Por: Oky Aguirre
Se va el verano pero continuamos calientes. Después de ver "The Get Down" aún seguimos sudando como esos negros del "puto" Bronx; ese sudor que sólo es aliviado por el musicón que recorre toda la serie y que se traslada a nuestros cuerpos, haciendo de esos sonidos "negros profundos" (funk, disco y hip-hop) nuestro peculiar ventilador. Los 80 se fueron y no hacemos más que volver a ellos. Uno piensa que se está haciendo viejo y los gustos de un tiparraco como yo (45 años) coinciden con los de jóvenes de todas las edades (de 15 a 30). ¿Pero qué pasa aquí?.
En este mezquino mundo, “The Get Down” es la prueba de que aún quedan buenas cosas; las inmateriales, aquellas que están al alcance de todos (algunos con más dificultades que otros, claro). La música es una de ellas. Hay que darle el mismo valor a los tambores africanos que al sonido Spector, ese respeto que cada uno quiera otorgar según sus gustos, pero al que nunca hay que restarle importancia cuando se trata de música, en donde el criterio es un mundo aparte. Aunque no te guste el funk o la disco-music (una irresponsabilidad por tu parte, siempre respetable) a tu cerebro sí, y lo sabes.
El que a estas alturas se haya perdido tiene dos opciones: abandonar inmediatamente la lectura de este artículo o dejarse llevar hacia esos sentimientos a los que nos transporta la música. Soy consciente de que alguno abandonará; pero también que otros se sentirán identificados. Lo importante es la música; ese conjunto de instrumentos que te hace ver y sentir cosas que no se compran y que te acompañan todos los días de tu vida, y al que tú le das importancia mientras otros lo ven pasar de lado. Aquí no se intenta sentar cátedra ni dar consejos sin sustancia, sino aportar y compartir. Es una visión abstracta que busca cada persona y que nace en el interior de uno mismo. Haciendo un símil con la pintura, es lo que uno pueda sentir contemplando un Miró; un óleo de dos metros con el fondo en blanco y tan sólo dos trazos. Ese leve detalle que te hace ser diferente: distinguir entre lo bueno y lo auténtico. Ser receptor de algo grande. Al oír despectivos comentarios como el mítico "eso lo hago yo" mi respuesta siempre es la misma: "Do it". Hay dos mundos entre haber visto el Guernica o haberlo tenido enfrente. Observar un Francis Bacon, en donde cada uno interpreta esas imágenes perturbadoras, dotadas de expresiones internas que pueden dar lugar a millones de sensaciones e interpretaciones, buenas y malas, pero siempre surgidas de lo más profundo del ser humano. Tú eliges: ser un borrego es fácil. La música tiene eso que te hace diferente, que es cuando llega la emoción. "The Get Down" es emocionante. No ya por ser la serie más cara de la historia; por llevarnos a esa época que todos adoramos. Es por lo que consigue. Evadirte por completo y pasártelo bien, desear ver el siguiente capítulo.
Hay críticas enfrentadas respecto a la labor de su creador, Baz Luhrmann ("Moulin Rouge"). Mientras unos alaban su gran imaginación y perspicacia visual a otros les parece que no es normal que un australiano ahonde en un mundo que ni siquiera conoció. Yo he navegado y he visto que su mensaje es claro y transparente: "la idea surge de crear algo puro, fresco y original, particularmente en este momento, donde todos necesitamos evadirnos". Lo que está claro es que aquí se derrocha por todas partes: en talento y pasta. Si a alguno le suena la película "The Warriors" ésta es su serie. Si alguien aún conserva sus LPs, que hacían bailar al mismo demonio; ésta es su serie. Si grabaste aquella cinta (en "The Get Down" las casettes son protagonistas) que para ti era un tesoro, "The Get Down" te atrapará.
Hay una historia paralela, romántica, que adormece un poco el ritmo y que muchos comparan con "West Side Story". Y es verdad, pero yo en vez de sacarle pegas he disfrutado cada momento interpretativo de estos dos chavales protagonistas: son creíbles; somos nosotros. Pienso en su inocencia, que en la serie me traslada a las mismas dudas que yo tenía con quince años, pero lo que me convence son sus dotes musicales y la naturalidad con la que la desarrollan. Lo mismo pasa con cada personaje. Soy de los que le da importancia a temas como el casting, el montaje, etc... y en el caso de la elección de actores han sabido manejarlo con mucha maestría -fundamental el visionado en VSO; hay un mundo entre el castellano y la jerga del Bronx-. Los chavales son deliciosos, pero yo me quedo con el productor fracasado; aquél que ronda en cualquiera de las historias y biografías que hayamos leído acerca del mundo musical. Dotado de ese sexto sentido para reconocer un éxito al instante, poseedor por unos años del éxito absoluto mal utilizado en su auge, que te hará revolverte en el sofá de casa. Una vez analizados por encima ciertos rasgos de la producción, vamos con lo que nos importa; el tema musical.
Si consideras que bajarse toda la discografía de cualquier grupo (Zeppelin, Beatles, Stones, Camarón, Marley..... ¡¡¡yo que sé!!!) y mantenerla inerte en tu disco duro, equivale a ir a comprarte música y disfrutarla tal cual... ésta no es tu serie. Otra cosa es si aprecias lo que significa la música como creación, sin distinguir géneros, cuando has asimilado que tanto en el heavy como en la clásica siempre hay algo que aprender. Es lo que pasa con el "heartbeat" en el reggae, soul, blues...; cuando sientes que el latido de tu corazón y ésa canción llevan el mismo ritmo. Es entonces cuando sientes eso. La música. Sensación parecida a ver ese cuadro de Goya en el que Saturno se come a un niño, en el Museo del Prado. Estremecerse cuando compruebas que esa foto que viste en el libro de texto, que nunca se borrará de tu cabeza y que tú creías era un cuadro gigantesco, te hará recibir ese latigazo de apenas 25 centímetros. Esa es la grandeza de la música, que, en este mezquino mundo, tienes algo que te hace diferente. La Sensibilidad.
El viaje por este universo de música disco y funk te hace comprender mejor el nacimiento de ese género, el hip-hop, que surgió a partir de estados anímicos; de momentos claves del género humano, cuando las dificultades aprietan. Y en aquellos 70, en el Bronx, las dificultades eran tus compañeras-recomendable la visión del documental “Rubber Souls” (2015), que completa esa violenta visión que predomina en esos años; guerras armadas entre bandas separadas por distritos, en donde las navajas y pistolas se sustituyeron por armonías y pasos de baile. Desde luego que a Luhrmann le ha servido y se nota en el resultado-. Y de esta movida parte "The Get Down". Lo demás es transportarse, chicos, evadirse y formar parte de aquella época que aunque no vivimos siempre despertó en nosotros, cuanto menos, curiosidad, de donde todo parte a la hora de descubrir música; ese acorde, estribillo o frase de cualquier canción que inicia la búsqueda de lo que al final puede ser tu artista favorito. El mensaje de "The Get Down" es esa búsqueda, ese momento que llega a través de los platos del DJ, en donde dos discos iguales suenan como uno pero con Grandmaster Flash (asesor en la serie) en el mezclador hacen posible que se active esa neurona, la del baile. Entonces, cuando termines de ver la serie, es cuando te surgirá la pregunta: ¿Tienes el Get Down?