Por: Kepa Arbizu
Fotografías: Lore Mentxakatorre
El WOP Festival celebró el sábado su quinta edición en la bilbaína sala Santana 27. Un evento del que antes de desmenuzar lo que supuso musicalmente es necesario alabar la idiosincrasia que hay detrás de dicho proyecto (no solo dedicado en exclusiva a dicho festival sino con actividades de todo tipo a lo largo del año), enfocado a estudiar/sensibilizar sobre las enfermedades neurodegenerativas poco comunes. Si este hecho ya es suficiente por sí mismo para reconocer su papel, todavía facilitan más esa admiración al presentar propuestas artísticas de una calidad contrastada.
Los británicos Slydigs con su rock enérgico y pegadizo fueron los encargados de abrir la tarde-noche que comenzaría a tomar ambiente definitivo con los locales Los Brazos, un power trío que está saliendo a pasos agigantados de esa condición de secreto bien guardado de la escena bizkaina para ampliar su radio de acción, lo que trae consigo inevitablemente una aceptación mayor como consecuencia del cada vez más pulido, personal y variado manejo del hard-rock clásico que ejercen. En ese desarrollo tiene mucho que ver su última grabación, "Gas", de la que hubo, como es lógico, una alta representación. Bajo la poderosa voz y el brillante manejo de la guitarra por parte de William Gutiérrez sacudieron con los pétreos riffs pura herencia "ledzeppeliana"de "Black Sheep" o "Juice", pero como es marca de la casa también se desenvolvieron por diferentes ambientes como la trotona, casi a ritmo de western, "Not My Kind", con canturreo por parte del público incorporado; el arrebato punk de "Guardian"; el rockabilly de "Say My name" o el emocionante pellizco blues del medio tiempo "Tales".
El plato fuerte del festival, pese a no tener ese reconocimiento en el horario, era Cracker. Muchos de los presentes, por la cercanía geográfica, ya habíamos disfrutado recientemente de su apabullante directo en la última edición del Azkena Rock Festival, probablemente lo mejor de ella, pero eso no minimizó, al contrario, las ganas de volver a tenerles enfrente. Una decisión que visto el resultado final sin duda fue del todo acertada . El contexto esta vez, en formato sala frente al bucólico paraje vitoriano en medio de una tarde soleada veraniega, parece que fue acicate para que se mostraran todavía más compactos, rotundos y en definitiva finiquitando cualquier duda en cuanto a su condición de prácticamente imbatibles.
Para explicar la grandeza de los estadounidenses valga como ejemplo un pasaje concreto del concierto en el que tras interpretar ese rotundo y emotivo rock clásico de "Another Song About the Rain", con un Hickman que durante la actuación tuvo en muchos momentos el rol principal, encadenaban con total normalidad la pegadiza, con tintes casi funk, "Sweet Potato". Y es que así sí son ellos, capaces de recorrer de orilla a orilla el sonido tradicional norteamericano y hacerlo con aparente facilidad y sobrados de elegancia. Pero no fueron esos los únicos saltos estilísticos que emprendieron, en su repertorio encaja con total naturalidad y perfección sonidos afilados de rock noventero ("Low", "The World Is Mine") con apacibles pasajes musicales campestres ("California Country Boy", "Where Have Those Days Gone"). A todo ello hay que sumarles temas icónicos como la siempre coreada "Eurotrash Girl", el dinamismo contagioso de "Get Off This" o la nostalgia que desprende la soberbia "One Fine Day". En definitiva, David Lowery y Johhny Hickman, como cabezas representativas de la banda, habían vuelto a lograr reinar en los escenarios.
Como ya es costumbre el WOP nos ofreció una noche de rock realmente atractiva, variada pero con una línea conceptual relativamente delimitada. Una edición que sin duda alguna dejará marcada en nuestras memorias el apabullante directo de Cracker, una banda que tras 25 años de carrera demuestra su gran momento, corroborado tanto por su último disco como por unas actuaciones que parecen situarles, por fin, en el lugar que se merecen.