Por: J.J. Caballero
Que pasen doce años desde la publicación de tu último disco solo puede indicar dos cosas: Una, que tu banda se disolviera sin fecha definida de retorno; u otra, que la historia quedara así, sin solución oficial de continuidad pero sin cierre definitivo declarado. Ambas se podrían unir en el devenir reciente, gira de reunión incluida, de un grupo que nos dio sobradas alegrías a lo largo de cuatro discos esenciales para asimilar la evolución del rock español en la transición al nuevo siglo. Unos músicos que aglutinan las enseñanzas de algunas de las grandes bandas británicas de los noventa y las renuevan en un laboratorio sonoro lleno de aristas y esquinas mucho más envenenadas que las de la mayoría. Todo obedeció siempre a los dictados de una mente atormentada –creativamente hablando, se entiende- como la de Fernando Alfaro, que hace doblete en apenas un año con dos discos de altura, tras la edición de su fantástico "Saint Malo", con el que aún sigue girando en una espiral de creatividad que esperemos no le vuelva aún más loco. Aunque en esa locura radica gran parte de su talento.
Paco Loco recibió en su estudio del Puerto de Santa María al manchego y el resto de la banda para grabar unas canciones que quizá llevaban esperando en la nevera durante demasiado tiempo. De si se podía esperar más o no de un regreso cantado a voces depende la hilazón de unos temas a los que une el nexo de siempre: anti melodías caracterizadas por la rudeza generalizada, las letras agresivas y las referencias habituales de su autor. Con todo, en "Los años luz" hay destellos de ternura y en "Cosas hermosas" y "Las chicas del calendario" pesa más lo inesperado del optimismo que lo obvio de las bases musicales. Apetece mucho escuchar el resto de un disco que empieza sampleando la histórica intro de Thames TV para las series de los 80, de ahí que "Esto es un error" suene a todo menos a eso mismo. Puede que sea el momento, junto a "Nadie es inocente", más cercano a Surfin Bichos de todo el álbum, unos ataques sonoros directos y con marchamo de clásicos, equilibrados después por "Flores sobre el estiércol", a medio camino entre ese flamenco-rock al que Alfaro parece sentirse afín últimamente y un psycho surf inventado de urgencia para la ocasión y la calma perecedera de "Desidia". Recordamos a medio camino que "Koniec" fue el anterior y a menudo minusvalorado trabajo de Chucho, y escuchando "Predicar en el desierto" pensamos qué habría sido de él si hubiera entrado en la selección para aquel disco, y refrescamos con todo el grupo nuestra memoria de la música de los setenta y, por qué no, de la época dorada de la rumba catalana, porque "¡Viva Peret!" descoloca y cambia el ritmo sin avisarnos del golpe de timón. Evolución o aprendizaje, tanto monta.
Para que las aguas vuelvan a su cauce debemos apelar al poderío de un tema como "Banderas negras", sin duda un corte distintivo de lo que siempre ha sido la banda, un ente que podría entenderse como un "Oso bipolar" que vira lo mismo hacia la preciosa época de "Tejido de felicidad" ("Un inmenso placer" también formaría parte de esa mirada al pasado, que es presente) que a la tremenda épica de "Los diarios de petróleo", donde se aclararon a ellos mismos y al resto del mundo que son capaces de reventar cualquier prejuicio con una reserva marciana de guitarras, bajos, percusiones y programaciones completamente personal e intransferible. El sello de calidad permanece tantos años después, con bastante menos frescura pero con igual brillo, y eso es algo realmente importante cuando hablamos de una banda tan vital. Tampoco sabemos si hacía falta en verdad un retorno de estas características pero lo disfrutamos en la misma medida, y cualesquiera sean las consecuencias, seguirán estando a años luz de muchísima gente.