Por: Blanca Solà
Si hay algún grupo que mejor represente la escena power pop de los noventa ese es Weezer. Con su primer álbum "The Blue Album" (1993) consiguieron ganarse el cielo influenciados por Beach Boys o The Cars con éxitos como "Buddy Holly" o "My name is Jonas". Poco a poco, Rivers Cuomo, compositor y líder de la banda, se intentaba aislar de la realidad con sus fracasos y singles memorables para intentar encontrar un Weezer desaparecido. Y aunque han existido canciones con gran potencial, "Island in the sun" o "Hash pipe" de su "The Green Album" (2001), no ha sido hasta su décimo disco, conocido como "The White Album", que nos han transportado, de nuevo, a sus noventa.
Este es su cuarto disco homónimo y con el que se recupera la esencia limpia y clara, como transmite el título del álbum, de una banda en la que predominan los riffs de guitarra y la importancia del piano como instrumento clave. "California Kids" aparece con aire fresco, playero y un estribillo marcado por percusiones y esas guitarras rockeras que no necesitan de palabras para embriagarnos de la esencia veraniega tan bien representada por algunas de sus influencias. Y que, sin duda, ellos mantienen con un relevo de excelente nota. ¡Viva el verano!
El piano sigue su senda en melodías como "Wind In Our Sail" o "Thank God For Girls", aunque con "Jacked up" hay un giro radical instrumental ya que no precisa de guitarras casi en toda la canción y los falsetes de Cuomo resaltan haciendo de ella una melodía auténtica e irrepetible. "L.A Girlz" nos avisa del papel predominante de las seis cuerdas siendo un éxito rotundo entre todos los fans de la banda. Un sello diferencial del grupo que en sus destacados discos siempre ha estado presente.
El pop menos sensual remezclado con el rock más alternativo vuelven a sonreír plácidamente a Rivers Cuomo, Brian Bell (guitarra y teclados), Scott Shriner (bajo) y Patrick Wilson (percusión). Han vuelto a ganarse el cielo, al menos, todo este año 2016. Con canciones como “(Girl We Got A) Good Thing” se refleja la dulzura vocal de su cantante acompañado por guitarras que juegan libremente dentro de un compás balanceado al son de su voz.
No olvidemos que, una pequeña parte del gran resultado de este disco, está en manos del productor y compositor Jake Sinclair quien ha dejado sus imprentas para conseguir un sonido detallado, cuidado y sobre todo, lleno de emociones y sentimientos. Por ese motivo, “Endless Bummer” era la melodía más idónea para transmitir la tranquilidad y armonía de un fin. Coros en la lejanía y un final de verano aderezado por olas de mar y un solo de guitarra para recordar. Llegó su fin, un blanco y sincero fin.