Por: Kepa Arbizu
No es cuestión de ponerse a rebatir, o lo contrario, aquella sentencia de que en el mundo de la música todo está inventado. Sin duda difícilmente algo nos va a sonar totalmente novedoso o alejado de otras referencias, pero también hay que exigir el esfuerzo por zambullirse en terrenos alejados de lo cotidiano para ejercer su búsqueda; probablemente solo allí nos podremos topar con propuestas, como por ejemplo la que esconde Flamaradas, que nos hagan detener nuestra mirada y nuestros oídos.
Hablamos de un grupo articulado entorno a Daniel Magallón, cofundador de Producciones Doradas, sello creado en el entorno del grupo Tarántula, del que por lo tanto no es extraña la presencia de uno de sus integrantes como Daniel Granados en él. “Pasaje entre las cañas” es su segundo disco y en el que ahondan en esa peculiaridad antes mencionada y que reside principalmente en mezclar dos mundos aparentemente antagónicos, o por lo menos poco dados a cohabitar, como son los sonidos de raíces (norteamericanas) con otros de un ambiente más local, castizo o como se les quiera denominar.
Un binomio que queda plasmado también en una portada en la que una instalaciones eléctricas (o similar) emergen entre un entorno rural. Desde luego no parece casual la imagen, no ya por las intenciones musicales sino también por una, no menos curiosa y magnífica, lírica en la que no se hace descabellado intuir la influencia de Machado o Lorca a la hora de dibujar trazos de un costumbrismo entre lo bucólico y lo críptico instalado en un entorno no pocas veces hostil. Ingredientes todos ellos que trabajan en una meta común: esa aparentemente premeditada desubicación (o multi-ubicación) que plantea el disco.
Unas sensaciones que quedan avaladas ya desde el mismo inicio, con el tema homónimo, a través de ritmos andaluces en los que se podrían buscar pistas desde los Pony Bravo más tradicionales a Triana. Canción sostenida sobre una instrumentación delicada no exenta de cierta tensión onírica incrementada por unos teclados que resuenan a ese sonido psicodélico de San Francisco y unos coros tan delicados como deliciosos, a cargo de las denominadas LLamitas. Ambas características comunes a lo largo del álbum y esenciales a la hora de conformar su espíritu, como se visualizará en las conseguidas melodías pop al estilo del Sr. Chinarro que desprende "Los amigos de la plaza" o en la representación de premisas más desérticas, aplicables perfectamente a las que ejecutan Giant Sand o Calexico, como las de "Se me echaron a reír" o "Un sol diferente", cantadas con ese dramatismo engolado a lo Nick Cave.
Por si fueran pocas las diferentes y sorprendentes influencias que abalan este trabajo, no hay que dejar pasar el rastro añaden en algunas composiciones ciertos cantautores de lengua castellana. Por ejemplo en "El puño piensa", canción hecha para el proyecto Robo y por lo tanto con un innegable toque social, ese juego entre guitarra y contrabajo desarrollado a ritmo de vals y con tono recitativo puede emparentarles con Javier Krahe; la intensidad de "Gaviotas blancas" sin embargo les sitúan rondando a Paco Ibáñez. Y sin por un lado "Pararrayos" saca su vena eléctrica a ritmo de garage-rockabilly, la nana que parece "Triceratops" cierra el álbum de manera desnuda y minimalista.
Ni Flamaradas ni por supuesto este disco, "Pasaje entre las cañas", suponen una propuesta mayoritaria ni de fácil recepción, pero tampoco todo tiene que aspirar a serlo. Estamos sin duda ante un juego de influencias musicales y la elaboración de una lírica tan sorprendentes como logradas. Un espíritu embriagador el que plantea este trabajo que no se sabe hasta dónde alcanzará, pero al que le llegue, atrapará sin remisión.