Por: Kepa Arbizu
El grupo británico Tindersticks lleva ya desde los años noventa elaborando una propuesta musical particular y atractiva. Sus integrantes, con el carismático Stuart A. Staples a la cabeza, son responsables de construir un discurso sonoro embriagador, íntimo y profundo en el que han absorbido la magnificencia de los "crooners" del pop/rock junto a la representación del folk, jazz o soul en una vertiente delicada pero sobrada de intensidad.
Una carrera, que estos días se completa con la publicación de su décimo disco “The Waiting Room", que para más méritos ha sabido reinventarse, sobre todo en lo relativo en cuanto a formación ya que han mantenida intacta su esencia, tras el desmantelamiento sufrido, sobre todo importante el abandono de uno de sus miembros originales como era Dickon Hinchliffe, a raíz de su disco del 2003 “Waiting for the Moon”.
En Tindersticks la relación con el universo cinematográfico es de cierta consideración, ya sea por su obvia afinidad en cuanto realizadores de algunas bandas sonoras como por la propia naturaleza de sus composiciones. En este disco todavía existe un paso más en ese vínculo, y si ya son hasta tres las piezas instrumentales que decoran el disco, entre ellas la preciosidad encargada de abrirlo “Follow Me”, la decisión de realizar un cortometraje con cada uno de los temas, encomendados a un director diferente, representa a la perfección la idiosincrasia de un álbum que abarca un amplia abanico de tonalidades y ambientaciones, siempre dentro del registro habitual de la banda.
Un detalle que resalta, y engrandece, el resultado final de este disco es la escogida y eficiente presencia de una sección de metales. Un papel, que como atiende a cierta lógica, les acerca a un universo soul, pero siempre tratado bajo el prisma del grupo. Así podemos observar la voz Stuart A. Staples deslizándose con delicadeza sobre una forma minimalista del género en “Second Chance Man”. Una desnudez que también utiliza para dar forma a la bella nana que canta junto a la desaparecida Lhasa De Sela “Hey Lucinda”, creando más un diálogo entre ambos que un contrapunto vocal, o para aderezarlo bajo un ambiente elegante y sugerentemente arrastrado en "Like Only Lovers Can", dando un resultado final que nos puede recordar a Terry Callier.
Si hasta aquí hemos asistido a la versión más reposada de la banda, sobre todo representada en la expresión de su cantante, el álbum ofrece también una más tensionada, donde sobre todo se aprecia en una forma de interpretar más incisiva, más altiva, que se podría relacionar con la figura de Nick Cave. Un registro que será guiado por el incipiente sonido del bajo, con ritmos funky en la hipnótica “Were We Once Lovers?”, en un controlado in crescendo, o con un tono más profundo, y acompañado por, de nuevo, una visible sección de metales, en “Help Yourself”. En la sobria “The Waiting Room” recae todo el peso sobre voz y órgano y “We Are Dreamers!” retoma un tono más angustioso bajo el ritmo casi tribal de las percusiones y con la de nuevo lograda colaboración vocal femenina, en este caso Jehnny Beth de Savages .
Los discos de Tindersticks no están hechos para ser escuchados con liviandad y mucho menos para apilarse junto a otros sonidos en nuestro fondo musical diario, su alimento solo puede descubrirse, y saborearse, asumiendo su naturaleza y su capacidad para ir creciendo con paso lento pero firme dentro de nosotros. "The Waiting Room" no es una excepción, al contrario, es otro sobresaliente trabajo que sigue engordando la maravillosa trayectoria de los británicos.