la contracultura. Fruto de esa conexión es en ese año cuando Charles Ball pasa a hacerse cargo de la co-dirección de Ork Records siendo figura esencial para poner un poco de cordura en el descontrol personal que tenía montado el bueno de Terry. Es Ball el que intenta profesionalizar un poco el sello, tejiendo una red para la distribución y encargándose de la promo y press kit de las bandas que conforman representadas. Además de esto y comenzando a partir de la tercera referencia es donde se empiezan a editar otros artefactos algo más alejados de la crudeza o directamente del punk neoyorkino. Encargados de abrir esta racha fueron The Marbles, un combo de elegantísimo pop al que solo le dio tiempo a sacar a la luz un magnífico single a comienzos del año 1977. Más atractiva aún resulta la unión de un chaval, llamado Jon Tiven, que estaba pirradísimo por Big Star y que incluso había llegado a compartir escenario con su ídolo Alex Chilton. Al enterarse que la banda de Memphis había decidido tirar la toalla le monta una sesión en los estudios Ardent y decide mandar las cintas a unas cuantas compañías, pero en ninguna de ellas quieren ser testigos de un nuevo fracaso de Chilton excepto una ¿adivinan cuál?
Así en 1977 se edita el EP “The Singer not the song” que en esta compilación podemos escuchar íntegramente y dónde se ven las virtudes y carencias del genial músico: hay momentos brillantes como “All of the time”, la relectura de “Free Again” o “Take me home” con actos menores como las versiones de Stones y Cochran. Además de esto y fruto de sus sesiones en Ardent, Tiven había montado una banda con su viejo colega Tommy Hoehn y otros sospechosos habietualesde los estudios de grabación incluyendo a otro Big Star como es Chris Bell. Una banda que bebe de las mismas fuentes que la gran estrella (como no) y que se hace llamar Prix. Este material también fue editado por el sello y también se puede encontrar aquí, de la banda poco más se supo, pero desde luego que los fans de Chilton/Bell se relamerán de gusto escuchando “Girl”, “Zero” o inéditas que estaban escondidas en un armario como “Love you all the time”.
El lanzamiento suscitó cierto interés e hizo que Chilton se trasladara a la gran manzana a hacer de las suyas y juntarse con otras figuras como un imberbe Chris Stamey y entre los dos grabar bajo su nombre ese rockabilly psicotrónico que es “Bangkok” (un cero en geografía, por cierto) o un single de Stamey con dos fantásticas de-construcciones de pop beachboyesco llamado “The Summer Sun”. El de North Carolina pasa a ser un habitual de la casa y no solo deja estos vinilos, sino que además deja para la posteridad los primeros pasos de los DB's con un pepinazo como “(I Thought) You Wanted to Know” que graban con Richard Lloyd.
Llegados a este punto está clara la importancia del sello a la hora de dar minutos a multitud de bandas que dieron sus primeros pasos, aunque luego viendo que podían ser mucho más grandes y que Ork no podía pagarles decidieran emprender camino a otro lugar. En ese sentido Ork siempre fue el primero en apostar por ellos, y es el caso también de The Feelies que dejaron en la casa un par de mayúsculos singles con la primigenia y crudísima versión de “Fa Ce La” o “Forces at Work” que nunca volverían a sonar así visto el resultado de su primer LP para Stiff. El olfato del sello no fue meramente de descubridor ya que en ese mismo período verían la luz también sensacionales rodajas de un viejo conocido revolucionario como Mick Farren (“Play with fire”) o de Link Cromwell que no es otra que la primera banda garagera de Lenny Kaye en 1965 y que perfectamente podría haber incluido en su Nuggets.
Dieciocho meses después de su entrada, Charles Ball decide profesionalizarse un poco formando por su cuenta su agencia de management Lust/Unlust y dejando a nuestro querido protagonista sólo ante el peligro y para tratar de reinventarse vuelve a poner en el mercado el primer single de Television, esta vez en formato 12” (para evitar tener que darle la vuelta al disco a mitad de tema) y pone en circulación rodajas de viejos conocidos punks como un rebotado Cheetah Chrome que había abandonado a sus compinches de The Dead Boys pero seguía manteniendo la llama del bulldozer rock en un single que hace que la sangre hierva o bien The Idols, proyecto en el que se encuentran el Heartbreaker Jerry Nolan o del New York Doll Arthur Kane y dónde ahúman un single que huele a taberna y grasa por los cuatro costados. Funcionando a base de impulsos, Ork se decanta también por sonidos de la recién creada new wave con efectivos singles de The Revelons (“The Way you touch my hand”) o Student Teachers (“Channel 13”). Han pasado cinco años y las cosas no han cambiado mucho, Terry Ork sigue funcionando como una compañía amateur, los ingresos se esfuman en viajes a Londres, en sesiones de grabación a capricho o en hacer de manager de bandas hardcore y nuestro querido protagonista decide echar el cierre agobiado por las deudas con el fisco y se marcha a California donde sigue dedicándose a escribir de cine hasta que le trincan y pasa dos años a la sombra. La música se había acabado para él y tras unos años alejado de todo abandona este mundo en el año 2004 después de una batalla contra el cáncer y dejando atrás un fantástico legado.
Es en definitiva reconfortante que hayan pasado tantos años y que se siga hablando y reconociendo la labor de genuinos outsiders como Terry Ork , teniendo en cuenta que en este siglo XXI a quien más se adora y valora es a quien es exitoso en los negocios, hemos de decir que el encanto de nuestro querido protagonista es justamente el opuesto: siendo un desastre en sus finanzas supo llevar adelante un sello discográfico de sensacionales canciones construido desde de independencia más absoluta y apostando siempre por lo que le decía el corazón.
Si has llegado hasta aquí sin aburrirte y con un mínimo de interés entonces te recomiendo la adquisición de este artefacto que como he comentado ha sido puesto al día por Numero Group con un detallado libreto para vivir una y otra vez en la vieja Nueva York de mediados de los 70 y además de lo expuesto y como guinda del pastel, escuchar material que fue distribuido por el sello como el loquísimo single de Lester Bangs, un acetato inédito de The Erasers (sonando más Patti Smith que ella misma) y una rodaja de Kenneth Highney que lo mismo se dedica a ser el más punk como se da un maridaje con el heavy funk más desnortado.