Por: J.J. Caballero
El disco anual de Sr. Chinarro (ya casi que esperamos álbum por año, viendo la promiscuidad demostrada últimamente) se centra en la idea equivocada que de "El progreso" tenemos la inmensa mayoría de la humanidad, él incluido. Antonio Luque sigue demostrando que es uno de los más lúcidos escritores de canciones que ha dado este país, conceptos musicales y estilos aparte, y escribe algunas de las mejores letras del pop reciente para un trabajo sin embargo descompensado por ambas partes: la folclórica, a la que tiende en exceso y ya casi por costumbre, y la surrealista, de la que no suele apartarse al describir sus particulares paisajes, ideas y pensamientos. En la primera encontramos el toque aflamencado de "La ciudad provisional", un western musicado en la intro por la famosa melodía de "El bueno, el feo y el malo", y en la segunda "La mujer", probablemente uno de los temas más flojos pese a la guitarra de Florent, el otro planetario implicado en este disco. Aparte de J, director del proyecto una vez más y posiblemente ideólogo en la sombra de los arreglos y bases rítmicas. Sí, en general al escuchar el álbum da la impresión de que si intérprete y productor intercambiasen pistas de voz podríamos estar escuchando una nueva entrega de Los Planetas, con ese sonido teóricamente “horroroso” que les ha hecho ser lo que son. Lo que es Sr. Chinarro hoy es otra cosa, aunque necesite unas referencias y un anclaje mínimos para seguir en la brecha. Lo suyo, evidentemente, es crear.
Habla de su ciudad en tono escéptico y de lo que la gente entiende como comunidad virtual, con su hipocresía y su sarcasmo, en "Manía persecutoria", haciendo del individualismo una de las grandes carencias de la sociedad y utilizando sabiamente las cuerdas; e inunda de sentimentalismo su visión de las relaciones platónicas en "El castigo", un tema clave para entender la fase actual de la banda (o del solista) con un crescendo emocionantísimo. Será cosa de ir sedimentando las escuchas, pero hacia el final suenan dos de los momentos más bajos, por repetidos, de esta entrega: "Maravilla", un fallido ejercicio de tropicalismo local, y "Walden", un alegre himno pop compuesto con la excusa de la mítica aventura de Henry David Thoreau y la reivindicación de la vida agreste y autosuficiente, tal vez un reflejo de la personalidad artística del autor de estas canciones.
Editado en esta ocasión por El Segell del Primavera, en una nueva apuesta comercial por la independencia creativa, los medios le permiten contar con amigas tan recomendables como Soleá Morente, que aporta poco a un tema insulso pero bienintencionado como "El progreso", muy por debajo de otros grandes hitos en la carrera chinarresca, o al menos eso deberían ser la emocionante "Fase lunática" y la continuista "Efectos especiales", la parte más amable de un concepto que vuelve a enrocarse en sí mismo para llegar a las mismas conclusiones que de costumbre. El sello que imprime Sr. Chinarro a cualquier cosa que toca no es solo único e intransferible, sino cada vez más imprevisible. Si no fuera por su proverbial carencia de filtro, la suya sería una carrera prácticamente impecable en la que superar cualquier escollo con imaginación y excelente materia prima se antoja tarea fácil. Como escuchar sus canciones, con el añadido del extraño placer que te inunda cada vez que tienes noticias de otra nueva hornada de grabaciones.