Por: J.J. Caballero
Escuchando el nuevo álbum de Mucho te da la sensación de que todo ha crecido desmesuradamente y casi sin remedio. La producción, los arreglos, el aprendizaje y lo más importante: las canciones. Si en el anterior ‘El apocalipsis según Mucho’ parecían dirigirse más al qué, ahora se centran en el cómo. ‘Pidiendo en las puertas del infierno’ arranca como un motor a reacción, se mantiene a una idónea velocidad de crucero y culmina en una explosión de ritmo que te hacen apearte del viaje sonoro con un leve pero agradable mareo de satisfacción.
El cuarteto ha dejado atrás definitivamente el pop de raíz americana que caracterizaba a sus ancestros artísticos, tanto The Sunday Drivers como Underwater Tea Party, y parece que el haber girado varios meses como banda de directo de Zahara les ha aproximado a esos ambientes juguetones, mucho más liberados y explosivos, que son los cimientos del disco. Las guitarras se revolucionan, los teclados vuelan en líneas complementarias y la base rítmica unifica todas y cada una de las canciones. Hasta en los momentos más politizados, como ‘Sucumbe el universo’, el ambiente es rabiosamente festivo, y hasta ellos mismos aseguran haber intentado meter en una batidora a Beck y agitarlo junto a Super Furry Animals y Mark Ronson. Les ha quedado un híbrido de lo más seductor y cercano a lo que hacen unos Phoenix especialmente bañados del inevitable toque francés. Si queremos seguir con las referencias, inútiles pero viables en la mayoría de ocasiones, se pasean por la avenida donde residen los primeros Coldplay en ‘El león de tres cabezas’, el bulevar por el que transitan habituales del elecrtopop como Ladytron (esta vez aderezándolo con un poco de hip hop)en ‘Fue’ y el callejón olvidado de los ochenta y sus falsetes chirriantes –no es este el caso- en ‘Nuevas ruinas’. Siempre bien maqueados y dispuestos a que el trayecto sea lo más festivo posible y acompañados de estribillos enganchados a los teclados, como hacen en ‘Los amantes no olvidan’. Los mandos de los infalibles Santos & Fluren, junto a la voz de Martí Perarnau y la pericia técnica de Ricky Falkner (de la misma fuente y con idéntico título proviene el curioso título de ‘Reunión de pastores, ovejas muertas’, homónimo de uno de los temas de Egon Soda) convierten este trabajo en un hervidero de potenciales sencillos, hecho evidente en el ya publicado ‘Las puertas del infierno’.
Por poner alguna pega a un álbum tan bien equilibrado y concienzudamente trabajado como este, quizá las enrevesadas metáforas de algunas letras como la de ‘La velocidad’ y algún que otro momento de lirismo rebuscado e indescifrable no benefician en nada a sus excelentes intenciones. Mucho han demostrado que saben lo que quieren y cómo conseguirlo, y han iniciado su particular cruzada para que el pop español sea considerado de una vez por todas como una señal de vida inteligente. Por ahora les seguimos abriendo las puertas, sean cuales sean.