Por: Kepa Arbizu
Digámoslo desde el principio: Óscar Avendaño no necesita, o no debería de necesitar, para obtener la atención del oyente mostrar la carta de presentación de su papel como bajista en los míticos Siniestro Total. Ni mucho menos se trata de aparcar dicha labor, al contrario, pero aunque su carrera en solitario no es larga, a pesar de que ha merodeado y merodea por infinidad de proyectos, su anterior disco, “Demasiado oro”, y sobre todo el actual, “Burro”, son un aval más que sobrado para reivindicar su papel dentro del rock actual hecho en castellano.
Pocas veces dos trabajos, como el recién editado, firmado junto a Reposado, una versión reducida de sus habituales Los Profesionales, respecto a su predecesor, teniendo unas pautas comunes tan evidentes, en este caso las raíces del sonido norteamericano, han tenido una puesta en escena tan diferente. Dicha distancia se basa, además de en matices respecto a las influencias manejadas, en el tratamiento respecto al sonido, en esta ocasión mucho más crudo y sucio, que sumado al adelgazamiento que ha sufrido la banda, consigue un conjunto más sobrio y orgánico.
Un disco en el que la presencia de Hendrik Röver, como sucede siempre, y más todavía en los últimos tiempos, aporta su “savoir faire”, en este caso con más motivo porque su trabajo no acaba en los mandos, tanto es así que se le puede llegar a considerar un cuarto integrante sumando su pericia con guitarras de todo pelaje. Una labor que sobre todo va a quedar patente, en cuanto a rotundidad se refiere, en temas como “Gary Cooper Blues”, del que no hace falta especificar el género que articula con deje arrastrado y sureño; la envolvente y por momentos psicodélica maraña eléctrica al más puro estilo Neil Young y Crazy Horse, apoyado en una contundente percusión, que sostiene “Los olvidados” o la conexión que se vive entre John Lee Hooker y ZZ Top para la abrasiva “El día de los muertos”. Dos canciones estas últimas, a las que se le puede añadir dentro de esa contundencia sonora el blues pasado por el tamiz de un ambiente más rock de “Hey, hey”, que dejan en clara evidencia ese tono descreído que contiene el álbum.
Pero este “burro” no solo carga en sus lomos con sonidos más crudos y de los que hacen saltar chispas, también tiene espacio para abarcar la nostalgia, en el fondo y en la forma, a través de diferentes caras y tonalidades del sonido de raíces, como podrían hacer los poliédricos Wilco. Hablamos, por ejemplo, del intenso medio tiempo de “Ángeles desdentados” a base de folk-rock, incluida armónica con otra vez regusto al canadiense; la musicalmente más melancólica “Por el sol” o el aire americano, bañado en country, que es la melódica “Fotos de Cuenca”. “Lemmings (La gran decepción)” descarga un discurso directo y sin concesiones sobre la situación social a base de desenvuelto hillbilly y “Colón y Urzáiz” mira a la cara de un Delta del Mississippi del que también tomará prestado para adaptar de forma arrastrada, acústica y casi irreconocible el “Fortunate Son” de la Creedance Clearwater Revival.
Si con el anterior trabajo “Demasiado oro” Óscar Avendaño había demostrado una enorme capacidad para traerse el mejor rastro del sonido clásico a su peculiar forma de cantar y no menos de escribir, con ese irónico-melancólico costumbrismo, “Burro” lo afina, arrastrándolo por el polvoriento suelo para convertirlo en todo un perfecto y original tratado de rock.