Por: Kepa Arbizu
No por conocida la historia de Charles Bradley deja de ser impactante. En ella nos encontramos con un músico que solo traspasada la barrera de los sesenta años comienza a grabar y a lograr un reconocimiento artístico que deja atrás una biografía repleta de dramas familiares y formas de malvivir. Cuando parecía estar condenado a ocultar su talento en shows de imitación de su idolatrado James Brown, el encuentro con Gabriel Roth, jefe del sello Daptone , interrumpiría ese relato gris para aportar los medios y la confianza necesaria hasta convertirle en la actualidad en una de las voces referentes del soul contemporáneo.
Ahora, con su recién estrenado nuevo trabajo, el tercero de su discografía, “Changes”, siempre fiel a su sello descubridor y acompañado de su inseparable Thomas Brenneck, mucho más que su productor, sigue escribiendo capítulos que afianzan su muy destacado papel dentro de los sonidos negros actuales. Un disco, por otra parte, en el que se puede observar la intención de no repetir al pie de la letra lo ofrecido en sus dos grabaciones pretéritas, aportando aquí algunos detalles diferenciadores.
En la materialización de esas “novedades” tiene mucho que ver el elenco de músicos y coristas con los que ha contado para esta ocasión -un picoteo entre sus habituales bandas (Menahan Street Band, The Extraordinaires) y de las del propio sello-. Una presencia que va a desarrollar un poderío instrumental, sobre todo orientado en el aspecto percusivo-rítmico, que consumará unas cadencias más modernas que espolvorearán sobre el habitual estilo clásico del intérprete. Una mezcla de lo más excitante que obtiene resultados llamativos sobre todo a la hora de acercarse al funk, ya sea en la insinuante y con trazas de hip-hop “Good to Be Back Home”; en el tono blaxploitation de “Ain’t Gonna Give It Up”, con recital vocal incluído, o al servicio de unos rapeos que ejercita en “Change for the World”.
El elemento que a priori llamó la atención respecto a la publicación de este nuevo álbum fue la estupenda versión, llevando a su terreno la ya de por sí emocionante y épica base original construida por Black Sabbath, de “Changes”. No será ni mucho menos la única canción en el que se haga referencia a la idea de cambio. No se trata por lo tanto de una temática casual, ya que es un disco que en su concepto global apela a ese espíritu, tanto en lo relativo a la esfera privada como a una global-política, por superar las zonas oscuras para trasladarse a otras más satisfactorias. No obstante el álbum se abre con el gospel de “God Bless America”, que bajo un tono casi de sermón escenifica esa misma idea.
La parte más apegada a ese soul clásico de interpretación rasgada y desbordante de sentimiento vendrá expresada de la mano de emocionantes composiciones de pura escuela Stax, en la personificación de por ejemplo Wilson Pickett, como “Nobody But You” donde incide en la necesidad de buscar un hombro cercano con el que resurgir. Para “Ain’t It a Sin” elegirá formas más aceleradas manifestadas a través del espíritu de James Brown y sin embargo un tono más melódico, en buena medida alcanzado gracias a el trabajo de los coros, llegará con “Things We Do for Love”.
Es posible que este nuevo disco de Charles Bradley no alcance esa majestuosidad lograda con su anterior ("Victim of Love"), a pesar de seguir exhalando esa visceralidad y emotividad, pero sin embargo en este nuevo capítulo consigue mostrar unos matices en su sonido que sin alejarse de ninguna manera de las formas tradicionales del soul lo sitúa por momentos bajo un traje más contemporáneo. Un gesto de admirar por la inquietud que denota pero sobre todo por la calidad que alcanza el conjunto.