Por: Kepa Arbizu
Caerse, levantarse y volver a golpear. Esa es a grandes rasgos la dinámica rutinaria del boxeo. No debe de extrañar por lo tanto la transformación en púgil de Eli “Paperboy” Reed para ilustrar la portada de su nuevo trabajo “My Way Home”. Y es que el estadounidense viene de besar la lona de manera estrepitosa con su anterior disco “Nighths Like This”, un fallido intento por edulcorar y “popularizar” su sonido soul, pero también de demostrar su capacidad para evitar el KO técnico y sacar fuerzas para erguirse de nuevo y plantar seria batalla, en esta ocasión con composiciones vibrantes que exprimen el ambiente más áspero y crudo de los sonidos negros.
Haciendo mención al explícito y aclarador título del álbum, hay también un evidente interés por traslucir el regreso de los elementos originarios, o por lo menos con los que se dio a conocer, que abastecían su música. Porque si el más reciente traspiés supuso la representación más burda de su acercamiento a planteamientos comerciales, estos ya se había manifestado en episodios pasados, materializados de forma mucho más sugestiva, eso sí, y ahora, también alejado ya de las multinacionales (otro detalle nada baladí), apuesta de manera tajante por bajar las luces y llenar de humo el ambiente.
Para lograr esa sudorosa y envolvente atmósfera se va a empapar de las representaciones clásicas de los géneros pero también va a recurrir a una instrumentación sucia y orgánica, que entre los gritos, coros, teclados y demás elementos asimilados del soul, funk y rhythm and blues más turbio, no queda alejada de las sonoridades del garage, como sucede, por ejemplo, en "Hold Out".
Una imparable visceralidad que se expandirá hacia ritmos trepidantes funk, como en la adaptación del la tradicional "Cut Ya Down", el desmelenado rock and soul de "The Strangest Thing” e incluso una desgarradora épica donde ruge a lo Screamin' Jay Hawkins (“Your Sins Will Find You Out”). Por si fueran pocos los matices alcanzados con lo comentado hasta ahora incluso se atreve a alimentar una canción como "Eyes On You" de toques claramente psicodélicos, que parecen robados incluso de The Doors o The Seeds.
Pese a que hay un número representativo de canciones que bajan las aceleraciones, eso no quiere decir que desaparezca una intensidad que es elemento constante del álbum. El acercamiento a los medios tiempos, ya sea en una representación oscura (“Movin’”), derrochando emoción (“My Way Home”) o en su faceta más dulce y pegadiza, a lo Sam Cooke, en “Tomorrow’s Not Promised”, logran en esencia mostrar su fuerza interpretativa bajo coordenadas más calmadas, las que encontrarán su expresión más palpable en el soul-gospel acústico y sentido de “What Have We Done”.
Eli "Paperboy" Reed con este nuevo disco parece haber sacado toda la fuerza y visceralidad que había contenido a lo largo de sus pasados trabajos. El resultado de todo ello es un crudo, intenso y emocionante recorrido por esas sonoridades negras que siempre, aunque a veces se haya empeñado en sepultarlas anodinos ritmos, le han pertenecido. ¿Resurrección momentánea o decisión de enderezar el camino? Sea como sea no es momento de plantearse disyuntivas y sí de desatar la pasión que contiene este álbum.