Por: Kepa Arbizu
Michael Kiwanuka, de la mano de su disco de debut “Home Again”, logró pertenecer a esa exclusiva nómina de jóvenes intérpretes que deslumbran desde el primer momento en el que hacen aparición en una determinada escena, en este caso la relativa a la música negra. En aquel trabajo sus influencias clásicas, que se situaban tanto en el folk, en el jazz como sobre todo en el soul, eran tan evidentes como la clara determinación, al contrario que sucede con otros ejemplos contemporáneos, de no calcar enseñanzas sino aportar su visión de esos esquemas tradicionales. Apreciación que sin duda se ve refrendada y materializada en toda su extensión con su sorprenderte nuevo disco “Love & Hate”.
Para el salto, perfectamente entendible visto los antecedentes, que representan sus actuales canciones, el norteamericano ha añadido a su habitual colaborador y productor Paul Butler otros dos nombres realmente representativos. Uno de ellos es Danger Mouse, al que ya le hemos visto inmerso en este tipo de proyectos basados en confrontar épocas (con resultados desiguales), y el otro Inflo, perteneciente, aunque no exclusivamente, a los ambientes hip-hoperos. El trabajo de todos ellos se antoja crucial para elaborar junto a Kiwanuka un entorno musical, que siempre anclado en los referentes clásicos , proyecta una serie de atmósferas mucho más densas, alambicadas y repletas de adornos instrumentales.
Esa construcción todavía se instalará con mayor enjundia al encontrar acomodo en unos textos también más imbricados y reflexivos. Las dos palabras que forman el título de este segundo trabajo (amor y odio) son la expresión más perfecta y representativa de todos esos sentimientos antitéticos, pero muchas veces expuestos en un continuo, que pueblan las composiciones actuales y que trasladan una angustia cargada de capacidad catártica (“Calling for my demons now to let me go" llegará a cantar).
Abrir el disco con un tema como "Cold Little Heart" es toda una declaración de intenciones. Se trata de una canción compleja, que roza los diez minutos de duración trabajando las capas sonoras y estructurada sobre dos bloques: el primero basado en el poder instrumental mientras que en el siguiente sobresale la capacidad vocal de Kiwanuka, que sin necesidad de alardes se erige como pieza principal. Una composición que es capaz de aglutinar la sombra de Isaac Hayes con las guitarras y ambientes cercanos a Pink Floyd o My Morning Jacket. Unos mimbres, incluida la extensa duración, que también aplicará a "Love & Hate", otro ejemplo de genuino trabajo a la hora de utilizar un elevado número de ayudas instrumentales al servicio de actualizar, en este caso, el sonido blaxploitation. Y si de atraer hasta nuestros días géneros se trata, nada mejor que ese gospel-funk de pulso identitario que es "Black Man In a White World" u "One More Night", en la que se observan semejanzas con el trabajo de Danger Mouse con The Black Keys a la hora de adaptar ritmos bailables.
Si hasta ahora hemos descubierto la habilidad y el talento que contiene este álbum en su capacidad para sostenerse tanto en la tradición como en la actualidad, por medio de una serie de temas, que se ubican en una zona más íntima, sobre todo en cuanto a forma, va a conseguir elevar su nivel hasta la excelencia. Capitaneadas por "Falling", una de esas canciones con las que uno tiene la sensación de situarse ante algo realmente grande, estamos ante una emocionante composición que pone sobre la mesa el nombre de Marvin Gaye para sumergirlo en un íntimo y épico contexto. La presencia del mítico intérprete influirá decisivamente también en "Place I Belong", tomando su faceta más funk sudoroso e insinuante. Y si "Rule the World" se presenta en un principio como un relativo cese de esos omnipresentes elementos ornamentales para ceder protagonismo a la voz , el desarrollo del tema nos lleva a lo contrario, una explosión de coros, cuerdas y guitarras; esas mismas que se clavan chirriando bajo el lenguaje del blues en la sobria y romántica "The Final Frame", un magnífico punto y final para el disco.
"Love & Hate" puede funcionar respecto a "Home Again" como continuación a la vez que de justamente lo contrario. Si en el primero mostraba por igual su idolatría por los clásicos como su afán por interiorizarlos y no copiarlos, en este siguiente paso todavía se muestra más personal, tanto es así que es difícil definir un disco que si bien prende la mecha a través de las raíces del sonido negro, su materialización alcanza una forma instrumentada y repleta de influencias contemporáneas. Un objetivo que, mientras le hemos visto naufragar en tantos otros casos, aquí sabe integrarse, encontrar un sentido, y sentimiento, común para ofrecer un trabajo emocionante y todo un tratado de cómo respetar los orígenes para construir una extraordinaria nueva sucesión.