Por: Kepa Arbizu
Cada género literario, y sin duda la biografía musical puede ser considerado como uno de ellos, tiene sus particularidades y sus elementos representativos. “Fuego eterno. La historia de Jerry Lee Lewis”, escrito por Nick Tosches, sin duda se inscribe en dicho apartado, pero con igual rotundidad hay que aclarar que en su desarrollo rompe, sin desmoronar del todo, buena parte de las características habituales de este tipo de obras para adentrarse en las de otras disciplinas literarias.
Por supuesto que a lo largo del libro vamos a encontrar fechas, detalles biográficos o menciones sobre la discografía de la estrella del rock and roll, pero no van a suponer una dictadura “documentalista” a la hora de construir un relato que supera con mucho el mero cincelado del perfil de un músico y de su leyenda. No obstante su mayor valor reside precisamente en la construcción de una narración con tintes del gótico sureño (de William Faulkner a Erskine Caldwell) centrado en la vida de un hombre, y por extensión de la idea de todo un país (Estados Unidos), supeditada a la lucha entre el bien (Dios) y el mal (diablo). Una dicotomía que toma una representación tan exagerada precisamente como consecuencia de la obsesión permanente por manifestarse como ejemplo de “pureza moral”.
Así se nos presenta a un Jerry Lee Lewis, ya desde su época estudiantil apodado como “The Killer”, nacido en una familia residente en Lousiana, tan devota, como humilde y siempre colindando con las desgracias y los problemas legales, que descubre, arropado por su idolatría hacia Hank Williams, Al Jolson y Jimmie Rodgers, su pasión por el piano. De ahí pronto pasará a frecuentar los tugurios de la "zona negra" donde escuchará lo que ofrecen sus jukeboxs. Un contexto propicio para que el diablo se presente ante sus ojos y se sienta bienvenido; de momento logra apartarle del colegio, lugar con el que, al contrario que con los clubs y su vida nocturna, no confraternizará.
Un joven que con la misma habilidad con la que va triunfando en concursos musicales o empieza a acumular actuaciones apelotona matrimonios, demandas de divorcios, infidelidades y correrías varias. Entre tanto son los años cincuenta y nace el rock and roll. Una explosión perfecta para el genio en ciernes que no duda en desplazarse hasta Memphis, para, con éxito, contactar con Sam Philips y comenzar una carrera profesional que muy pronto alumbrará éxitos, a la postre universales, como “Whole Lotta Shakin’ Goin’ On” o “Great Balls of Fire”. La fama y el dinero, que viene aparejado a todo ello, le lleva a codearse con colegas como Elvis Presley, Johnny Cash o Carl Perkins. Tan cerca de ellos se sentirá como de la sombra del maligno, que insiste en alejarle de los renglones rectos de la Biblia.
Será en la última parte del libro, menos literaria y más dada a la acumulación de datos, cuando contemplemos con la llegada de la catastrófica gira que realiza por Londres a finales de la década, siempre condicionada por su “mala fama” personal, pero sobre todo por la posterior muerte de su hijo, que tendría su dramática continuación años después con el accidente mortal de su otro hijo adolescente y la pérdida de su madre, el claro declive de su carrera. Los éxitos desaparecen al mismo ritmo que aumenta una dinámica de excesos, donde el alcohol y las pastillas toman demasiado peso en su dieta, que comienza a ser insostenible. Aderezado todo por el paulatino hundimiento de la discográfica Sun Records y los fuertes problemas legales, incluidas demandas por parte de sus trabajadores e incluso el embargo de parte de sus propiedades, supone a pesar de algún repunte artístico con la recuperación de su sonido más tradicional, la materialización del desmoronamiento definitivo de la estrella.
Nick Tosches realiza con esta obra, que abarca hasta inicios de los ochenta, la revisión de la carrera (auge y caída) de una estrella del rock and roll, tan excesiva como genial, pero además lo articula, bajo una aspecto cercano a la novela sureña, para presentarlo como el epítome de toda una forma de ver y entender el mundo, aquella que en su obsesión por la rectitud moral, y su defensa, tiene su propia maldición.