Por: Kepa Arbizu
Fotografías: Lorena Mentxaatorre
El seis de noviembre confluyeron dos citas, cada una en su contexto, de relevancia. Por un lado se celebraba el décimo aniversario del Club Fever, que tiene su espacio en la sala Santana 27 y que cuenta ya con un imponente currículum a sus espaldas a la hora de, entre otras cosas, organizar conciertos para dinamizar la capital bizkaina. La manera de festejar dicha onomástica fue, junto a otros eventos entre DJs y actuaciones esa misma noche, contar con la presencia de The Jon Spencer Blues Explosion.
La banda neoyorquina ha construido un discurso realmente personal y radical a lo largo de los años, tomando el blues y/o el rock n roll clásico y primitivo para ejecutarlo bajo una actitud punk de alta intensidad hasta conseguir ofrecerlo de una forma irreconocible y sorprendente. Un mérito al que además hay que añadirle el interés por no sacar partido de esa única ecuación y a lo largo de su discografía haber añadido variados matices y desarrollos de esa idea. Tanto es así que en su último disco nos ha sorprendido con un trabajo rítmico influido decisivamente por el hip hop y el funk.
Antes de la entrada en escena del trío fue el turno de la británica Gemma Ray, en este caso en formato dúo acompañada únicamente por un batería. Una sobriedad que encaja perfectamente con su idea de interpretar sonidos clásicos, del folk al pop o rock and roll, con un aire vintage pero aderezado por un tono entre fantástico y misterioso. La noche empezaba así con una muy grata sorpresa.
Acompañados por una pantalla que no paró casi en ningún momento de disparar imágenes, algunas realmente interesantes en su aportación respecto a completar el elemento musical, aparecieron Jon Spencer Blues Explosion con su curiosa y habitual formación sin bajo, lo que hizo que el bombo de la batería retumbara en las entrañas de los asistentes. En la perspectiva de lo vivido en la actuación hay que calibrar el hecho de la enfermedad de Judah Bauer, ya de natural tan lacónico como efectivo con las seis cuerdas, que incluso les ha llevado a suspender varias fechas posteriores. Una situación que puede explicar la, en algunos momentos, deriva algo errática que alcanzó el grupo, siempre en relación a la exuberancia habitual de electricidad y nervio que muestran. Tampoco hay que desechar como motivo el inevitable factor que supone el paso del tiempo y sobre todo relacionado con una propuesta como ésta en la que la tensión es buena parte de su esencia.
El grupo, bajo esos alardes y espíritu espídico innato, prácticamente encadenando unos temas con otros, solo rotos por algún grito en forma de arenga de su frontman Jon Spencer, recorrieron su carrera picoteando de su sorprendente y pegadizo nuevo disco "Freedom Tower - No Wave Dance Party 2015", marcado por la influencia de los sonidos cercanos al funk y/o hip hop. Precisamente esos ritmos fueron los que se desbordaron en "Do the Get Down"; la elegante y recitativa "Tales of the Old New York. The Rock Box" o la más oscura y rotunda "Wax Dummy". En ese contexto encajaba a la perfección la genial versión de los Beastie Boys, esencial su sombra en el mencionado álbum, "She’s On It".
Junto a esa representación de su más reciente grabación fueron alternando otras con mayor recorrido en el tiempo, como la directa, a medio camino entre el blues y el rock and roll, "Chicken Dog"; la más atropellada "Black Mold"; clásicos instantáneos a base de trepidantes trallazos pegadizos marca de la casa como "2 Kindsa Love" e incluso espacio para otro cover, esta vez materializado en el "What Love Is" de los Dead Boys interpretada por la correosa voz de su batería Russell Simins.
Pese a esos momentos concretos, situados en la primera parte del concierto, de indefinición que vivió la banda, consecuencia de la enfermedad de su guitarrista, la dificultad que supone mantener la altísima tensión con el paso del tiempo o simplemente por elementos incontrolables que hay en cada concierto, la contundencia de The Jon Spencer Blues Explosion terminó por imponerse y supuso un "invitado" de lujo a la celebración del décimo aniversario de la Fever. Felicitaciones por lo tanto repartidas para organizadores y asistentes.