Por: Kepa Arbizu
Las sorpresas en esto de la música suelen llegar propiciadas por lo desconocido o por lo inesperado. Precisamente en ese segundo grupo incluiría lo sucedido con el regreso en formato disco de The Monkees, que, por lo menos para el que esto suscribe, ha supuesto un muy agradable asombro. Anunciado como complemento para celebrar su cincuenta aniversario (en el pack también se incluye gira) y suponiendo su vuelta tras veinte años sin grabaciones nuevas, las expectativas, cuanto menos difusas, con las que cargaban se ven ampliamente superadas por la calidad y energía ofrecida.
Uno tiene la sensación de que la historia no ha sido especialmente justa con la banda estadounidense. Su peculiar origen y formación se ha impuesto con demasiada vehemencia en detrimento de otros elementos constitutivos esenciales como la presencia en sus filas de un sobresaliente músico como Michael Nesmith y por encima de todo la destacable colección de melodías y canciones que atesoran a lo largo de los años, y a las que, por si fuera poco, hay que añadir unas cuantas de esta nueva remesa .
No hay que ocultar el carácter de celebración que tiene este disco, lo que no ha supuesto para nada una dejación a la hora de elaborar composiciones de gran nivel, no obstante ese carácter conmemorativo se observa con más profusión en el propio concepto del álbum. En él, como ha sucedido siempre, se intercalan canciones compuestas por otros músicos ex proceso para el momento con versiones y creaciones de los propios integrantes de la banda (los originales de la formación salvo la inevitable baja de Davy Jones). Incluso observar el carácter clásico de algunos de los intervinientes ya nos retrotrae a la historia de The Monkees, mientras que otros escenificarán la representación de su legado, conjugando esa sensación que transmite este trabajo tanto de reivindicación como de exaltación del momento actual.
Centrándonos en las canciones que lo forman, como es habitual en ellos tienen su diana marcada en la consecución de extraordinarias melodías pop, a las que van llegar eso sí de maneras diferentes. Esa variedad incluye desde la pegadiza "Whatever's Right" hasta la más folk y nostálgica "Wasn't Born to Follow" , versión de la composición realizada por el combo clásico Goffin y King, pasando por la épica emotividad de "I Know What I Know" , prueba palpable del desbordante talento de Nesmith. Como no podía ser de otra manera el siempre marcado rastro de los Beatles es visible por ejemplo a través de una forma más actualizada en "Birth of an Accidental Hipster", escrita a cuatro manos por el maestro y el alumno, Paul Weller y Noel Gallagher
En esa explosión melódica que siempre conjuga el grupo tiene una especial significación la representación de un sonido luminoso, de esos que invita a abrir la ventana y dejar entrar el sol, como nos incita "You Bring the Summer", en la que deja su sello particular el XTC Andy Partridge, u "Our Own World", en unos términos más power poperos. Abiertamente nostálgica se manifiesta la excelente canción creada por Ben Gibbard, de Death Cab for Cutie, "Me & Magdalena". Extendiendo todavía más esas diferentes representaciones rítmicas con las que trabajan, en "Good Times", bajo una interpretación más arrastrada y oscura que la original de Harry Nilsson, del que toman prestada su voz, desarrollan un rhythm and blues que volverán a utilizar en la punzante “Gotta Give It Time”.
Los buenos tiempos que reivindica el nuevo álbum de la banda estadounidense no nos trasladan al espacio de la nostalgia. Muy al contrario enarbola su historia para, contando con la colaboración de valedores de su carrera y continuadores de ella, construir una serie de composiciones que muestran su espíritu clásico ejemplarmente adaptado al momento presente, del que sin duda se han hecho también protagonistas.