Real Jardín Botánico Alfonso XIII, Universidad Complutense de Madrid. Sábado y domingo 16 y 17 de julio del 2016
Por: María Solano
Por: María Solano
Los festivales junto a la playa están bien, nada que objetar, pero se agradece que en plena canícula los promotores musicales tengan en cuenta a los "pringaetes" que nos quedamos en Madrid y nos hagan más llevaderos los atardeceres a treinta y muchos grados. Una de estas jornadas musicales fue el Festival Charco, enmarcado en Las noches del Botánico, que durante los meses estivales trae al Jardín Botánico —¡de ahí el nombre!— de la Universidad Complutense una variada selección de artistas nacionales e internacionales.
En el caso del Festival Charco, durante los días 16 y 17 de julio reunió a artistas procedentes de ambos lados del enorme charco que es el Océano Atlántico. Tras calentar motores el sábado, con Bomba Estéreo, Molotov y Toundra, entre otros, el domingo clausuraron el finde y el minifestival los instrumentos y las voces de Club del Río, Tulsa, Juana Molina, Chico Trujillo, Xoel López y Jorge Drexler.
Tras una fallida actuación de Juana Molina, interrumpida de forma prematura por los problemas de sonido que no la dejaban oír la música por el pinganillo, la calma chicha y dulce voz de Tulsa dieron paso a la energía de Chico Trujillo, que puso al Botánico en pie. Tras los bailes y saltos, y también tras media hora de espera, llegó el turno de Xoel. Su habitual buen hacer, acompañado de una calidez y amabilidad que tampoco es novedad, nos hizo disfrutar de las pocas canciones a las que dio tiempo por cuestión de horarios. Con todo, no faltó un dueto con Jorge Drexler en "Hombre de ninguna parte", que acabó derivando en una versión del "Nowhere Man" de los Beatles. Así, bajo “la luna casi llena de Madrid”, Drexler dixit, llegamos al final de la noche, no sin antes devolvernos otra actuación con Xoel, en este caso para rememorar con "La luna de Rasquí" su viaje a la venezolana isla de Rasquí y la conversación con el astro. En esta actuación de la gira Perfume, en la que Drexler comparte escenario con el también uruguayo Luciano Supervielle, se incluyó una breve y generosa pausa en la que Jorge cedió parte de su actuación a Juana Molina, que pudo desquitarse por los problemas técnicos anteriores.
El festival acabó con un retraso considerable debido, sobre todo, a las extensas pausas entre actuaciones, para desmontar y montar el escenario, y que llegaron a prolongarse hasta cuarenta minutos. Un paréntesis a priori viene bien para tomar un piscolabis y comprarse algo en los puestos de ropa y complementos que rodeaban el escenario, pero tampoco hay que pasarse. Pese a las inconveniencias logísticas, los organizadores nos trataron a todos con mucha amabilidad, que todo hay que decirlo. Aunque es una faena tener que destacar algo que debería ser lo normal en cualquier festival o concierto. Los ignífugos y valientes artistas que resistieron, valientes y entregados, al fuego propio del mes de julio partieron, pero las Noches del Botánico siguen.