Sala Mozart, Auditorio de Zaragoza. Sábado, 25 de junio del 2016
Por: Javier Capapé
Por: Javier Capapé
El pasado sábado 25 de junio asistimos en la sala Mozart del auditorio zaragozano a una gran celebración. La celebración del oficio de cantor de manos de un auténtico profesional en este arte de hacer e interpretar canciones. Me refiero a Andrés Calamaro y su gira “Licencia para Cantar”. El argentino ofreció un recital sobrio a la par que elegante donde se despojó de instrumentos para dar rienda suelta a su voz y se explayó como intérprete refinado de canciones propias y ajenas.
Andrés Calamaro se rodeó de un trío de músicos excelentes que dieron al show un tono cercano al jazz revisando clásicos del tango o el bolero con una dosis de rock pasados por ese filtro magnético y brillante. Con el delicado piano de Germán Wiedemer, la sutileza al contrabajo de Antonio “Toño” Miguel y la suave percusión de Martín Bruhn, más algunos toques de armónica o melódica a cargo del propio Calamaro. Con esa sencillez se presentaban y desgranaban un rico cancionero revisado con mimo para la ocasión. Una reorientación en las canciones que hubiera encajado a la perfección en las inexistentes giras de sus trabajos “El Cantante” o “Tinta Roja”, en los que también Calamaro interpretaba clásicos de la música latinoamericana en un tono más íntimo. Pero es ahora cuando nos llega esta revisión fruto de unos ensayos el pasado verano junto a Germán Wiedemer previos al concierto que Andrés ofreció como telonero de Bob Dylan en San Sebastián en julio de 2015. Estos ensayos a piano y voz de algunas de las canciones que luego interpretarían en el citado concierto sirvieron de base para su reciente disco “Romaphonic Sessions” y de excusa para esta gira, en la que Calamaro se da un homenaje y donde el paralelismo con Dylan y el sonido de su gira de 2015 se hace evidente.
Los cuatro protagonistas de la velada funden el jazz con algunos clásicos del tango o el bolero en un ejercicio exquisito ejecutado con mimo y Andrés se muestra como un cantante tremendo. Brilla como cantor más que como compositor y tras verle actuar en esta gira se puede afirmar que cada vez está en mejor forma. Andrés Calamaro se gana así el título de cantor en castellano por excelencia, nuestro Dylan particular. Y es que de su admirado Dylan roba su estilo y su respeto hacia los clásicos, pero le da una vuelta de tuerca ya que el argentino destaca por una voz que no tiene el de Duluth y por una camaradería con su público que brilla por su ausencia en los recitales del americano.
“Licencia para Cantar” nos deja a un Calamaro elegante, bohemio, refinado… único, como siempre nos demuestra que es este artista. Así en Zaragoza sonaron clásicos atemporales como “Algo contigo”, “El día que me quieras”, “Milonga del Trovador” (por el que siento debilidad), “Soledad” o “Garúa”, todas ellas ya conocidas por los seguidores del músico ya que han formado parte de alguno de sus discos o de forma puntual en sus conciertos. Estos temas ajenos se mezclaron con otros menos habituales de su repertorio como los muy agradecidos por el público “Ansia en Plaza Francia”, “Cuando te conocí” o el magnífico arranque con “La libertad”, y también se permitió el lujo de rescatar algunos temas brillantes y más escondidos de Los Rodríguez como “7 Segundos” o “Algunos hombres buenos”, este último con solo de contrabajo incluido. Si a esto le sumamos que también sonaron sentidas interpretaciones de “Estadio Azteca”, “Tuyo siempre”, “Carnaval de Brasil” (con su conocido guiño a Lou Reed), “Paloma”, “Mi enfermedad” o “Media Verónica” el éxito y la comunión con su público están garantizados. Pero es que están además plenamente justificados, porque sus interpretaciones fueron excelentes, medidas al milímetro, pero a la vez frescas y sentidas. Calamaro convenció haciendo lo que le vino en gana, ofreciendo un show más para “entendidos” que para fanáticos del rock. Un concierto donde Andrés dejó la protección de su telecaster y su roland para ejercer de crooner cara a cara con su público.
A pesar de que admito que yo disfruto más de la faceta roquera de Andrés Calamaro, esta gira y el propio disco “Romaphonic Sessions”, al que no había prestado demasiada atención hasta ahora, son un verdadero placer para los sentidos. Será difícil ver a Calamaro en un momento más álgido y en plenitud. Siendo dueño de sus pasos y de los múltiples aciertos de este camino que lo sitúa como uno de los mejores cantantes en nuestro idioma y que nos permite disfrutar de un concierto como pocos se ofrecen actualmente partiendo del mundo del rock. Abriéndose camino entre la música que trasciende modas y fronteras y situándole como el mejor intérprete de esos temas. Con una más que de sobra ganada “Licencia para Cantar”.